Jon Juaristi-ABC
- El PNV ha renunciado a dar la murga con los apellidos vascos. Mañana, si es necesario, salvará a España
En la Complutense, oigo a los antropólogos peruanos Luis Millones y Renata Mayer disertar acerca de la zarabanda de las identidades en su país. Mencionan el caso de los tallán, una etnia del norte, en el departamento de Piura, que conservó su lengua propia y exclusiva bajo los imperios inca y español, y que ahora impulsa un movimiento secesionista en una de las regiones más ricas de Perú. El nacionalismo de los tallán se parece bastante al de los nacionalistas vascos, les digo. Pero los esposos Millones observan, divertidos, que los descendientes de esclavos negros y emigrantes japoneses, abundantísimos en Piura, también enarbolan orgullosamente la identidad tallán.
No es tan raro. Muchísimos descendientes de inmigrantes al País Vasco y a Cataluña se sienten vascos y catalanes e incluso nacionalistas (no es un comportamiento semejante al de la emigración del llamado Sur Global en naciones como Francia o Alemania). Los independentistas vascos y catalanes incorporan gustosamente en sus filas y confieren cargos políticos a inmigrantes magrebíes o subsaharianos. El PNV no llega a tanto, pero su presidente actual, su portavoz en el Congreso y el lehendakari, que pertenece a dicho partido, son hijos de inmigrantes de otras regiones de España, y a nadie, si no es muy tonto, se le ocurre comentar, como todavía era frecuente hace treinta años, que «los maquetos se están subiendo por el palo de la ikurriña». Está bien que el PNV supere sus xenofobias congénitas, aunque desbarren al felicitarse a sí mismos por ello, como el exsenador Anasagasti («¡Dos negros ganan la Copa para el Athletic, y el Lehendakari es de Burgos!»).
Un amigo donostiarra me reprocha haber escrito que Sánchez ha regalado el palacete parisino de la avenue Marceau al PNV. Era de justicia devolvérselo, dice. Bueno, lo de que fuera de justicia me parece un argumento que se pasa de iusnaturalista –como toda reclamación peneuvista de reconocimiento de derechos–, pero mi amigo se equivoca si piensa que me opongo a ese tipo de concesiones. Por mí, como si les devuelven el Escorial (acabarán por exigirlo, alegando que allí estuvo de fraile jerónimo un antepasado de Aitor Esteban). Y es que en eso consiste la disposición adicional primera de la Constitución vigente, en reconocer y amparar todo lo que para sí reclamen los vascos como derechos históricos, o sea, todo lo que les pete. Estoy convencido de que, a cambio de ello, no habrá defensores más denodados de la Constitución española de 1978 y de la monarquía constitucional que los del PNV. Morirían en su defensa entonando el himno de San Ignacio. Todo antes de perder el chollo. Hoy pasan ampliamente de los ocho apellidos vascos. Mañana salvarán a España. Eso mismo predicaba Sabino Arana Goiri antes de darse a la chicha y a a la coca, como el cholito aquel del villancico peruano.