Ignacio Camacho-ABC
- La irrupción hostil de Trump en el debate europeo ha volcado el debate político y encerrado al PP en un laberinto
La mayor parte de los gobernantes de la UE han entendido como una amenaza la hostilidad de Trump, que desde la visita del ‘trumpito’ Vance a Alemania apunta bastante más allá de la guerra arancelaria. Pedro Sánchez, sin embargo, parece haber visto además una oportunidad y está dispuesto a aprovecharla. España parte de una posición secundaria en el tablero diplomático donde va a negociarse la paz ucraniana, pero el presidente aspira a erigirse en adalid de una socialdemocracia en horas bajas cuya principal referencia continental, Scholz, está a punto de sufrir una derrota anunciada. El equipo de Moncloa considera que la situación ofrece una ventana estratégica para escapar del descalabro que barruntan las encuestas si consigue canalizar en la escena doméstica la inquietud de muchos sectores alarmados por la deriva antieuropea que la Casa Blanca manifiesta sin reservas. Y cuenta para ello con la orgullosa afinidad trumpista de la ultraderecha.
Al sanchismo se le han alineado de repente los astros. La opinión pública nacional sigue siendo esencialmente europeísta aunque esté avanzando el escepticismo ciudadano sobre los paradigmas comunitarios en asuntos migratorios, energéticos, agrícolas o climáticos. Por mucho que la gobernanza de las instituciones de la Unión se haya deteriorado, una mayoría de españoles se identifica con ellas como emblema de progreso social, cultural y democrático, y cualquier tipo de agresión –sobre todo exterior, como es el caso– a ese proyecto colectivo produce un rechazo que favorecerá a quien sepa liderarlo. Ése es el objetivo del Gobierno: ponerse al frente del sentimiento de agravio y explotar el nicho electoral que ha empezado a abrir el desafecto americano. Con la ventaja de partida que le ofrece el alineamiento entusiasta de Vox con un Trump sin ningún interés por caer simpático. Oxígeno para un Ejecutivo asfixiado por los escándalos.
Y un contratiempo serio para el PP, que corre el riesgo de quedarse de nuevo atrapado entre dos fuegos, con su discurso interrumpido y su agenda de alternativa de poder en suspenso por el relieve que han cobrado los problemas externos. Con su único aliado posible circulando en dirección contraria y con Sánchez presumiendo de estar «en el lado bueno» mientras se dispone a pedirle apoyo para los Presupuestos, con la necesidad de más gasto en defensa como pretexto. Un bucle infernal por la dificultad de mantenerse en equilibrio y hacerse un sitio ante el inesperado giro del eje del debate político. Los socialistas van a impostar responsabilidad de Estado y Vox se encuentra cómodo en el ejercicio disruptivo; un panorama aún más polarizado que el entorno propagandístico gubernamental agudizará en beneficio del primer ministro. Ésta es la hora en que aún no se ha escuchado a Feijóo el imprescindible posicionamiento prescriptivo que necesita para salir del laberinto.