Editorial-El Español

Sin llegar a la categoría de semana horribilis, al menos desde el punto de vista de su apoyo interno, que sigue siendo alto entre los más rocosos de sus seguidores, sí puede afirmarse sin temor a errar demasiado que el órdago económico y arancelario planteado por Donald Trump al resto del planeta, sin distinguir entre amigos y enemigos, ha tenido un resultado muy diferente al que preveía el presidente de los Estados Unidos.

Lo cual, paradójicamente, podría derivar en un peligro incluso mayor para el resto del planeta a medio y largo plazo dado que podría estimular la agresividad de Trump y desembocar en una necesidad de resultados ‘rápidos’ a costa de la economía mundial.

La imposición de aranceles anárquicos a casi todas las naciones del planeta generó una enorme incertidumbre en las Bolsas internacionales a principios de semana, que se desplomaron el lunes y que provocaron las caídas más pronunciadas del año.

Los mercados se recuperaron a partir del martes y sobre todo a partir del miércoles.

Pero la volatilidad ha seguido siendo extremadamente alta dada la incertidumbre de la sucesión de órdagos arancelarios entre China y los Estados Unidos, que podrían tener consecuencias profundas, todavía por determinar, en el comercio internacional.

Los mercados han recuperado a final de semana algo de los billones de dólares perdidos en capitalización bursátil, pero sin llegar a resarcirse por completo del fuerte golpe sufrido el lunes. El S&P 500 continúa, por ejemplo, un 7% por debajo de los niveles de finales de marzo, y el Dow Jones y el Nasdaq, a pesar de la recuperación de parte de lo perdido el lunes, siguen también por debajo de sus niveles máximos precrisis.

El desplome de las Bolsas tuvo además un efecto secundario inesperado: un fuerte aumento del rendimiento de la deuda estadounidense, lo que hizo sonar las alarmas sobre el coste de financiación del déficit.

La respuesta de Trump a la catástrofe de los bonos estadounidenses fue una suspensión de los aranceles durante noventa días, con la única excepción de China, en un intento de calmar a los mercados. Trump dispone ahora de tres meses para renegociar sus acuerdos comerciales con el resto del planeta, suponiendo que sea eso lo que busque el presidente americano.

La pausa temporal de noventa días en la Primera Guerra Mundial Arancelaria declarada por Donald Trump contra el resto del planeta supondrá sin duda alguna un alivio temporal para los mercados internacionales. Pero el Nuevo Orden Mundial impuesto por Trump, y que es más bien un Nuevo Caos Mundial, ha llegado para quedarse.

La extrema volatilidad de la última semana no desaparecerá, además, ni siquiera en el caso de que las principales nacionales del planeta lleguen a acuerdos bilaterales con la administración americana, puesto que la actual marcha atrás de Trump no parece dictada tanto por una verdadera voluntad negociadora como por el peligro al que se asomaba el mercado de la deuda americano. Un peligro potencialmente letal para su economía.

Parece difícil adivinar, en cualquier caso, qué busca realmente Trump con sus amenazas. Quizá sus medidas, que parecen dictadas más por el habitual populismo impulsivo del presidente que por un cálculo económico racional, logren revitalizar parcialmente la industria americana o equilibrar en parte su déficit comercial.

Pero lo hará a costa de quebrar la confianza de sus socios y de generar una incertidumbre de consecuencias imprevisibles. Trump le ha dado una patada al tablero del comercio y de la economía internacional, y adivinar dónde y en qué posición caerán las piezas es ahora una quimera fuera incluso del alcance de los mejores analistas.

La pausa arancelaria de Trump ha dado un pequeño respiro a la economía internacional. Pero la guerra sigue abierta y los objetivos del presidente americano parecen lejos de haberse conseguido, lo que obliga a la UE, y a España con ella, a extremar la preocupación y a trabajar durante estos tres meses para reducir al máximo la exposición de sus empresas y sus ciudadanos a los caprichos de Trump.