- La oposición española casi nada puede hacer en relación a las andanzas de Trump, así que ocúpense del fuego que tenemos en casa: Sánchez y su Frente Popular 2
Las ciudades españolas conservan todavía sus pequeños y encantadores periódicos locales, y espero que por largo tiempo. En ellos publican columnistas y analistas muy admirados y respetados en su pueblo… pero perfectamente desconocidas más allá de los lindes provinciales.
Sin embargo, resulta harto común que esos articulistas se lancen a arreglar el mundo, en lugar de ocuparse de los temas domésticos que tienen cerca. En vez de perorar sobre los jaleos y novedades de ámbito local y regional, se ponen estupendos y divagan sobre Sánchez, Trump, Gaza y otra serie de asuntos planetarios en los que su opinión resulta perfectamente superflua. «¡Se van a enterar en la Moncloa!», advierte alguno con rictus solemne mientras se lanza enfurruñado a aporrear su ordenador, incapaz de entender que esa no es su guerra.
Me he acordado de todo esto al ver a nuestra clase política centrando toda su atención en la guerra arancelaria de Trump, que está sirviendo a nuestro aprendiz de autócrata como cortina de humo para presentarse como un templado estadista.
Gran visión, por cierto, la de Sánchez, que en lugar de ponerse en la larga fila para regatear con Trump y lograr una rebaja arancelaria para España, se planta precisamente en Pekín a hacerse selfies con el archienemigo de EE. UU. (una China dictatorial y que al final del día no nos va a dar ni la hora, pues su receta es atiborrar Occidente con sus productos y comprarnos solo migajas).
El primer partido de la oposición es también víctima del síndrome del periodista de pueblo que quiere ocuparse de Washington, en lugar de lo que le compete. Los aranceles de Trump están siendo utilizados por Sánchez para disfrazarse de político sereno y razonable, y lo último que debería hacer el PP es seguirlo en ese juego.
Feijóo no pinta nada, o casi nada, en la guerra arancelaria. Pero donde pinta mucho es en la lucha para acabar con la nefasta etapa sanchista, que como el propio PP repite, y con razón, ha desvirtuado nuestra democracia y ha rendido los intereses nacionales en el mostrador de los separatistas.
Los españoles no podemos arreglar la guerra arancelaria, un problema que nos supera y excede. De lo que tenemos que ocuparnos y defendernos es de la amenaza que tenemos en casa, donde ahora mismo vivimos una situación de desgobierno, de aflojamiento de los hilvanes de la nación, de demolición de las instituciones y de descontrol del gasto público.
El PSOE y los separatistas van avanzando cada día en su evidente plan de imperio perpetuo del «progresismo», de liquidación de los consensos de la Transición y de creación de una nueva seudo España, donde Cataluña y el País Vasco serían a todos los efectos sendos estados asociados (el lobista prochino Zapatero, uno de los guionistas de esta calamidad, lo va contando ya a las claras en sus entrevistas y conferencias). Ese es el gravísimo desafío que debe combatir la oposición, y también los intelectuales y analistas que piensan parecido a ella, en lugar de hacer el canelo siguiendo a Sánchez en su cruzada posturera y estéril contra Trump.
Ofrecerle apoyo al aprendiz de sátrapa en nombre de un mal entendido «sentido de Estado» supone un clamoroso error táctico, y hasta de principios. Y es que la pregunta brota fácil: ¿Qué «sentido de Estado» cabe aplicar ante aquel que está destruyendo el propio Estado?