Olatz Barriuso-El Correo
- La reacción airada de Sabin Etxea a la última «salida de tono» de Andueza augura una relación mucho más compleja del líder socialista con Esteban que la que tenía con Ortuzar
El PNV no puede permitir que Eneko Andueza se crezca y nos falte al respeto». Quien así habla es un cualificado dirigente jeltzale, convencido de que el tiempo de contemporizar con los bocinazos, más o menos habituales, del líder del PSE-EE para marcar perfil propio y sacar cabeza se ha acabado. Sabin Etxea, con Aitor Esteban recién llegado a la planta noble de la sede central jeltzale, da síntomas claros de que se le empieza a agotar la paciencia con el secretario general de los socialistas vascos, que deliberadamente eligió quedarse fuera del Gobierno -y envió como vicelehendakari a un mucho más discreto Mikel Torres- precisamente para poder elevar el tono frente al PNV a conveniencia sin hacer descarrilar la coalición.
Hasta ahora, la bicefalia al estilo socialista, con un Torres volcado en la gestión y con buen ‘feeling’ con Imanol Pradales y un Andueza que llegó a reprochar en público falta de «impulso» a las consejerías dirigidas por el PNV, ha funcionado más o menos bien. Sin grandes sobresaltos, aunque con cierta inquietud soterrada por un socio al que se veía «crecido» y con el desparpajo necesario no sólo para atribuirse la batuta gubernamental sino incluso para condicionar asuntos absolutamente troncales como la reforma fiscal. De hecho, el líder del PSE lanzó el órdago del veto al PP en una entrevista en EL CORREO y salió victorioso, pese a que los jeltzales no descartaban de saque pactar la revisión tributaria con los populares.
Confluían entonces, hace apenas unas semanas, varios factores. El PNV estaba en ‘stand by’, en proceso de transición entre la ejecutiva saliente y la que acaba de tomar posesión, completamente volcado hacia dentro para evitar que el proceso interno saltase por los aires. Además, y sobre todo, la relación entre el dirigente eibarrés y Andoni Ortuzar era cercana, fluida, de absoluta confianza, y el anterior líder del EBB tendía a tomarse los aldabonazos del socio como un martilleo molesto pero sin mayores consecuencias.
Pero, avisan en el PNV, «Aitor no es Andoni». La airada reacción de los jeltzales, que salieron en tromba este martes a afear a Andueza como una «falta de respeto institucional» que se permitiera el lujo de airear un «tirón de orejas» al lehendakari por la eterna polémica de la conexión del TAV con Navarra, hace augurar una relación mucho más compleja del líder socialista con Esteban que la que tenía con su predecesor. «Cada vez que salga, hay que contestarle», advierten en el PNV, que ve incómodos a los consejeros socialistas con la estrategia de su jefe de filas y cree, además, que se ha cruzado una línea roja, la de cuestionar al lehendakari -un asunto muy sensible para la formación jeltzale- en su ‘casa’, desviando la atención además del consenso inédito para hacer frente a la guerra comercial de Trump.
La sensación de estar asomándose a un abismo, o como mínimo de estar pisando territorio desconocido, es, además, común a los dos socios. En el PNV tienen la impresión de que se abre «una nueva etapa» y que las «salidas de tono» de Andueza no son el mejor punto de partida para allanar el terreno a la relación con Esteban, a quien el líder socialista apenas conoce, y con quien se verá las caras por primera vez de forma oficial el 7 de mayo. El propio Andueza mostró cierta prevención cuando se consumó el relevo en la cúpula jeltzale y confió en que las cosas no cambiasen demasiado con el nuevo jefe de filas.
A su vez, los socialistas comparten la sensación de que se ha echado a rodar una bola de imprevisibles consecuencias. Su versión de los hechos es, obviamente, distinta. Creen, a grandes rasgos, que el PNV da muestras ya de «nerviosismo» a dos años de las elecciones municipales y forales de 2027 y pretende endosar al PSE cualquier asunto engorroso, empezando por los «retrasos» en la ejecución de las obras del TAV o la supuesta inacción de la alcaldesa socialista de Vitoria, Maider Etxebarria, a la hora de impulsar el soterramiento de la alta velocidad en la capital alavesa. Que ayer el burukide alavés y portavoz parlamentario del PNV, Joseba Díez Antxustegi, cargara contra la regidora por este asunto y por el centro de refugiados de Arana -la polémica que provocó el mayor encontronazo hasta la fecha entre PNV y PSE, con Andueza deslizando acusaciones de «xenofobia» contra sus socios- no parece casual. La relación entre ambos ha entrado ya en modo campaña y dos años es mucho tiempo como para poder garantizar que la cuerda no se rompa de tanto tensarse.