Tonia Etxarri-El Correo

El PNV llevaba unos cuantos años, desde los tiempos del covid, manteniendo un perfil bastante diluido en la celebración de una fiesta identitaria como la del Aberri Eguna, en la que su afición más ‘pata negra’ siempre ha esperado proclamas de identificación independentista. Por eso el estreno del lehendakari Pradales y del presidente del EBB, Esteban, como nuevos líderes del Gobierno y del partido, había levantado cierta expectación. A pesar de los nuevos tiempos. A pesar de su dependencia de Pedro Sánchez. Y no defraudaron a los más ‘cafeteros’, aunque sus mensajes llegaron a percibirse como una manifiesta impostación. El mantra de que Euskadi es una nación se daba por amortizado. Pero que el presidente de la comunidad más autosuficiente de España, con perdón de Cataluña, después de todos los logros que va consiguiendo de La Moncloa, se arrancara con una referencia al «Estado jacobino y centralista» quedaba muy forzado. «¡No vamos a permitir una Euskadi subordinada!», clamaba. ¿De qué Euskadi estaba hablando? ¿Se dirigía al Gobierno de «Madrid», con quien -salvo algunos desajustes de calendario- se mantiene en perfecta armonía, o se estaba midiendo con Bildu en su pulso independentista?

Si no fuera porque el líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, había asomado la cabeza, el mismo día del Aberri, en una entrevista en EL CORREO, para sentenciar que los denominados derechos históricos, que están perfectamente recogidos en la Constitución, no son una puerta a la independencia, se podría decir que el lehendakari se quejaba de vicio. Forzado por la necesidad de mantener el perfil independentista del día para activar la tensión de una afiliación desactivada.Esteban optó por el medallero para infundir ilusión. Todo lo conseguido para Euskadi se lo debemos al PNV. Pero, vamos a ver, ¿un Estado jacobino hace cesiones ante las autonomías? Es más, ¿un Estado jacobino permite que respiren las autonomías? El caso es que no se les escuchó ninguna crítica a los casos de corrupción que aquejan al entorno del presidente Sánchez. Y tiene unos cuantos. No son inventos de la prensa díscola, sino instrucciones judiciales. Silencio. Entre los asistentes veteranos, algunos críticos que no podían evitar hacer comparaciones con los clásicos. No les gusta la oratoria del nuevo ‘boss’. Dicen que «está en primero de Arzalluz».

Pero la cuestión de fondo estriba en la derivada que piensa seguir el PNV en estos dos años de precampaña. Sienten el aliento de Bildu en su nuca. Están empatados a escaños en el Parlamento vasco. No parece que Esteban tenga mucha prisa, a pesar de las proclamas del Aberri, por sacar adelante la reforma del nuevo estatus. Su socio Andueza ya ha dicho lo suyo. Pero Otegi quiere aprovechar la legislatura de Sánchez para apretar el acelerador, aunque el rechazo a la independencia se haya situado en un máximo histórico del 41% en las encuestas del Sociómetro vasco. Sigue poniendo los cimientos necesarios para hacerle el ‘sorpasso’ a quien ha sido hasta ahora el ‘partido guía’. Se siente en vía libre para seguir haciéndole la pascua al PNV.