Ignacio Camacho-ABC

  • La candidatura de Irene Montero es una zancadilla a Yolanda Díaz. La izquierda no puede ir a las urnas bajo tres siglas

Como no es habitual que un partido proclame su candidatura electoral a dos años de las elecciones, la designación de Irene Montero como cabecera de cartel de Podemos ha provocado la inevitable pregunta de si Pablo Iglesias, que es el que sigue mandando ahí, sabe algo que los demás desconocemos. La duda resulta pertinente si se tiene en cuenta que el voto de sus cuatro diputados es decisivo para poner en (o sacar de) aprietos al Gobierno, con el que la agrupación poscomunista viene manteniendo patentes y cada vez más frecuentes desencuentros. Es lógico, pues, que los antiguamente llamados ‘mentideros’ especulen con la posibilidad de que los morados hayan decidido acabar con la legislatura antes de tiempo.

La hipótesis tiene sentido teórico: Iglesias habría dado por amortizado a Sánchez y prepara a sus huestes para una oposición a cara de perro contra la derecha, papel en el que bien podrían adquirir más protagonismo del que les permite la actual correlación de fuerzas. La crisis arancelaria, el giro de la situación geopolítica y la nueva carrera armamentística europea le ofrecerían una oportunidad de aglutinar a los sectores de extrema izquierda frente a un eventual Ejecutivo del PP apoyado por Vox desde dentro o desde fuera. Podemos ya está, de hecho, alejándose de la línea gubernamental tras desempolvar la pancarta del «no a la guerra», y en un escenario de recesión como el de la pandemia se sentiría más cómodo encabezando la agitación callejera.

Pero, sin que quepa descartar esa conjetura, es más probable que el movimiento de Montero vaya dirigido contra Yolanda Díaz, a quien su arrepentido mentor ha puesto la zancadilla al presentarle una candidata alternativa que subraya su irrelevancia política. La indefinición de la líder (?) de Sumar la deja ahora a medio camino entre el seguidismo sanchista y la disruptiva beligerancia ‘podemita’, cerrándole la opción de una tercera vía porque nadie ignora el suicidio que significaría para el conjunto de la izquierda acudir a las urnas dividida en tres o más siglas. El plan tiene como objetivo reventar la amalgama yolandista y obligar a elegir a los Comunes catalanes y a IU, sus principales factores de masa crítica.

Así las cosas, el futuro de Díaz está más cerca del PSOE que de su confuso modelo de sumandos fragmentarios. El aparato de Moncloa no se va a quedar cruzado de brazos; Sánchez tiene ahora otras prioridades –la primordial, estirar este mandato– pero es consciente de que el fraccionamiento electoral equivale a la consumación de un fracaso. Hay dos proyectos en ciernes: integrar a Sumar en la lista del PSOE, con algunos puestos de salida garantizados, o pactar su retirada en las circunscripciones con menos escaños. Y en ambos casos, dejar que Podemos cubra el flanco radical, en solitario o con IU de la mano. Aunque no sea posible saber si como aliado o como adversario.