Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli
Si bien los europeos destinamos a disuasión física un tercio de lo que aplican los Estados Unidos, nuestra posición es similar a la china
Se ha dicho y repetido que la Unión Europea es un gigante económico, un enano político y un pigmeo militar. En efecto, los Estados Miembros gastan aproximadamente 320.000 millones de euros en defensa, una cifra algo superior a la china, que es de cerca de 300.000 y netamente inferior a la americana, en torno a los 900.000. Si comparamos el esfuerzo en este campo en términos de PIB, Estados Unidos está en cabeza con un 3,4% mientras que China y la UE se sitúan en niveles del 1.7 y 1.9 respectivamente, la mitad del norteamericano. Ahora bien, Rusia dedicó a sus fuerzas armadas 110.000 millones de euros en 2024, lo que equivale a un porcentaje de su PIB superior al 6% y planea aumentar esa cantidad en un 25% durante el año en curso, volumen considerable a causa de su “operación militar especial”, léase guerra, en Ucrania
El calificativo de pigmeo no resulta del todo apropiado porque, si bien los europeos destinamos a disuasión física un tercio de lo que aplican los Estados Unidos, nuestra posición es similar a la china. Sin embargo, el hecho de que los ejércitos europeos estén formados por veintisiete estructuras distintas escasamente interoperables, con grados de gasto muy desiguales y conceptos diversos de la necesidad de estar preparados por si el oso eslavo propina un nuevo zarpazo, los fragilizan considerablemente frente a un posible ataque procedente de Moscú.
La perentoria exigencia de Donald Trump de incrementar significativamente la capacidad de defensa europea bajo la amenaza de dejarnos abandonados a nuestra suerte en la eventualidad de un nuevo golpe de Putin ha caído como un chorro de agua helada en los gobiernos comunitarios.
La fina estadista Úrsula von der Leyen ha animado a los Estados Miembros a volver a entramparse para disponer de más tanques, cazabombarderos, drones, misiles, fragatas y soldados, condenando así aún más a las generaciones futuras a una calidad de vida peor que la actual y poniendo en peligro al euro como divisa fiable
Ante panorama tan inquietante, la UE puede aumentar su inversión en defensa por tres vías distintas, activando la cláusula de escape de las reglas de déficit del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para permitir que los Estados Miembros se endeuden con este fin, mancomunando una emisión de deuda conjunta al estilo de lo que se hizo para afrontar el Covid o permitiendo que el Banco Europeo de Inversión financie a tope presupuestos militares. Obviamente, hay países, España entre ellos, que prefieren la segunda fórmula y otros, los frugales del norte, que se inclinan por la primera o la tercera.
La fina estadista Úrsula von der Leyen ha animado a los Estados Miembros a volver a entramparse para disponer de más tanques, cazabombarderos, drones, misiles, fragatas y soldados, condenando así aún más a las generaciones futuras a una calidad de vida peor que la actual y poniendo en peligro al euro como divisa fiable.
Lo que se le tendría que haber ocurrido a la burócrata en jefe de Bruselas es poner en marcha un plan de reducción de gasto público superfluo, clientelar o puramente ideológico sin valor añadido alguno a lo largo y ancho del Viejo Continente. En España, el Instituto de Estudios Económicos ha estimado que las partidas presupuestarias, sumadas las municipales, autonómicas y estatales, se podrían reducir en 60.000 millones de euros anuales sin que se resintiesen la educación, la sanidad, las pensiones, el subsidio de paro y demás servicios esenciales.
Un presupuesto base cero, como el que ha empezado a elaborar Elon Musk al otro lado del Atlántico, dejaría al descubierto que en Europa están infladas las plantillas de empleados públicos, se tira el dinero en subvenciones absurdas, la masa de inmigración ilegal es una carga muy onerosa, la ayuda exterior es disparatada y en determinados pagos la corrupción se lleva una buena tajada.
Desde esta óptica, ¿es de verdad imprescindible que por el complejo de La Moncloa pululen ochocientos asesores, más que en el 10 de Downing Street o en el Ala Oeste de la Casa Blanca? Por tanto, en vez de colocar sobre las espaldas de los europeos actuales y venideros el fardo de gigantescos créditos que habrá que devolver, es urgente y conveniente, además de racional y moralmente recomendable, eliminar de las cuentas públicas de los Estados Miembros, sobre todo de los que no cesan de disparar alegremente con pólvora del rey, las gruesas capas de tejido adiposo que minan la salud financiera de la Unión, asfixian a los contribuyentes, impiden la creación y crecimiento de las empresas, frenan el ahorro y estancan la creación de empleo.
Es innegable que Trump tiene un estilo brutal, grosero y desconsiderado y que en ocasiones sus excentricidades y excesos son desagradables, pero no nos distraigamos por la forma. El fondo de sus mensajes y advertencias en no pocas ocasiones merece ser escuchado y atendido.