Iñaki Ezkerra-El Correo
AJuan José Millás le gusta pronunciar palabras como clorfenamina, pseudoefedrina o dextrometorfano. Como buen hipocondríaco que es (de ello ha presumido siempre y dan fe sus novelas), ama el lenguaje de los prospectos de los medicamentos, o sea, de esos mismos papelitos plegados y crípticos que van dentro de las cajas de cada fármaco y que ahora los cerebros más preclaros de la Unión Europea han decidido suprimir radicalmente para el año 2030 en aras de la transición digital. Los cerebros más preclaros de la UE no tienen otra cosa que hacer para justificar sus sueldos que combatir la cultura del papel escrito o impreso, esa misma a la que Irene Vallejo ha homenajeado en un libro, ‘El infinito en un junco’, al que esos mismos cerebros no tendrán reparo en elogiar.
La lectura en papel no es cualquier cosa. Es la civilización misma. Y la digitalización debe ser un complemento de ella, una opción que abra puertas, no que las cierre. Aquí a lo único a lo que hay que dar de veras un buen portazo, por obsoleto, es a la manía de suprimir, de prohibir, de cancelar. En lo que toca a los prospectos, su erradicación me parece, aparte de todo, un atentado contra la literatura. Y es que esas hojas constituyen todo un género literario con sus convenciones propias, licencias y reglas. El preceptivo capítulo dedicado a los efectos adversos del producto, por ejemplo, es una ventana abierta a la imaginación del usuario o paciente. La simple ingestión del antigripal más vulgar te puede llevar a la perdición según esos textos de letra microscópica que no hay forma de leer sin despistojarse: cefaleas, vómitos, convulsiones, colitis, miosis, síndrome serotoninérgico, infarto isquémico intestinal…
Vuelvo a Juan José Millás. Yo lo recuerdo en las cenas de lejanas jornadas literarias departiendo con divertida y brillante autoridad sobre los logros de estilo de esas prosas farmacológicas y sobre esos temidos efectos secundarios a los que aluden; pronunciando con gracia y donaire esos palabros imposibles (carbocisteinato de lisina, sílice coloidal hidratada…) y enumerando las contraindicaciones para embarazadas y lactantes. Todo eso se perderá «como lágrimas en la lluvia», que decía el otro.