El la nueva minicumbre de líderes europeos alojada por Keir Starmer en Londres, tras la convocada por Emmanuel Macron en París, todos los socios han cerrado filas con Volodímir Zelenski, y le han arropado después la tangana del pasado viernes en el Despacho Oval.
La virulenta agresión verbal en directo que le tributaron Donald Trump y JD Vance a Zelenski creó entre los mandatarios europeos tal conmoción que no han tardado en congregarse para consensuar su respuesta. Este domingo en Londres no se ha discutido sólo sobre cómo reforzar a Ucrania, sino también y principalmente sobre cómo reforzar a Europa.
La disposición que parece predominar ahora en la gobernanza europea es la de ponerse en el peor de los escenarios. Es decir, el de que EEUU pueda abandonar a Ucrania y al continente.
Y es la actitud acertada. Porque después de la agresiva asertividad mostrada por Trump, ya no cabe engañarse sobre la nueva concepción geoestratégica del mundo que ha traído esta Administración.
En el nuevo orden mundial multipolar que se está fraguando, Europa debe encontrar su lugar. De lo contrario, quedará de convidado de piedra al reparto de zonas de influencia entre las tres grandes potencias, y será vulnerable ante las ambiciones expansionistas rusas.
Europa debe poder valerse por sí misma. Y lo cierto es que posee población, poder nuclear y capacidad económica suficientes como para recalcular su ruta en el sentido de la autonomía estratégica. Lo que le ha faltado hasta ahora es cohesión en materia de Defensa y una mayor contribución a ella de los Estados miembros.
Y aunque en la cumbre de Londres han aflorado nuevamente las diferencias de criterio entre los socios, el consenso se está decantando en el sentido de empoderar militarmente a Europa como bloque geopolítico.
Cada uno de los aliados está aportando algo.
Starmer ha retomado el compromiso del Reino Unido con la seguridad europea. Macron ha ofrecido extender el paraguas nuclear francés a Alemania. Y ambos han asumido el liderazgo para formular un plan de paz para Ucrania alternativo al de EEUU.
El futuro canciller Friedrich Merz se ha postulado para que Berlín, París y Londres formen un triángulo de seguridad nuclear que refuerce nuestra capacidad disuasoria.
El polaco Donald Tusk trabajará para convencer a los países de Europa del este de que no busquen la protección por su cuenta.
Y Giorgia Meloni, sirviéndose de su afinidad ideológica con Trump, está ejerciendo de intermediaria para limar asperezas con la Casa Blanca y reconstruir los puentes entre Europa y EEUU.
La presidenta de la Comisión Europea, por su parte, ha anunciado que la UE aumentará su gasto en defensa.
Y España ¿qué aporta?
Es indudablemente meritoria la presencia activa de Pedro Sánchez en todos los foros internacionales de apoyo a Zelenski, como también lo es el envío del nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania que anunció el pasado lunes desde Kiev.
Pero España sólo acreditará un compromiso real con el refuerzo de la seguridad europea cuando aumente su gasto militar, que apenas llega al 1,3% del PIB.
Y para ello no bastará con que la Comisión Europea relaje las reglas de disciplina fiscal. El incremento de la inversión en defensa en España requiere de unos Presupuestos Generales del Estado y de una mayoría política estable y compacta.
Lo primero se antoja muy lejano, y ya se ha demostrado la inexistencia de lo segundo. Sin ir más lejos, este mismo domingo los socios de Podemos han vuelto a clamar contra el rearme europeo y a pedir la salida de España de la OTAN.
El Gobierno no puede confiar en estas amistades para cumplir con sus compromisos con la OTAN. Sólo un acuerdo entre Sánchez y Feijóo puede garantizarlo.
Le corresponde tomar la iniciativa al presidente. Pero Feijóo debe mostrarse receptivo, sin descartar ninguna vía. Incluso la de plantearse acordar unos Presupuestos que obligarían al Gobierno a modificar sus alianzas.
Sólo un pacto de Estado puede dar a España un papel en la nueva Europa de la Defensa.