La licitación por la Guardia Civil de la compra de balas a una empresa israelí por valor de 6,4 millones de euros ha provocado un nuevo episodio de disenso entre Sumar y la cuota socialista del Gobierno, amortizado con una de las habituales protestas con la boca pequeña de Yolanda Díaz.
Sumar ha denunciado que la adquisición de munición a Israel supone una «vulneración flagrante de los compromisos adquiridos en el seno del Gobierno» el pasado octubre, cuando el Ministerio del Interior anunció que revocaba el contrato a causa del estallido del conflicto en Gaza. Díaz ha exigido una «rectificación inmediata», aunque Interior está decidido a mantener el contrato en vigor.
Pero Izquierda Unida ha ido un paso más allá. Su portavoz en el Congreso, Enrique Santiago, ha asegurado este miércoles que «no descartamos ningún escenario». Una alusión a que abren la puerta por primera vez a que Sumar salga del Gobierno, alegando que la toma de decisiones unilaterales sobre el gasto militar por el PSOE ha causado la crisis más grave de la legislatura.
Sumar, sin embargo, se ha desmarcado rápidamente de esta posibilidad. Según han confirmado fuentes oficiales de su entorno a EL ESPAÑOL, Yolanda Díaz no contempla romper la coalición, porque considera que la estabilidad del «Gobierno progresista» debe prevalecer sobre las diferencias internas.
Es decir, que a la vicepresidenta del Gobierno (que está proclamando una discrepancia expresa con una decisión que se está adoptando también en su nombre, como miembro de un órgano colegiado que es) considera gravísima la complicidad de Moncloa con el «genocidio» israelí, pero no tanto como para que su partido abandone el gabinete.
El lema de Sumar se podría resumir en No a la guerra, sí al Gobierno.
Son ya multitud las ocasiones en las que la vicepresidenta ha escenificado una sentida indignación ante las imposiciones de sus socios de coalición, para luego supeditarse sin mayores consecuencias al trágala del PSOE. Y ahí están los casos del giro sobre el Sáhara, la tributación del SMI o, más recientemente, el plan de rearme.
En este último, Sumar se limitó a hacer constar en acta su desacuerdo con el aumento del gasto militar al 2% del PIB, en el Consejo de Ministros que lo aprobó este martes.
Hasta tal punto ha constatado Pedro Sánchez la mínima resistencia de Sumar que también ahora se permitirá sostener el desafío a su pataleta. Sabedor de que, haga lo que haga con el gasto en Defensa o con el comercio armamentístico con Israel, sus socios no romperán el Gobierno de coalición.
Y es que en Moncloa no ignoran que, fuera del Ejecutivo, Sumar no puede sobrevivir. Teniendo en cuenta que se encuentra, según se desprende del último sondeo de SocioMétrica, en su suelo electoral, con un 6,5% de los votos, es razonable que Yolanda Díaz se aferre al sillón del Consejo de Ministros. Es el único soporte vital capaz de sostener los alrededor de trescientos cargos públicos que dependen directa o indirectamente de la presencia de su partido en el Gobierno.
Queriendo abrir una crisis con el PSOE en el seno del Ejecutivo, lo que ha logrado IU con su posicionamiento es abrir otra dentro de la coalición de partidos que componen Sumar. Y ha desatado una guerra civil en el espacio a la izquierda del PSOE, con IU y Podemos aplicados a hacerle una pinza a Yolanda Díaz.
Más allá de la cuestión de la compra de material militar a Israel, es evidente que, en esta guerra de todos contra todos, computa también el escenario de una convocatoria electoral en algún momento del año que viene. Por eso, a estas fuerzas les conviene empezar a batirse entre sí para acreditar la mayor pureza izquierdista, y competir para ser percibidas como quien más se desmarca más del PSOE.
Pero al margen de la eterna dinámica fratricida de las izquierdas, lo que ha certificado este episodio es que el único proyecto de Sumar es seguir en el Gobierno aún a costa de renunciar a todos sus principios. Si tan en contra está realmente Yolanda Díaz de la orientación de la política exterior del Ejecutivo, la opción más lógica y noble es dimitir.