Gregorio Morán-Vozpópuli
La reunión en Arabia Saudí de los apañadores de la guerra de Ucrania no merecería un Shakespeare
No nos da el aliento para inventarnos adjetivos. Como la humillación no es un arte hay que esforzarse por asimilar que cada día que pasa la realidad se vuelve tan difícil que nuestro sentido del ridículo se deteriora de tanto echar mano de él. El juego de las analogías es un divertimento para creernos en posesión de una herramienta infalible que sirve a la seguridad de nuestras convicciones. Un engaño alimentado por la cultura. Que si volvemos a Munich 1938, al populismo de Perón y Mussolini, a los liderazgos criminales de Stalin y el nazismo. Bajemos los humos ante la humillante realidad: el Amigo Americano es un patán todopoderoso, Milei un croupier de casino y nuestro Sánchez hace de bailarín con un cuerpo de mamporrero. Es lo que hay y no nos engañemos porque la casualidad les haya convertido en lo que son. Elegidos democráticamente aunque algunos no acaben de creérselo.
La mayoría pensará que no se trata de una casualidad si no de un cúmulo de factores que han ido aprovechando estos dirigentes tóxicos. Se señala el “pensamiento woke” casi como el determinante, lo que equivaldría a achacar la alarmante obesidad de las sociedades desarrolladas al consumo de pizzas y hamburguesas industriales. Si le damos la entidad de pensamiento a lo que es una actitud estamos jodidos y equivocados. El tránsito de los partidos políticos hacia la conversión en tribus tiene una base económica indiscutible porque da para vivir de ello. Es la diferencia entre una idea y un empleo; domina siempre lo más seguro.
Pasemos de las musas al teatro. La reunión en Arabia Saudí de los apañadores de la guerra de Ucrania no merecería un Shakespeare. Primero los dos protagonistas principales. Sin la incitación de los EEUU y sus redes clientelares europeas por convertir a la Ucrania de Zelenski en aliado bien armado de la OTAN (Bucarest 2008) no hubiera tenido la oportunidad Putin de convertir a Rusia en la dictadura mafiosa en la que se ha consolidado. Necesitaba una guerra y decretó una “operación especial”, porque de eso se trataba, de una singular invasión de Goliat frente a un David falto de todo; sería cruel ensañamiento recordar ahora las carencias. Donald Trump empieza a manipularlas con desvergüenza para poner en evidencia que sin el entusiasmo europeo por la aventura, que los suyos se encargaron de armar, no se entiende el quilombo. El que quiera guerra que se la pague.
Si ha fomentado el miedo es porque el negocio está asegurado. Lo explicó clarito nada menos que el secretario general de la OTAN, Max Rutte, que no es un tonto seboso a lo Javier Solana, sino un holandés formado en la selva financiera: “Es un buen negocio para nuestros socios americanos. Si aumentamos nuestro gasto, ello conlleva dólares para la economía de EEUU”. ¿Qué mejor lugar para ajustar cuentas que Ryad, la capital de un país como Arabia Saudí capaz de comprarlo todo, desde emporios industriales a la elegante chusma deportiva que empodera las redes? Un estado gobernado por un descuartizador de disidentes; no basta con matarlos con retorcidos instrumentos a lo Putin, el príncipe Shalman los mete en sede diplomática y se dedica al gore. Un notario como él garantiza que se cumplirán los pactos que conocerán si acaso nuestros biznietos; aunque las consecuencias las pagaremos nosotros.
Mientras en Ryad se decidía el destino de Ucrania y las contrapartidas para ambos, en Munich el vicepresidente Vance daba la lección inaugural del curso extraordinario para líderes europeos
Mientras en Ryad se decidía el destino de Ucrania y las contrapartidas para ambos, en Munich el vicepresidente Vance daba la lección inaugural del curso extraordinario para líderes europeos. Un centenar de lo más selecto del Poder en Europa escucharon perplejos y respetuosos a un tipo, el tal Vance, cuyas credenciales bastarían con una cita de su currículo, hoy cancelada: “¿A qué porcentaje de la población estadounidense no ha acosado sexualmente Donald Trump?” (tuit de octubre de 2016). Ahora en su condición de número dos del Presidente afirmó que su misión consiste en “asegurar que la tecnología de la IA norteamericana siga siendo el patrón oro a nivel mundial” y nada más expresivo como denunciar que “la libertad de expresión retrocede en Europa”. Dos evidencias para él concomitantes. A continuación pasó a la práctica. Rechazó entrevistarse con el canciller Olaf Scholz para mantener una complaciente charla con la candidata de la extrema derecha, Alice Weidel (Alternativa por Alemania). Un aval definitivo para las elecciones de este domingo.
El Amigo Americano ahora está con vosotros porque sois los garantes de su democracia en Europa; los demás, circunstanciales aliados. Dejémonos pues de las analogías complacientes con nuestra historia. El Munich de 1938, el de Chamberlain y Daladier, el que vendió Checoslovaquia con los ciudadanos dentro, fue recibido en su momento por los liberales más reverenciados. Echen una mirada a la correspondencia -tan privada que no sé si ha llegado a publicarse completa- entre Ortega y Gasset con Gregorio Marañón, felicitándose por la componenda. Un momento de exaltación intelectual sólo comparable con la carta de abril de 1939: “¡Al fin entramos en Madrid!”. Los archivos antiguos son luminosos para la cultura pero no sirven un carajo para armarnos intelectualmente frente a la realidad. Cada situación es única e intransferible.
Aunque armarnos intelectualmente sirva de poco. El falso dilema de la idea frente al tanque. Lo cierto es que se percibe un viraje en los referentes ideológicos, esos que los pedantes llamamos hegemónicos. Hasta anteayer todos nos jactábamos de ser occidentales; después de Ryad y Munich ya sólo somos europeos y en verdad que da cierto pavor pensar que nuestros adalides son figuras como Sánchez o Macron o la sencilla y dispuesta danesa Mette Frederiksen, quien asegura que debe aumentar su defensa militar ante la incontenible ambición de Putin, que nadie discute, pero no osa apuntar que de momento quien amenaza su Groenlandia es Donald Trump; una provocación desmesurada. También lo era asaltar el Capitolio y negarse a reconocer su derrota en las urnas, pero ya ven que no contó para nada, más bien lo contrario.
Por si algunos no nos hemos dado por enterados: la “nueva libertad” está en las redes y sus defensores más acérrimos son afanadores del poder y tienen una inveterada inclinación por la delincuencia. A veces no se nota porque suelen imponer leyes que los cubren y abolen otras que les limitan. Son momentos ideales para los maestros del escaqueo; hacer como si no fuera contigo. Fíjense que el cronista oficial de Pedro Sánchez para El País, Carlos E(lordi) Cué, ha titulado impertérrito: “Donald Trump aprieta a Feijoo”. No lo olviden, porque la memoria es perezosa y el descaro cotiza al alza.