David Alandete-ABC

  • La Bolsa anticipa el domingo otro desplome, el Congreso se fractura y hasta sus donantes piden frenar los aranceles, pero la Casa Blanca insiste en que no hay motivo para el pánico
  • Polémica porque el secretario de Comercio dice que se traerán los estándares de producción de China a EE.UU.

Donald Trump regresó este domingo a la Casa Blanca en medio de una presión creciente: los mercados temen un nuevo «lunes negro», las protestas se multiplican en las calles y el Congreso empieza a fracturarse, incluso dentro de su propio partido. Ante este escenario, su equipo desplegó una ofensiva mediática para defender la nueva política arancelaria. Con la Bolsa en caída libre y la incertidumbre extendiéndose, los altos cargos de la Casa Blanca repitieron en todos los canales un mensaje unificado: «no hay motivo para el pánico».

El domingo cerró con un mal presagio para Trump. Mientras su equipo intentaba proyectar calma en los medios, los mercados daban señales de un colapso inminente: los futuros del Dow Jones cayeron más de 1.500 puntos, sentando el tono para la jornada crítica del lunes. Fue la tercera sesión consecutiva en rojo tras el anuncio de aranceles masivos a casi todos los socios comerciales de Estados Unidos, una medida que ya ha borrado más de seis billones de dólares del valor bursátil. El petróleo se desplomó por debajo de los 60 dólares por barril y el precio del bitcoin cayó por debajo de los 80.000.

Los futuros son contratos que permiten comprar o vender un activo (como acciones, petróleo o maíz) a un precio acordado hoy, pero para entregarlo en una fecha futura. Los inversionistas expresan así que creen que el índice bajará cuando el mercado abra. Es una manera de anticipar cómo creen los mercados que será el próximo día de operaciones. Si los futuros bajan mucho un domingo por la noche, como ha ocurrido ahora, suele ser señal de nerviosismo o pánico antes de que abra Wall Street el lunes.

«Lunes negro» fue tendencia en redes sociales durante todo el fin de semana, impulsada por las advertencias de economistas, inversores y medios financieros sobre un posible desplome bursátil similar al de octubre de 1987. El término lo popularizó el analista Jim Cramer, de la cadena económica CNBC, al comparar la caída de las bolsas del jueves y viernes con los días previos al histórico desplome del 22,6 % en una sola jornada hace casi cuatro décadas.

Varios bancos de inversión, como JP Morgan y Deutsche Bank, han advertido de que, si no se corrigen los aranceles o no hay señales de contención, el impacto sobre el mercado y la economía podría derivar en una recesión técnica en el segundo semestre del año.

Trump impuso un arancel general del 10 % sobre todas las importaciones a Estados Unidos, que entró en vigor este sábado 5 de abril. Además, anunció aranceles adicionales, variables de hasta el 34 %, para unos 60 países considerados como los «mayores infractores» comerciales, entre ellos China, India, Japón, Corea del Sur, Taiwán y la Unión Europea. Estos aranceles específicos entrarán en vigor el miércoles 9 de abril.

El presidente se tomó el fin de semana para jugar al golf en un torneo en Florida, cerca de su mansión de Mar-a-Lago. En un gesto poco habitual, abandonó la Casa Blanca el jueves —un día antes de lo habitual— con la intención de proyectar calma ante la incertidumbre económica. Regresó este domingo, justo antes de recibir al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y al equipo campeón de la Serie Mundial de 2024, los Dodgers de Los Ángeles.

El domingo, el equipo del presidente estuvo muy ocupado: lanzó una ofensiva mediática coordinada para contener el nerviosismo provocado por la caída de los mercados y el temor a ese «lunes negro». Varios altos cargos de su gabinete aparecieron en los principales programas políticos de televisión que se emiten los domingos por la mañana para defender los nuevos aranceles y asegurar que la economía estadounidense sigue fuerte.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, negó que se avecine una recesión y comparó la situación actual con los inicios del mandato de Ronald Reagan. Peter Navarro, asesor económico, pidió a los inversores que no vendan sus acciones y prometió una futura recuperación bursátil. Pero quien fue más tajante fue el secretario de Comercio, Howard Lutnick, que en la cadena CBS declaró: «Los aranceles vienen. El presidente lo anunció y no estaba bromeando. Nada va a frenarlos».

Lutnick añadió que más de 50 países han contactado con la Casa Blanca para negociar, pero insistió en que la Administración no contempla aplazamientos ni excepciones. Justificó las medidas como una cuestión de seguridad nacional y como el inicio de una transformación industrial profunda: «Este es el momento en que Estados Unidos toma las riendas de sí mismo. Donald Trump lleva toda su vida hablando de esto, y nosotros estamos aquí para ayudarle a ejecutarlo».

En una de sus frases más comentadas del día, defendió que el objetivo es repatriar la producción tecnológica: «El ejército de millones y millones de seres humanos que atornillan tornillos diminutos para fabricar iPhones… ese tipo de cosas va a volver a Estados Unidos». Para Lutnick, el coste inmediato es el precio de una nueva era industrial.

Esa será de momento la estrategia de la Casa Blanca: mantener el rumbo y pedir a los estadounidenses paciencia en un supuesto reacomodo de la producción nacional, con un efecto positivo sobre la creación de empleo y el poder adquisitivo. Según ha dicho Bessent en otras intervenciones, un aumento de los salarios hará que la inflación carezca de importancia.

Mientras el equipo de Trump insiste en cerrar filas, algunos de sus aliados empiezan a tomar distancia. Elon Musk, uno de los principales financiadores de su campaña, pidió desde una conferencia con líderes de la derecha europea «eliminar todos los aranceles» entre Europa y Estados Unidos. El inversor Bill Ackman advirtió en redes sociales que si no se posponen las medidas, «el riesgo es una recesión, potencialmente severa». Incluso Ben Shapiro, uno de los portavoces más visibles de la derecha mediática, calificó los aranceles de «probablemente inconstitucionales».

Desde el Congreso, la resistencia también gana fuerza. El republicano Don Bacon anunció que este lunes presentará su propuesta para limitar el poder del presidente en materia arancelaria, en paralelo a la que ya tramita el Senado. «Si el mercado sigue en esta dirección, o si suben el desempleo o la inflación, esta ley será imparable», dijo en CBS.

El demócrata Adam Schiff, por su parte, ironizó con la imagen del presidente jugando al golf mientras se desata la tormenta: «Puede que esa acabe siendo la imagen más duradera de su presidencia», afirmó. Añadió que el momento exige respuestas urgentes: «No tenemos tiempo. Esta economía está en caída libre y hay que actuar ya».