Olatz Barriuso-El Correo

  • Se entiende el enfado de PNV y PSE, no que dejen la fiscalidad en manos de un partido en caída libre

Seguimos siendo un actor relevante en la política vasca porque damos mucha guerra allí donde estamos», decía Richar Vaquero en diciembre pasado, cuando ganó por 17 votos las primarias para liderar un partido, el suyo, en caída libre. Sus palabras han resultado proféticas: han dado guerra hasta el punto de convocar una consulta interna deprisa y corriendo sobre su apoyo a la reforma fiscal de PNV y PSE para acabar concluyendo que no saben qué hacer, que sí se puede o que igual no, y que se han precipitado. Los sapos y culebras que se escucharon ayer de boca de jeltzales y socialistas cuando les llegó la buena nueva de que la montaña había parido un ratón son irreproducibles. Se entiende el enfado de los socios, no tanto que dejaran un asunto tan relevante como la fiscalidad en manos de una fuerza sin representación parlamentaria cuando ya avisaban, en privado, de que los morados «no son de fiar». En el pecado llevan la penitencia.

Nadie duda, en cualquier caso, del carácter guerrero de los 37 concejales y 5 junteros de Podemos -la representación que le queda en Euskadi al anteriormente conocido como ‘partido de los círculos’ tras haber tocado el cielo hace sólo una década, cuando llegó a ganar las generales de 2014 y 2015- pero sería poco realista presuponer que los minutos de gloria y expectación mediática que han logrado poniéndose estupendos con la reforma fiscal les vayan a devolver la piedra filosofal del apoyo electoral en Euskadi. Más bien les han devuelto como un bumerán el espejo de lo que son: tan menguantes como imprevisibles.

Ha quedado tan en evidencia que el principal aliciente que tenía Podemos al entrar en la negociación era recuperar el protagonismo perdido aprovechando el hueco que dejaba Bildu que es, como mínimo, dudoso que hubieran podido rentabilizar el giro a la izquierda, no especialmente dramático, de un paquete de medidas que ya de por sí no proponía un cambio profundo. Ahora es más dudoso aún que este espectáculo tenga una salida digna para ninguno de los implicados o que los morados logren su objetivo de arrancar nuevas cesiones.

Podemos tiene problemas más graves que haber desaparecido de la escaleta de los informativos

Aplicar un pequeño castigo añadido a los vascos que tienen sus ahorros en una EPSV, encarecer un poco más la posibilidad de deducirse la vivienda en función de los ingresos o elevar en mil euros el mínimo exento de IRPF no son grandes cambios capaces de reflotar una sigla aquejada de problemas mucho más graves que haberse caído de la escaleta de los informativos. Si a eso se le añade la evidencia de una militancia dividida y desconectada de la cúpula es posible que los morados hayan hecho un pan como unas tortas, incluso aunque la negociación se acabe rompiendo.

Es verdad que la otra opción que tenía Podemos -no hacer nada- ofrecía un panorama aún más desolador, el de la extinción política. Así que, con Sumar y Yolanda Díaz incapaces por el momento en Madrid de doblar el brazo de la vicepresidenta Montero para que los perceptores del salario mínimo queden exentos de hacer la declaración de la renta, arrogarse el mérito de lograrlo en Euskadi se antojaba un premio goloso. Sin embargo, los problemas de Podemos, más que de foco mediático, son de autodiagnóstico interno. La pelea suicida con Sumar -que está teniendo sus lamentables ecos en el ‘caso Monedero’- les ha acabado por traer a dónde ahora están: al filo de la nada.

La mera oferta sí podría soliviantar a los desorientados votantes de un PNV que, en los últimos tiempos, se ha abonado a la política de montaña rusa. A algunos les costará entender por qué se negocia con un partido que excluye de sus desvelos a las inmensas clases medias de este país. Y tampoco Eneko Andueza, con su veto al PP, podrá sentirse ganador de este envite cuando al final el resultado ha sido una desalentadora suma cero.