Ignacio Camacho-ABC
- Trump y Putin están reimplantando la vieja doctrina de los espacios de hegemonía. Y Ucrania es sólo la primera víctima
Ahí fuera hay unos tipos repartiéndose el mundo, o buena parte de él, alrededor de una mesa. Como en los viejos tiempos pero a la velocidad de la revolución digital y con ese aire de displicencia que ha puesto de moda la política posmoderna. Los agentes públicos españoles, por descontado, actúan como si no se diesen cuenta, y si se aperciben da igual porque este proceso supera de largo las aburridas cuitas de la escena doméstica. Todo eso de la multilateralidad, el orden plural de diálogo y mutuo respeto que iba a regular la convivencia del planeta, se está yendo a la… porra como se disipan los breves sueños de la duermevela. Es el signo de esta época: un vértigo perpetuo de etapas quemadas en aceleraciones sin tregua.
Pero ahora adquieren sentido algunas pistas que en su momento pasaron inadvertidas. Cuando Trump prometió en campaña que iba a acabar con la guerra de Ucrania en veinticuatro horas sabía lo que decía. No se trataba de una ocurrencia ni de una fanfarronada populista; tenía un plan y una hoja de ruta preestablecida. Y Ucrania era sólo el pretexto, la coartada de una estrategia diseñada para reimplantar la antigua doctrina de los espacios de hegemonía. En tres tercios: Estados Unidos, Rusia y China, cada uno con el poder y el derecho autoconcedido de pasar por encima de cualquier nación o comunidad de Estados que aspire a ejercer alguna clase de soberanía legítima. El mapamundi convertido en un juguete de plastilina.
El señalamiento de Zelenski como culpable de resistirse a la agresión es el primer peldaño de la escala de infamia. Putin pasa de criminal de guerra reclamado por la Corte de la Haya a honorable interlocutor de un acuerdo de paz impostada en el que saldrá ganador con las máximas ventajas. Entre ellas, la del desmantelamiento de facto de la Alianza Atlántica, cuyo Tratado fundacional va a quedar reducido a un montón de páginas mojadas. Curiosa negociación ésta en la que de salida una parte entrega a la otra todas las bazas, con alta probabilidad ya convenidas a espaldas del resto de los participantes en la farsa. Europa y por supuesto el país invadido, al margen: simplemente no son de confianza. Parias.
Todavía hay en España espíritus ingenuos capaces de preguntarse por qué no se habla de esto en el Parlamento. Para qué; somos irrelevantes en una función donde no hay papel para actores pequeños. Podemos seguir con nuestros irrelevantes debates internos, discutir sobre gasto militar sin disponer siquiera de un proyecto de Presupuestos. Más vale continuar la comedia, ignorar nuestra irrelevancia, fingir que pintamos algo en el contexto europeo, incluso simular que tenemos un remedo de Gobierno. Y olvidar, de paso, que el aliado regional de Trump en esta parte del globo, el contrapeso del yihadismo en el Magreb y el Sahel, se llama Marruecos. Y está comprando a Estado Unidos cantidades ingentes de armamento.