Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Unos nos largamos por liberales y otros por conservadores, porque en el PP de Rajoy, como en el posterior de Feijóo, como en el anterior de Aznar, las ideas no importan. Solo el poder y el dinero merecen respeto

Me gustaría saber dónde estaba usted cuando Aznar prescindió de Alejo Vidal-Quadras. Y por qué, en un partido que entonces aún contaba con mentes privilegiadas, nadie pareció comprender que Pujol iba forzado a pactar con el PP por mucho menos de lo que Aznar le concedió, puesto que a un Gobierno de perdedores se habría opuesto, para empezar, Felipe González. Para acabar, Pujol no se habría atrevido a forzar una repetición electoral. Pujol y su banda intentaban mantener las formas, no como los atocinados orates que le sucedieron. El Pacto del Majestic no hacía ninguna falta, y no había que ser un lince para verlo. Pero Aznar deseaba realmente casarse con los nacionalistas periféricos, el cáncer de la España democrática. También lo quiso Fraga, a quien vi llorar de emoción glosando la figura ¡de Pujol! Fraga, que se murió siendo un nacionalista periférico.

En el arco que va de aquel dirigente popular gallego al de ahora, todo está teñido de admiración hacia los nacionalistas, de imitación, de colaboración, de cesión paulatina a sus exigencias. El precio innecesario e inaceptable del Majestic incluía la eliminación de la mili (acicate a la Cataluña provinciana y antiespañola), policía de tráfico (otro inicio de proceso), cesiones fiscales (otro más), control de los puertos, etc. Pero lo peor fue el precio secreto, con el que empezaba la columna: privar de la presidencia del PP en Cataluña a Alejo Vidal-Quadras tras varios desplantes: no comunicarle la llegada de Aznar a Barcelona para negociar, publicar bajo la firma de Álvarez-Cascos en portada de La Vanguardia una pieza en la que se llamaba «traidor» a don Alejo, portada que pudimos comentar en su despacho, aún presidente del PP en Cataluña. Le sirvieron su cabeza a Pujol. En las autonómicas de 1999 CiU obtuvo mayoría simple y el PP invistió a Pujol. Nadie engaña así a Aznar, nadie abusa de él hasta ese punto, salvo que él quiera. Vaya si quería.

El ministro José Manuel Soria es un tipo que se negó a verme (no a hablar conmigo, a verme) cuando coincidimos una noche en Intereconomía. Exigió que me enviaran a otra salita antes de entrar él. Dónde estaría usted cuando ese sujeto, encargado con María San-Gil y Alicia Sánchez-Camacho de la ponencia política del Congreso nacional del PP de 2008, mandó a la primera el mensaje: «María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!» Dónde estaría usted cuando se autorizó la luz de gas, cuando se desató la cacería, cuando se abrió la veda contra la mujer que había visto caer asesinado frente a ella a su amigo y compañero de trabajo, el valiente mártir civil Gregorio Ordóñez. Dónde estaría usted cuando aquello se hizo irrespirable y María abandonó el PP, acompañada de muchos otros. Unos nos largamos por liberales y otros por conservadores, porque en el PP de Rajoy, como en el posterior de Feijóo, como en el anterior de Aznar, las ideas no importan. Solo el poder y el dinero merecen respeto.