Teodoro León Gross-ABC
- Como en Blancanieves, no soporta que el espejo lo ponga ante la realidad
Hay quien se escandaliza de que Sánchez esquive el Congreso, al que hurta todos los debates de cierta trascendencia, y desde luego la cuestión militar que estos días se aborda en toda Europa. Bobadas. Por más que el argumento tenga hechuras lógicas en una democracia parlamentaria, resulta absurdo. Sánchez, lejos de eso, es perfectamente coherente. Al empezar el curso político, ya advirtió a los suyos en un Comité Federal que gobernaría «con o sin apoyo del poder legislativo». Le importa una higa el Congreso de los Diputados, más allá del uso instrumental insoslayable. Ha incumplido incluso el precepto constitucional de llevar al Hemiciclo los presupuestos del Estado. Y tan campante. Tampoco debería esperarse nada muy distinto de un tipo que trafica con un traspaso de competencias muy relevantes para el Estado también de espaldas a las instituciones catalanas, negociando no con la Generalitat sino con un prófugo de la Justicia fuera del país. ¿Por qué lo llaman negociar cuando quieren decir mercadeo?
Claro que, en puridad, Sánchez no debería llevar un año sin pisar el Senado y alguna vez, siquiera alguna, podría responder a una de las preguntas que se le plantean en la sesión de control al Gobierno en lugar de burlarse de la oposición mientras Marisú Montero aplaude con el frenesí de quien tiene un exorcismo pendiente. Es lo que establecen los estándares democráticos. Pero Sánchez, cuando anunció su disposición a gobernar sin el Congreso, añadió que éste «tiene que ser más constructivo». No soporta que las Cortes no respeten los principios fundamentales del Movimiento sanchista. Si el Congreso no está dispuesto a rendirse a su excelencia, pues su excelencia no está dispuesto a rendirse al Congreso. Esto es lo que hay. Y al Congreso de usar y tirar que le vayan dando.
A nadie puede extrañarle, en fin, que Sánchez escamotee el debate del cambio en el paradigma militar. Ese ritual escenificaría la gran farsa de esta legislatura: el «somos más». Nunca han sido más, salvo cuando Sánchez se ha prestado a pagar precios altísimos para comprar la mayoría impostada con la que logró la investidura. De ir al Congreso a debatir este asunto, se constataría que esa mayoría tiene más agujeros que un queso emmental. Se llevaría el no de todos los componentes del Frankenstein que denominan ‘progresistas’: Sumar, IU, Podemos, Esquerra, Bildu, Compromís, BNG, Chunta… y además al alimón con el otro extremo. Sólo tendría garantizada la comprensión del centroderecha, como sucede en el Parlamento europeo, con el inconveniente de que Sánchez levantó oficialmente un muro con el PP quemando todos los puentes para colocarlos del lado de la multinacional ultraderechista. Por eso convoca reuniones a puerta cerrada de veinte minutos, con un trampantojo de diálogo. Como en Blancanieves, no soporta que el espejo lo ponga ante la realidad… y el espejo del Congreso le mostraría que esta legislatura ha sido, es y será una farsa.