Bieito Rubido-El Debate
  • Si tuviese la dignidad política que se le supone a cualquier dirigente moderno, civilizado y democrático, Sánchez le estaría preguntando a los españoles si apoyan o no estas medidas a través de unas elecciones anticipadas

Desde el arranque de esta reflexión ya les adelanto que Sánchez no hará ningún caso a lo que aquí se escribe. Por eso sé que no convocará elecciones. Ahora bien, teniendo bien cerca ejemplos de dignidad democrática en países de nuestro entorno –los últimos en Alemania y Portugal–, lo correcto sería que se convocasen elecciones generales ya. Por muchas razones, una de ellas sencillamente operativa: el Gobierno lleva cosechadas noventa derrotas en las votaciones del Congreso de los Diputados. Es la evidencia de que no cuenta con una mayoría parlamentaria. Como tampoco le asiste la mayoría electoral, ya que fue la segunda fuerza en las últimas elecciones, y menos aún representa a la mayoría social. El clamor de la ciudadanía, ante la forma en que el sindicato sanchista malbarata el patrimonio de la nación española, es la mayor y mejor prueba de la carencia de ese apoyo social.

Es, por tanto, una evidencia de que estamos ante un Gobierno débil que cede a los chantajes de aquellos partidos minoritarios que quieren destruir España. Pero es que esas cesiones son medulares para entender un Estado moderno. De ahí que si tuviese la dignidad política que se le supone a cualquier dirigente moderno, civilizado y democrático, Sánchez le estaría preguntando a los españoles si apoyan o no esas medidas a través de unas elecciones anticipadas. No lo hará. El ocupante de la Moncloa es un hombre temeroso. El verdadero Sánchez está más cercano al que huyó de Paiporta y confundió la ira del pueblo con una conjura ultraderechista, que con un líder valiente y comprometido con el bien común.

La situación de España es tan grave que requiere que los ciudadanos se expresen. Estamos cediendo competencias fundamentales del Estado, patrimonio de todos nosotros, que no puede ser que un aventurero las venda para permanecer en un lugar donde la mayoría de los españoles no quieren que siga más. Lo correcto sería volver a colocar las urnas. No lo hará. Se encuentra en estado de pánico. Estamos ante el primer presidente de Gobierno al que la corrupción le cerca desde su propia familia y desde sus colaboradores más próximos. Por eso se mantendrá durante los 28 meses que le restan hasta la convocatoria legal y obligatoria. Se equivoca. Cuanto más tarde en convocar, peor será el resultado para el PSOE y peor será el final de su carrera política, accidentada desde su comienzo.