- Fue Zapatero quien desató el tsunami que acabó en golpe de Estado en octubre del 17. Al prometer que aceptaría el Estatuto que saliera del Parlamento catalán, afianzó la gran mentira del editorial único, el argumento de la «desafección», la erección de entidades paralelas a las instituciones democráticas
Sánchez no habría sido posible sin Zapatero, quien encaminó definitivamente al PSOE hacia el guerracivilismo como vía más rápida de resucitar el antagonismo extremo de nuestros abuelos. Todo lo construido durante décadas por viejos enemigos reconciliados y por las generaciones que no vivimos la guerra, fructificado en una democracia liberal homologable capaz de servir de modelo a los países europeos que se libraban del comunismo, lo destruyó, quizá para siempre, Zapatero. Un personaje como Sánchez, tan limitado, tan sectario, tan arrogante y vacuo, jamás habría alcanzado la secretaría general de su partido sin que antes este hubiera encumbrado a Zapatero, que mató cualquier residuo de patriotismo o de lealtad constitucional.
Fue Zapatero quien blanqueó a la ETA, y muy especialmente a Otegi. Se falsean sus negociaciones con la banda, en realidad un balón de oxígeno a una partida de asesinos derrotada. Él la resucitó para presentarse a continuación como pacificador, dejando un legado de inmoralidad que reza: el asesinato, la tortura, el secuestro y la extorsión tienen premio. A la madre de Irene Villa le dijo, comparando el atentado con un acto de guerra: «También fusilaron a mi abuelo». Esa frase fijó su bastardía.
Fue Zapatero quien desató el tsunami que acabó en golpe de Estado en octubre del 17. Al prometer que aceptaría el Estatuto que saliera del Parlamento catalán, afianzó la gran mentira del editorial único, el argumento de la «desafección», la erección de entidades paralelas a las instituciones democráticas. Zapatero es responsable último de la quiebra en la convivencia por adoptar para Cataluña las posiciones de un PSC que reclamaba el derecho de autodeterminación (dret a decidir). Hoy sigue ahondando en esa herida, lanzado al ruedo político como un espontáneo. Solo que un espontáneo se juega su vida y Zapatero se vuelve a jugar nuestra convivencia.
Urdió una red de intereses con Marruecos indistinguibles del crudo lobbismo, dando inició a la serie de humillaciones que su sucesor Sánchez ha continuado. A ese respecto, su ministro de Exteriores, Moratinos, fue un conflicto de intereses andante del mismo modo que lo es hoy Albares por sus conyugales vínculos chinos. Con la China trabaja Zapatero ahora, empujando a España hacia el área de influencia de una dictadura comunista que ejerce el más rígido control de la población que han conocido los tiempos. Además, lo hace sirviéndose, como instrumento de negocio personal, de la empresa de sus hijas. De él habrá tomado Sánchez la convicción de que el nepotismo más explícito no es motivo de vergüenza. Ha sido «el príncipe» de la vicepresidenta venezolana, Delcy la maletas, y sus incontables viajes al país hermano lo muestran a las claras como un propio de Maduro. Hasta dio la cara para frenar el clamor tras el último fraude electoral; también está detrás de las coacciones y engaños al legítimo presidente, de cuyo estéril exilio es responsable. Sánchez, agradecido discípulo, respeta su poder: Zapatero tiene la última palabra sobre nuestra política exterior. No hay pozo séptico donde no encontremos a Zapatero.