Hoy EL ESPAÑOL publica nuevos testimonios de mujeres de Podemos y de la Universidad Complutense de Madrid que denuncian conductas sexualmente inapropiadas del principal gurú intelectual de la formación, Juan Carlos Monedero.
Ione Belarra se ha defendido este viernes de las acusaciones de inacción y complicidad lanzadas por exmilitantes a la ejecutiva de Podemos asegurando que su partido actuó correctamente.
Pero lo cierto es que la organización que dirige ha mantenido ocultas durante año y medio dos denuncias por «violencia sexual» contra quien fuera uno de sus fundadores. Las víctimas pusieron en conocimiento de la dirección, en septiembre de 2023, que «el señor Juan Carlos Monedero se dedica a incomodar y manosear a mujeres jóvenes en entornos del partido en los que tiene acceso a ellas».
Aunque Belarra ha admitido que no se inició una investigación interna ni se hicieron públicas las denuncias, ha aducido que fue por petición expresa de las víctimas y para proteger su identidad.
Es decir, el mismo pretexto que invocó Sumar para justificar que, a pesar de obrar en poder del partido durante al menos un año y medio información sobre incidentes de naturaleza misógina protagonizados por Íñigo Errejón, ni su partido, ni Más Madrid ni Yolanda Díaz tomaran medida alguna contra él.
Sumar y Podemos se lavaron las manos con un recurso análogo: como las víctimas no contestaron a la comunicación del órgano encargado del protocolo antiacoso para tramitar el expediente, optaron por no indagar más por su cuenta. Ni elevar el caso a denuncia ante la Policía o la Fiscalía, ni iniciar una investigación interna. Belarra se ha escudado en que «la dirección del partido no podía ir más allá de lo que quisieran las víctimas».
Pero esto supone que Podemos (análogamente a lo que hiciera Más Madrid) se limitó a «apartar» a Monedero de «las actividades públicas en el momento en el que tuvimos conocimiento de los testimonios».
Es decir, que se les arregló un relevo discreto sin explicar públicamente los motivos de su salida. Y ha sido sólo cuando han trascendido las denuncias a los medios de comunicación que ambos partidos se han pronunciado sobre los presuntos acosadores que albergaron entre sus filas.
Resulta ocioso subrayar una vez más el obsceno faríseismo de quienes, como Monedero y Errejón, blasonaban de aliados feministas en público, pero se conducían como sátiros rijosos en privado. La célebre «contradicción entre la persona y el personaje» que lamentó el exdiputado de Sumar en su rueda de prensa de dimisión.
Pero la doble moral realmente grave es la de los partidos en los que militaron.
Porque mientras intoxicaban la vida política española con un discurso punitivista contra toda suerte de «micromachismos», toleraban en sus cuadros prácticas mucho más abominables. Y al mismo tiempo que pregonaban la obligación de sofisticar los mecanismos de denuncia para conceder presunción de veracidad a los testimonios de la víctimas de violencia sexual, fueron partícipes dentro de sus partidos de una auténtica logística del encubrimiento de los abusadores.
Los adalides del «yo sí te creo, hermana» acondicionaron, efectivamente, «espacios seguros». Pero fueron espacios seguros no para las víctimas, sino para los presuntos agresores.