Resulta irónico que el mismo día en que el Gobierno ha aprobado un anteproyecto de ley para obligar a que las encuestas difundidas durante las campañas electorales incluyan los ficheros de microdatos, el CIS haya publicado un sondeo con resultados aún más inverosímiles que los del anterior.
El CIS revisa al alza en 3,5 puntos porcentuales la intención de voto de Vox con respecto al mes pasado, mientras todos los sondeos recogen la tendencia declinante del partido de Santiago Abascal. Aunque ninguna casa encuestadora le da más del 14% de los votos, Tezanos lo sitúa en el 15,2%.
Los resultados del barómetro se alejan igualmente de la tónica general de las empresas privadas, que coinciden en una victoria clara del PP, siempre por encima del 33%, con un PSOE que nunca pasa del 29% de los votos.
En cambio, según la cocina de Tezanos, el Pedro Sánchez estaría en cabeza con el 32,6%. 4,2 puntos más de lo que pronostica la media de encuestas, de la cual se distancia aún más flagrantemente al conceder al PP 7,7 puntos menos.
Es evidente la operación para inflar a Vox en detrimento del PP, en consonancia con la estrategia polarizadora del Gobierno. Pero resulta simplemente obsceno que José Félix Tezanos le otorgue al PSOE la ventaja más grande (6,5 puntos) que le ha dado en mucho tiempo.
Ante esta impudicia, el Ejecutivo intenta resituar el foco en la aducida transparencia del CIS, argumentando que a diferencia de las encuestadoras privadas, sí hace públicos sus microdatos.
Pero el problema no va de microdatos, sino de la macroinjerencia del instituto público en los procesos electorales, que crece mes a mes. Nada más transparente en este sentido que el sesgo de Tezanos a favor del partido del que sigue siendo militante, y en favor del cual sigue aireando sus censuras al PP.
Y por si este manifiesto conflicto de intereses no fuera suficiente para desacreditar los números del CIS, EL ESPAÑOL ha certificado que de los 62 barómetros que ha publicado desde que asumió su presidencia en 2018, Tezanos ha sobredimensionado a la izquierda 60 veces (es decir, en el 97% de los casos), y ha infraestimado sistemáticamente a la derecha.
Son justamente las credenciales académicas de Tezanos como sociólogo, que Moncloa y Ferraz invocan para defenderlo, las que hacen imposible sostener que las constantes desviaciones del CIS sean fruto de un error.
Al igual que la modificación hasta en dos ocasiones del método de estimación de voto, rompiendo la serie histórica y granjeándose una protesta transversal de los profesionales.
O que el sesgo tendencioso de las preguntas de los barómetros. O que la selección de los temas de las preguntas, oportunamente coincidente con la conveniencia y la agenda del Gobierno.
Por eso, es una tomadura de pelo que Moncloa quiera centrar el debate en los microdatos de las encuestadoras privadas, y no en el macroescándalo de que un sanchista declarado con semejante expediente de desaciertos siga al frente del instituto público.
Y es que lo relevante ni siquiera reside en las cuestiones de precisión técnica. Porque es evidente que las encuestas no sólo reflejan la realidad, sino que también la condicionan. Pero la cuestión es que ninguna tiene la capacidad para condicionarla como el CIS.
Porque ninguna empresa demoscópica privada está en condiciones de elaborar barómetros mensuales con 4.000 entrevistas. Ni de realizar macrosondeos con hasta 27.000 encuestados. Ni puede permitirse gastar lo que un organismo con un presupuesto de 16 millones de euros anuales. Ni puede disponer de la difusión en todos los medios de la que gozan sus encuestas ni, por tanto, de la influencia que ejercen en la esfera pública española.
Una influencia puesta inequívocamente al servicio del PSOE. Porque lo que está haciendo el CIS no es simplemente sobreestimar al PSOE e infravalorar al PP. Sino que está contribuyendo con estas proyecciones a mejorar las perspectivas del PSOE y perjudicar las del PP, al activar entre los electores el efecto psicológico de arrastre del voto, y movilizar los apoyos hacia el percibido como caballo ganador.
Una anomalía democrática mayúscula que ha llevado a Tezanos a ser objeto de una comisión de investigación en el Senado. Y que debería conducirlo eventualmente a ser acusado de malversación ante un tribunal.