Mayte Alcaraz-El Debate
  • El desprestigio le engalana a usted. Lo vergonzoso es que ninguna de esas lágrimas es de autocrítica por el daño que ha hecho a esa institución que pasa por ser el garante del cumplimiento de la Carta Magna, y hoy es solo el túnel de lavado donde limpia Pedro todas sus miserias

Cándido Conde-Pumpido está preocupado. El Cándido menos cándido de España está furioso porque los jueces españoles no se dejan doblegar por su «sabiduría jurídica», que es todo menos jurídica: es política. Porque Cándido es un jurista devenido en político. En político socialista; mejor dicho, en político sanchista. Y ahora derrama lágrimas de cocodrilo por el prestigio del Tribunal Constitucional que, según el desolado señor, está sometido a presiones de grupos «políticos, mediáticos y económicos». Es enternecedor escucharle. Le preocupan todas las presiones menos las que él ejerce en el tribunal, que es la más peligrosa, la definitiva. Menos mal que se ha quedado solo en su maniobra para detener la consulta a Europa del caso de los ERE. Ni para hacer una declaración institucional consiguió poner de acuerdo a sus compañeros, que cerraron el debate jurídico sobre la cuestión prejudicial que va a plantear la Audiencia de Sevilla a Europa. De hecho, esta institución empezó a deliberar ayer y durante tres días elevar el borrado del caso ERE a la Justicia europea pese a la presión de Pumpido.

El presidente de la Corte de Garantías se ha abonado al victimismo propio del Gobierno al que sirve. La culpa siempre es de otros. Mire usted, don Cándido, el desprestigio le engalana a usted. Lo vergonzoso es que ninguna de esas lágrimas es de autocrítica por el daño que ha hecho a esa institución que pasa por ser el garante del cumplimiento de la Carta Magna, y hoy es solo el túnel de lavado donde limpia Pedro todas sus miserias. Nadie ha hecho tanto por acabar con la reputación del TC como Cándido a fuerza de politizarlo. Ahora nos anuncia que en verano se va a despachar con la primera sentencia de la amnistía para atender los deseos del verdadero jefe de Sánchez, que es Puigdemont, al que han prometido que con los calores se paseará por Cataluña en olor de ilicitud.

Creía Cándido que era plenipotenciario y solo tendría que reportar ante Félix Bolaños. Pues no. Primero hay unos jueces -los de la Sala Segunda del Supremo y los de la Audiencia de Sevilla, entre otros- que no se venden por los favores del poder. No lo necesitan; para eso ya están Baltasar Garzón, Grande-Marlaska o Álvaro García Ortiz. Y luego, porque la plañidera del TC tiene superiores y están en Europa, allí donde lo de la malversación se la toman tan en serio que probablemente no van a tragar con el enjuague de Cándido y su mayoría progresista a mayor gloria del Sumo Líder. Pueden acabar tumbando su decisión que, apuesten, será favorable a amnistiar al forajido de Waterloo. Porque también los del Supremo elevarán una cuestión prejudicial al Tribunal de Justicia de la UE, como han hecho los magistrados de Sevilla. Su decisión ha marcado un antes y un después. Y ha dejado con las vergüenzas al aire a Pumpido, muy enojado porque le han mojado la oreja por intentar borrar los delitos de Griñán, Chaves y los espabilados de los ERE.

Marine Le Pen usaba el dinero del Parlamento Europeo para sus gastos de partido, y la justicia francesa la ha inhabilitado. Allí no son tan blandos ni desnaturalizan el delito de corrupción política porque sus autores no se hayan metido directamente la pasta en el bolsillo. Bruselas no es la calle Doménico Scarlatti de Madrid. Según la RAE, la definición de cándido es: ingenuo, que no tiene malicia ni doblez. Nada más lejos de este Cándido tan poco cándido.