Sin ser una cuestión menor, resulta superficial y fácil limitar la crítica de la USAID a un foco de despilfarro de los impuestos de los estadounidenses al destinar miles de millones de dólares a chiringuitos y proyectos ideológicos en el extranjero. Desde que Elon Musk a las órdenes de Trump dirige el DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) hemos podido conocer el alcance y la magnitud de las operaciones, todas ellas destinadas a proyectos de ideología climática y género. Millones de dólares en preservativos para Gaza, otros tantos para un grupo LGTBi en Serbia, apertura de clínicas abortivas y transgénero por todo el mundo, especialmente en países de Hispanoamérica.  Un evidente patrón antinatalista.

Si los conceptos de dichos programas resultan vergonzosos como “Clases de cerámica en Marruecos”, sin embargo es peor la finalidad real detrás de estos flujos de dinero. La ayuda USAID ha servido para que la clase trabajadora financie protestas callejeras y estados de opinión que acaben en golpes de Estado cuando no se controla al Gobierno de turno, o le haya dado por la heroicidad de defender los intereses de sus ciudadanos.  Utilizan el dinero para financiar movimientos desestabilizadores contra un gobierno elegido democráticamente, y lo justifican los periodistas oficiales como una defensa de la democracia. USAID además es una gigantesca maquinaria de lavado de dinero. 89 millones a la fundación Clinton con “proyectos humanitarios”, 270 millones a fundaciones de George Soros. Hay personas bien intencionadas y el 10% de los fondos acaban en proyectos reales que ayudan a la gente necesitada, pero el resto es una enorme maquinaria de poder corrupto ilegítimo que no operaba en favor de los contribuyentes estadounidenses, sino de una élite que controlaba el Departamento de Estado.

USAID además es una gigantesca maquinaria de lavado de dinero. 89 millones a la fundación Clinton con “proyectos humanitarios”, 270 millones a fundaciones de George Soros

Para poder cometer esta gigantesca operación de control no pueden usar la fuerza masiva, necesitan que la población lo haga de forma voluntaria, incluso entusiasta para lo que ha de creer que la USAID hace el mundo mejor. Manipular la conciencia colectiva, la cultura y se produzca un cambio de valores conduciéndole a la pérdida de identidad sin posibilidad de reconocer su civilización al no ser capaz de reconocerse a sí mismo, ni distinguir entre el bien, el mal o la verdad. Cuando salen discrepantes es cuando se usa la violencia selectiva, como el atentado a Donald Trump en plena campaña electoral o el intento de asesinato al Presidente de Eslovaquia Fico.

El globalismo es un sistema de redistribución de la renta a nivel global que canaliza el dinero de los pobres y la clase media de los países desarrollados a los multimillonarios de estos países, haciendo escala en algunos bolsillos de ricos de países del tercer mundo y medios de comunicación occidentales para bendecir como justicia y democracia el mayor expolio jamás cometido gracias a hacerlo bajo la estructura de un sistema institucional globalista, democrático y ecosostenible. El mayor botín que ha encontrado la élite globalista para hacer negocio es lo que usted tiene y lo que pueda generar, que le quede poco y sus hijos no deseen tener nada. Sólo pueden alcanzarlo mediante el control a gran escala de esa riqueza de la población mediante la tutela de los Estados convertidos en filiales de la matriz, a través de organizaciones supranacionales, entes humanitarios, científicos y progresistas como intermediarios. El globalismo solo produce corruptos Estados y fallidas democracias.

Una de las principales partidas de USAID eran los medios de comunicación orgánicos del globalismo. La Agencia enchufó 3.200 millones de dólares en programas de «fortalecimiento mediático» en 70 países, pagando a más de 6.200 periodistas en 707 medios de comunicación y 279 ONGs «periodísticas». Este enorme expolio transhumanista necesita un relato férreo uniforme en los medios. Una hegemónica propaganda alineada con una agenda decrecentista. Los periodistas y medios que cobraban, fácilmente identificables por sus publicaciones son traidores que trabajan para el enemigo para que usted crea que Ucrania es una democracia, Trump un fascista y vote para cambiar el Gobierno con un partido que no cambie nada. Al menos en esta batalla entre élites que ha supuesto el desmantelamiento de USAID nos beneficiamos al airearse algo de verdad.

El desmantelamiento de USAID es una prueba de que la izquierda cultural nunca existió fuera de los lobbies de Soros o sin fondos públicos, ni existirá sin ellos pues es una monstruosa ideología antinatural en contra de la verdad, el bien, la biología y la belleza.

Recuerdo a opinadores de todas las cadenas mofarse y señalar como conspiranoicos a quienes denunciábamos el globalismo y la injerencia de estas fundaciones en la política de las naciones europeas para destruirlas. Quizá aquellos cobrasen de nuestros enemigos o quizá sean tan anticuados y necios incapaces de entender el nuevo mundo.

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