Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Un silencio estruendoso, una extraña tranquilidad marca los preparativos de este 8-M

El Día de la Mujer, que se celebra mañana, va a ser el más raro de la última década. Mientras otros años la campaña contra el machismo y la desigualdad institucionales comienza con semanas de antelación, los preparativos de esta nueva edición han sido de lo más discretos. Han venido marcados por una extraña tranquilidad, una inusual cautela, un silencio estruendoso. Ni un solo grito se ha oído contra los casos de violencia de género y abuso sexual, contra la prostitución sistémica del capitalismo o contra la corrupción sexista. Ni una palabra contra esos grandes feministas que pasarán a la historia de la lucha por la dignidad de la mujer como son José Luis Ábalos, Koldo García, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero… Ni una mínima condena de ese machismo institucional y ese heteropatriarcado que ellos encarnan como nadie y que de pronto se ha vuelto ‘etéreo patriarcado’, o sea, algo grácil y volátil, invisible e inaprensible, evanescente y delicuescente.

En la capital de España, los lemas resultan de lo más anodinos, escapistas y estratosféricos. El del Movimiento Feminista -‘Mujeres en lucha contra el machismo global’- rehúye explícitamente la referencia local. Y el de la Comisión 8-M no es menos generalista. Es evasivo y elusivo hasta el punto de que se pasa a otra causa: ‘Feministas antirracistas, ¡a las calles! Nos va la vida en ello’. La provocadora coletilla que lo cierra y que calca la agorera consigna de Carmen Calvo en las vísperas del 8-M de 2020, de tan triste y pandémico recuerdo, refleja una contradicción tácita en este feminismo: el obstinado empeño de reafirmarse en un error que costó vidas y que responde a una forma cabezota y genuinamente machista a la hora de hacer política; la del orgullo mal entendido que impide enmendarse y hacer la menor autocrítica. La misma forma machista que lleva a ese feminismo arrogante y tozudo a reivindicar la catastrófica ley del ‘solo el sí es sí’ .

En cuanto a la alusión al racismo en ese pancartero lema, resulta, cuando menos, paradójica en unos días en los que el sanchismo cede al expreso argumentario etnicista y xenófobo con el que la extrema derecha catalana de Puigdemont reclama las competencias en materia de inmigración. Unos días en los que aún resuenan los ecos del chirriante discurso en el que la secretaria del máximo órgano del PNV homologaba con voz de Mari Puri a Sabino Arana con Martin Luther King. Sabino Arana era, por cierto, además de racista y xenófobo, un declarado enemigo de los derechos de la mujer. Pero nunca se ha oído una palabra contra él del feminismo vasco. No hay peligro. Ante los ‘feministas y racistas sin fronteras’ que aquí crecen como las setas, todas calladas. Tenemos un feminismo muy raro y muy líquido en este país.