Chapu Apaolaza-ABC
- Se han juntado un putinista confeso, un independentista catalán italiano, una proabortista y antitaurina francesa, y los de Vox. Parece un chiste
Incluso teniendo el asombro como un bebedero de patos, cuesta ver a Vox defendiendo la alianza con Putin y Trump y acusando a Europa de promover la invasión rusa porque las vestían como putas. El nuevo orden mundial trucho viene con sus truchos argumentos como este de que la izquierda hizo débil a Europa frente a sus enemigos, lo que es cierto, y que esa sea la razón para aliarse exactamente con sus enemigos.
Suponer que, dado que Sánchez despliega ciertas pulsiones autoritarias, lo mejor sería meternos en la órbita de un tipo que asaltó el Capitolio asociado a otro al que los disidentes se le caen de las ventanas de las comisarías. El patriotismo terminaba sosteniendo al que amenaza nuestra soberanía territorial y que escenificó un escenario en el que en dos días se plantaría en los Pirineos, por mucho que los tanques llevaran gasolina aguada, los walkies fueran los que le regalaste a tu sobrino por la primera comunión y, tres años después, no hayan conquistado Kiev. Los adalides del heroísmo y de la aguerrida literatura de que hacen falta muchos, pero que muchos cojones, los de la leyenda de la Reconquista y de correr a los moros a pedradas en el casco, Santiago y cierra España y todo aquello, se aparecen aquí recomendando a los ucranianos que lo mejor y más razonable es rendirse. Que el responsable de la muerte de uno es el que se pone delante de la bala y no del que dispara, que es un argumento tradicionalmente podenco. La Europa de las heroicidades y el pecho de palomo, taconazo y desokupa, la que llega con un eco de ‘burpees’ y de carrera de los cien kilómetros de la Legión, se viene aquí promoviendo el pacifismo humillante de las rendiciones. Si Marruecos y Trump decidiesen que Ceuta y Melilla ya no son españolas, ¿también optarían por rendirse? A Vox se le ve el cartón en una vejez prematura como la de todos los populismos. Por ejemplo, cuando habríamos de entender que lo mejor para evitar que Sánchez ponga un fiscal general del Estado que le da la patita es sostener un régimen que encarcela a los opositores. Las ansias legítimas del ‘frispich’ tuvieron su punto divertido en el que uno podía tuitear sobre Morante de la Puebla como quemando los sujetadores, pero termina negociando la paz en Europa en Arabia Saudí; de testigos van unos tipos que disuelven los cadáveres de los periodistas en ácido. La libertad de expresión, que estaba tan amenazada, aplaude a un régimen que unta polonio en los calzoncillos de los disidentes. Más estúpido aún resulta aliarse en contra del woke con los que alentaron y promovieron el woke, y la independencia de Cataluña, por cierto. Los Patriots hablan desde escenarios como el de aquel karaoke de Bakú en el que los tipos dejaban la pipa encima de la mesa. Se han juntado, en no sé qué majadería, un putinista confeso, un independentista catalán italiano, una proabortista y antitaurina francesa, y los de Vox. Parece un chiste.