A John Adams, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison, George Washington… y Javier Elorrieta.

Eduardo Uriarte-Editores

Resulta difícil para este mal estudiante de económicas ponerse a comentar las iniciativas adoptadas por el presidente Trump. Pero su faceta política, más comprensible en mis limitaciones, me permiten realizar este comentario. Para ello he tenido que superar el shock al observar temeroso las consecuencias casi apocalípticas que todo un presidente de Estados Unidos, con un amplio equipo de asesores, está dispuesto a llevar a cabo, aún a riesgo de pegarse un tiro en el pie y acabar él con la hegemonía de la nación que dice defender.

Sus medidas adoptadas, firmadas en grueso rotulador, o por extemporáneas y a veces contradictorias declaraciones, han roto el tablero geopolítico mundial. Las iniciativas de naturaleza comercial, cuyo centro es la muy mencionada balanza de pagos, transcienden por su dimensión su naturaleza hasta convertirse, en una crisis de inestabilidad económica artificiosamente creada sin precedentes, en un gran conflicto político internacional. Cada día se hace más patente que el objetivo de las medidas de naturaleza económica, y no militares -que podrían llegar con invasiones en Groenlandia, Panamá o donde se le ocurra-, buscan apuntalar, desde una mentalidad nostálgica reaccionaria, la hegemonía del coloso americano hoy en crisis. Pero los medios elegidos por esa mentalidad conservadora y prepotente son impropios y contradictorios con el estado liberal, y referente de centralidad mundial, que ha sido Estados Unidos desde de los años cuarenta hasta la fecha.

Ante las muchas calificaciones que ha recibido Trump me decanto por la que ha usado Gregorio Morán, la de obsceno. Podría calificársele de otras muchas maneras, por mal conocedor de la economía, ni idea de lo que es la balanza comercial, por prepotente, por imprudente, por ególatra, mentiroso ya lo era antes, etc. Pero me decido por obsceno, no sólo por su maleducada mención de los países que le están besando el culo, sino porque hay que ser muy obsceno para convertir el despacho oval, templo de la ilustración republicano-liberal, en un plató de la Fox donde humillar a todo un país aliado atacado por un autócrata, lanzar infundios contra el resto de sus aliados, especialmente contra Europa, y romper toda una historia de libertad que se inició, precisamente, en la revuelta contra el arancel británico del té (1767) a las colonias americanas. Un obsceno, que hace gala del desconocimiento de su propia historia, pues las iniciativas proteccionistas, ensalzando a sólo dos presidentes del pasado, en contradicción con la trayectoria liberal de USA, fueron las que propiciaron el desastre de 1929.

No creo que las esperanzadoras palabras que ha ofrecido a Meloni vayan a fructificar en un acuerdo positivo con Europa, pues sería desdecir todo el mensaje discursivo que ha estado largando desde la campaña electoral, el mensaje victimista de que Europa les roba cuando en gran medida ésta es lo que hoy es por las condiciones que se imponían desde USA. Es cierto que Europa requiere un esfuerzo militar pero no hay que olvidar las limitaciones por parte de USA que padeció Alemania y la repulsa que le producía la Force de Frape francesa, incluidas las limitaciones a las fuerzas españolas en sus conflictos en el norte de África. Las limitaciones militares europeas también son producto en parte de la tutela estrecha ejercida por USA. Ofertaba su esfuerzo militar pero controlaba el desarrollo de sus aliados europeos.  Tutela estrecha, por no citar la anécdota muy significativa en lo político de que la constitución de la Alemania Federal se redactara sobre el capó de un jeep americano. Y no fue mala.

La ruptura de Trump supone el abandono de una Europa a la que desprecia, una Europa atenazada por su burocracia, ideológicamente obsesionada en una transición ecológica mientras en sus puertas tiene lugar una guerra de la que Trump quiere desertar, Esa Europa tiene que reaccionar y proceder a cambios importantes. Ella sola, con populistas de derechas amenazando su integridad democrática, es decir, la razón de ser de la Unión, y con líderes infantiles también a la izquierda, ambos en proceso de erigirse en autócratas elegidos por unas masas infantilizadas.

En lo doméstico, aquí, el Gobierno planea conceder el voto a los dieciséis años, toda una gesta en un Estado que lleva dos años sin presupuestos, con un gobierno atravesado por la corrupción, sin apoyo parlamentario estable, con una judicatura acosada desde todas las plataformas ocupadas por el poder, es decir, sin ninguna capacidad para enfrentarse a la crisis potenciada por el otrora aliado americano. Habría que mirar a lo hecho en Alemania, el acuerdo entre las formaciones democráticas principales, ese es el camino. No podemos aceptar una España como rémora del conjunto democrático europeo en estos graves momentos de acoso por el populismo de Trump.