Gabriel Sanz-Vozpópuli

  • La líder de Sumar insiste en llamar “enemigos de España” a unos fondos que con 365.000 millones invertidos, la cuarta parte del PIB, sostienen nuestra economía

Van dos veces en dos semanas que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, tilda a los fondos de inversión internacionales de «enemigos de España». Las mismas sociedades que mantienen una inversión superior a los 365.000 millones de euros -el equivalente a la cuarta parte de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) anual- en sectores que incluyen desde compra de deuda pública a accionariados de empresas varias, inmobiliarias, pasando por su participación en los famosos PERTE que vehicularán el dinero de los Next Generation europeos en los que el propio Gobierno tiene puestas las miras de nuestra modernización, esos capitales variopintos y de nacionalidad diversa, digo, son para el socio minoritario del Ejecutivo de izquierdas «los enemigos de España»; como lo leen.

A lo que se ve, entre los enemigos de España no figuran el continuar, año tras año, con el triste récord del paro más alto de toda la UE, presentar una productividad raquìtica y las peores ratios de pobreza infantil del continente -solo superados en ese triste ranking por Rumanía y Bulgaria-, o haber sufrido una caída de renta per cápita desde el 103% de la media europea que exhibíamos orgullosos en aquel lejano 2006 previo al pinchazo de la burbuja inmobiliaria hasta el más que preocupante 88% de hoy; en fin, que los enemigos son todos los que traen dinero a nuestro país y no se van a otros de igual rentabilidad pudiendo hacerlo. Vivir para ver.

Conviene no engañarse, en el mundo de los negocios el factor humano también importa. Supongo que a los mandatarios de esos fondos de inversión que leen The Wall Treet Journal o Financial Times sentados en sus despachos de Nueva York, Londres, Frankfurt, Tokio, Singapur o Sidney les gustará que les traten bien; no digo con obsequiosidad -al fin y al cabo «es el mercado, amigo», solía decir el caído Rato-, pero sí con educación. Porque en esto ocurre como cuando entras a un bar o a cualquier comercio: una vez aguantas un desplante, dos, te lo piensas y te vas

Alguien del entorno de la vicepresidenta, o, sin ir más lejos, el mismísimo Pedro Sánchez, debería preguntar, durante uno de esos despachos habituales de trabajo en La Moncloa, si está dispuesta a poner ella esa cantidad milmillonafia encima de las múltiples mesas y consejos de administración donde se sientan los enemigos de España, en caso de que a estos se les inflen las gónadas de tanto maltrato gratuito y se vayan con la mùsica a otra parte. El presidente del Gobierno debería pedir a quien se sienta a su vera en el Consejo de Ministros pensar antes de hablar, un poquito de por favor, que diría ese Fernando Tejero que ahora se nos va de La que se avecina.

Conviene no engañarse, en el mundo de los negocios el factor humano también importa. Supongo que a los mandatarios de esos fondos de inversión que leen The Wall Treet Journal o Financial Times sentados en sus despachos de Nueva York, Londres, Frankfurt, Tokio, Singapur o Sidney les gustará que les traten bien; no digo con obsequiosidad -«es el mercado, amigo», solía decir el caído Rodrígo Rato-, pero sí con educación. Porque en esto ocurre como en la vida diaria cuando entras a un bar o a cualquier comercio: una vez aguantas una mala cara o un desplante, dos, te lo piensas y te vas con la música a otra parte.

A Yolanda Díaz se le entiende todo aunque ella quiera disimular la ansiedad que le produce a estas alturas de la legislatura que el muerto Podemos siga muy vivo y amenace su hegemonía electoral a la izquierda del PSOE -da igual cuando lean esto-. Pero eso no le da derecho a jugar con las cosas de comer y el ingente dinero que esas transnacionales tienen depositado y bien remunerado en España lo son, vaya si lo son; quid pro quo… es el pan de muchos trabajadores a los que ella presume de defender y puede acabar perjudicando con tanta verborrea inane.

Los problemas de Sumar no se van a solventar asumiendo el lenguaje del populismo, el amigo/enemigo que es cierto que Pablo Iglesias usó inmediatamente después del 15-M para aglutinar en torno a la sigla morada todo aquel malestar social por el empobrecimiento que trajo a España el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Y no le fue mal, pero eran otros tiempos. Entonces no existían los DonaTrumpMeloniOrbanMilei o Bolsonaro que durante el último lustro se han configurado en Némesis de la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia.

La ministra de Trabajo tiene todo el derecho a marcar el perfil político que considere oportuno para que no se la coman electoralmente Thelma & LouiseIrene Montero y Ione Belarra, pero Pedro Sánchez debería dejarle muy claro que eso no le da derecho a colocar a España bajo el estigma de país ‘business not friendly’, que es como llaman los anglosajones a esas economías y esos Estados donde no conviene acudir ni a por una herencia y mucho menos quedarse

No hay nada más trumpista, mal que le pese a la vicepresidentaque referirse a alguien como el espantajo a abatir, «el enemigo de…», ya sean ese maligno en el que parece querer convertir Yolanda Díaz a los fondos de inversión, o los cientos de miles de inmigrantes pobres llegados a esa América great again que persigue el inquilino regresado hace un mes a La Casa Blanca amenazando al resto del mundo con aranceles a nuestras exportaciones o los siete males si no nos plegamos a sus extravagantes exigencias.

La ministra de Trabajo tiene todo el derecho a marcar el perfil político que considere oportuno para que no se la coman electoralmente Thelma & LouiseIrene Montero y Ione Belarra, pero Pedro Sánchez debería dejarle muy claro que eso no le da derecho a colocar a España bajo el estigma de país business not friendly, que es como llaman los anglosajones a esas economías y esos Estados donde no conviene acudir ni a por una herencia ni mucho menos quedarse.