Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli
- Sabemos también que el humor puede ser muy persuasivo y funcionar como una poderosa herramienta retórica–
La fotografía, que está tomada en el salón oval de la Casa Blanca de Washington, muestra a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y a Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, sentados de espaldas a la chimenea, que se mantiene como siempre apagada, y agarrados de la mano en vez de dándosela conforme a los usos de la cortesía. Trump aparece sonriente y Macron partiéndose de la risa. Señalemos aquí, como sostiene Sam Leith en su libro “¿Me hablas a mí? La retórica de Aristóteles a Obama”, que el poder persuasivo de la emoción sólo es eficaz en la medida en que es emoción compartida. Y precisemos que una de las razones por las que la risa es tan efectiva como herramienta de persuasión -según sabe cualquier cómico que haya atajado unos abucheos con una frase ingeniosa- es el carácter de afirmación involuntaria que la configura.
Sabemos también que el humor puede ser muy persuasivo y funcionar como una poderosa herramienta retórica; que viene a ser un elemento del pathos en la medida en que despierta las emociones de los oyentes y les mueve a la risa pero, dado que la risa surge de supuestos comunes, también participa en el ethos. Por eso, señala nuestro autor que, cuando un comediante quiere hacer callar a un aguafiestas, lo hace siendo más gracioso: porque quien provoca la carcajada pone a los oyentes de su lado. Pero volvamos a la imagen de los dos presidentes que ha sido primera en los diarios impresos sobre papel de todo el mundo para resaltar que fue captada durante lo que en la jerga periodística se denomina un mudo, es decir el momento en que los periodistas gráficos y los cámaras de las televisoras, desprovistos de instrumentos de grabación, son invitados a ingresar, como en este caso lo hicieron en el salón oval, para tomar algunas imágenes insonoras.
Observemos, desde nuestra condición de público sordo, privado de la facultad de escuchar a los protagonistas, que nos quedamos sin capacidad de formarnos un juicio sobre el momento, sin posibilidad de valorar el control y el comedimiento de las bromas ni de establecer la moderación en las agudezas que permite diferenciar al orador del bufón. En todo caso, sin saber de qué se ríen, ni cuál ha sido el fulminante que ha disparado la carcajada del francés, ni si la carcajada del presidente Macron es un efecto desencadenado por las palabras del presidente Trump, en funciones de anfitrión, o si es el presidente Macron, en el papel de huésped quien se carcajea por anticipado, riéndose de sus propias gracias, en celebración de su propio ingenio.
Asombra la carcajada y más aún cuando se superpone a la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que en esa misma jornada adoptó una condena a Rusia por la invasión a Ucrania
Asombra la carcajada y más aún cuando se superpone a la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que en esa misma jornada adoptó una condena a Rusia por la invasión a Ucrania, de cuyo inicio acaban de cumplirse tres años con resultado de cientos de miles de muertos, de millones empujados al exilio y de los peores crímenes de guerra, cuya impunidad estimula otras atrocidades. Una condena que mereció el voto en contra de Rusia, Estados Unidos, Bielorrusia, Hungría, Israel, Corea del Norte, la República Centroafricana, Burkina Faso, Burundi, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Mali, Sudán, Níger, Nicaragua, Palaos y las Islas Marshall. Andando.