- En el ámbito nuclear, dada la posibilidad de que el desencadenamiento de la agresión y las respuestas acaben con la vida del país que las sufre, la disuasión entra de lleno en el nivel político de la decisión
La disuasión es como la virtud, o se tiene o no se tiene, no valen los términos medios. Se trata de mostrar al posible agresor que las ventajas que adquiriría mediante su posible ataque no merecerían la pena por las pérdidas que sufriría con el mismo.
También hay que mostrar al adversario disuadido que se tienen los medios para rechazar su agresión y voluntad absoluta, sin ambages, de proceder a la réplica anunciada. La disuasión es una modalidad de defensa y puede ser esgrimida tanto en el ámbito convencional como en el nuclear.
En el ámbito nuclear, dada la posibilidad de que el desencadenamiento de la agresión y las respuestas acaben con la vida del país que las sufre, la disuasión entra de lleno en el nivel político de la decisión. Vemos como en Estados Unidos y en Francia, sobre todo, los presidentes se acompañan de su Estado Mayor particular, con «su maletín», para generar una respuesta nuclear, en su caso; también son regímenes preferentemente presidencialistas.
En otros países, como Israel, prefieren mantener una total ambigüedad sobre su existencia, doctrina de empleo, encadenamiento de decisiones, etc, aunque permanece en la percepción de sus enemigos la posibilidad de su uso si peligra la existencia del Estado judío.
En Europa durante la Guerra Fría han prevalecido las de la OTAN y la URSS que, a pesar de algún sobresalto en los años 80 del pasado siglo, han asegurado la paz en el continente. Europa, además ha sido un peón en la contención de Estados Unidos del expansionismo soviético, jugándose sobre su territorio, en especial sobre Alemania, parte de la estrategia de la Respuesta Flexible (combates convencionales y empleo de las armas nucleares tácticas) y aprovechándose, a su vez, del último recurso nuclear supremo, los sistemas estratégicos norteamericanos, siempre de última ratio.
En la actualidad la OTAN, implícitamente, desarrolla sobre Rusia una estrategia similar, con armas convencionales, nucleares tácticas que implican a varios países europeos (Holanda, Alemania, Bélgica, Italia, y quizás también a Turquía y Grecia); son de propiedad norteamericana, acaban de ser modernizadas (B61-12) y son susceptibles de ser portadas por aviones de los citados países, lo que implica a Europa por su protagonismo en la situación y ejecución de los posibles ataques.
Estos aspectos han hecho prevalecer al continente como campo de batalla potencial, tanto convencional como nuclear táctico, ahorrando siempre a Norteamérica su territorio, a no ser que hubiere un empleo de los sistemas estratégicos, que supondría la destrucción mutua asegurada, y probablemente la del Planeta.
Esta interacción de Europa y Estados Unidos en la defensa de Occidente se viene un tanto abajo con las noticias que llegan de la Administración Trump, y es por las iniciativas de su máximo representante, que dan aparentemente una señal de desvinculación de Estados Unidos con sus tradicionales aliados en la OTAN; el mensaje que llega no es tan grave por el hecho de que sea necesario elevar los presupuestos de defensa europeos, aspecto imprescindible si se pretende tener unas Fuerzas Armadas nacionales acordes con los riesgos y amenazas que desde hace más de una década viene representando la actitud expansiva de la Federación Rusa, sino por la definición de disuasión aludida que debe de carecer de cualquier interpretación que reste voluntad de decisión a su desencadenante.
El presidente Trump está introduciendo en sus reflexiones estratégicas unos componentes comerciales de forma muy directa, de tal manera que no propone soluciones ni alternativas si no van acompañadas de un interés económico, así lo ha hecho en la mayoría de las exigencias que ha planteado, planeando siempre la amenaza de la aplicación de los consiguientes aranceles; la guerra de Ucrania tras la invasión de Rusia es un caso paradigmático y la escenografía del Despacho Oval, un hecho a tener en cuenta.
En lo que respecta a la disuasión que se debe ejercer sobre Rusia para evitar un ataque como el sufrido por Ucrania, pero ya al seno de la OTAN, a un país miembro, las políticas del presidente norteamericano añadirían un parámetro de negociación a su colaboración a la disuasión de la Alianza que perturba las condiciones fundamentales de aquella, debilitando sus factores esenciales y, por lo tanto, su eficacia.
El posible agresor, es decir Rusia, pues la OTAN puede tener presencia, pero no está en sus fundamentos la agresión, lo ha percibido nítidamente y solo su desgaste, su incapacidad operacional, sus finanzas, su situación interna en materia de reclutamiento, e incluso el freno de China para no perturbar aun más su mercado europeo, etc, impiden proseguir con sus proyectos expansionistas.
La llamada a la calma al presidente ucraniano por parte del secretario general de la OTAN, y del primer ministro británico, para que reanude relaciones con Trump, es una visión avanzada de los peligros que corre la Organización Atlántica con las nuevas políticas norteamericanas, de la posibilidad de que su Concepto Estratégico quede obsoleto a tres años de su vigencia, y sobre todo de que la disuasión que ha creado la paz en Europa quede con todo ello debilitada y lo que es peor, que los riesgos se plasmen en hechos.
- Ricardo Martínez Isidoro es general de División (rdo.) Presidente de AEME