Tonia Etxarri-El Correo
En plena resaca electoral alemana, hay mucho que aprender de la lección que nos van a dar el ganador de los comicios, Friedrich Merz (el Feijóo alemán) y el perdedor, el socialdemócrata Olaf Scholz (el Sánchez del país germano) cuando reediten la gran coalición para dejar a los extremos fuera de juego. Pero el presidente del Gobierno español no está dispuesto a ponerse los auriculares del consenso en torno a una ‘Grossen Koalition’ porque su gran cruzada es mantener el muro frente a la derecha. No ha variado una coma desde que resultó elegido, por primera vez, como secretario general del PSOE. Allá por 2014, Pedro Sánchez, dos días después de haber estrenado su cargo, ordenó a los diputados españoles del grupo de los socialistas europeos que votaran en contra del candidato del Partido Popular Europeo, Jean Claude Junker, como presidente de la Comisión Europea. Algunos diputados socialistas españoles no ocultaron entonces su incomodidad al tener que descolgarse del voto de la mayoría de sus compañeros socialdemócratas europeos que sí votaron, como habían pactado anteriormente, a favor del luxemburgués.
Y, desde entonces, ni agua a la derecha. En España no se transportará la experiencia alemana porque, para eso, Pedro Sánchez tendría que parecerse algo a su homólogo Olaf Scholz. Es decir: no ser tan sectario y no utilizar a los extremos para mantenerse en el poder a toda costa. Porque él está conectado a otro dial. Al de sus socios secesionistas que cada vez le aprietan un poco más la soga con chantajes como el de la condonación muy generosa de la deuda de Cataluña (2.000 millones más de lo previsto). ¿Un premio a quienes han hecho mal uso de sus recursos? La titular de Hacienda, en una solución salomónica, ofrece perdonar 83.252 millones de deuda a las autonomías de régimen común. ¿Y Madrid, que no tiene deuda con el Estado? El PP se revuelve mientras estudia el listado de concesiones de Sánchez a sus socios catalanes. Ampliar la plantilla de los Mossos, el traspaso de la gestión de Rodalies (Cercanías) o el cupo catalán para sacar a Cataluña del régimen común de financiación, prometido a cambio del apoyo de ERC a la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. ¡Ah! Y el traspaso «integral» de inmigración y fronteras. Puigdemont, en su paripé sostenido, ha dado marcha atrás y ya no exigirá a Sánchez someterse a la cuestión de confianza. Oxígeno para el presidente. Veremos a cambio de qué. Pero los dos, Junts y ERC, en su concurso por ver quién saca más partido del puesto de subasta que ha abierto Sánchez con tal de seguir en La Moncloa, parece que estén entonando ‘l’Estaca’ de Lluis Llach. La canción que, en tiempos de la dictadura de Franco, llamaba a liberarse de las ataduras para conseguir la libertad. «Si jo l’estiro fort per aquí/ i tu l’estires fort per allà / segur que tomba…». Y están en esas. Los dos. Puigdemont ‘per aquí’ y Junqueras ‘per allà’. A ver si derriban la estaca de Pedro Sánchez, como máximo responsable del desmantelamiento de un Estado que se sostiene sobre bases cada vez más endebles.