Francisco Rosell-El Debate
  • Aunque ya no sume, a Sánchez le viene bien Yolanda Díaz como marioneta de función. Ésta no ignora que el tabernero Iglesias anhela desquitarse de la que hizo vicepresidenta para luego traicionarlo como antes con todo quisque al que usó de trampolín: el nacionalista Beiras, el comunista Guerreiro o la podemita Bescansa

Coincidiendo con el primer aniversario de la imputación de su «consuerte», Begoña Gómez, lo que le indujo a protagonizar una retirada estratégica para darle una patada al tablero, y con la nueva citación judicial este viernes de su hermanísimo David, quien va a conocer mejor el despacho de la juez Biezma que él suyo propio, Pedro Sánchez redobla su ofensiva para seguir mandando en estado de excepción. Así, trata de amputar las funciones legislativas y de fiscalización del Parlamento que ya cerró con el COVID, siendo apercibido por el Tribunal Constitucional. A la par, adopta medidas contra la Justicia para descarrilar los sumarios de una corrupción vicaria que, bien por vía parental, bien de partido, confluye en La Moncloa de los Sánchez.

En este sentido, aprovecha que la atención se centra en el Vaticano por la muerte del Papa Francisco para oficiar las exequias del régimen constitucional. A estos efectos, ejecuta el plan que maduró en aquellos cinco días de abril de su fingido adiós. No movido por un amor de Cupido, sino al poder al que se aferra como Sansón a las columnas del templo rugiendo: «¡Muera yo con los filisteos!». Todo ello mientras el Rey, al que no desperdicia ocasión de vejar, y el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ponen rumbo este sábado a la Plaza de San Pedro, y su vicepresidenta y estandarte de Sumar, Yolanda Díaz, se hace la ofendidita por hacerle comulgar con ruedas de molino con su unilateral rearme y con el enredo del armamento que garantizó que no adquiría a la pérfida Israel, luego de consentirle la «marroquinidad» del Sáhara saltándose al Consejo de ministros y a las Cortes.

Ni la «Dama de los Camelos» ni sus cuates iban a desalojar el Consejo de ministros siendo ya Sumar la segunda marca del sanchismo. Aun así, para otorgarle sus cinco minutos de gloria, Sánchez instó ayer al ministro del Interior a rescindir el contrato millonario con la armamentística israelí, pese a haberse publicado en el BOE. Si todo déspota tiene alguien que le justifique en Derecho sus tropelías -llámese Conde-Pumpido-, ¿cómo no disponer de alguien al que le partan la cara por él como a aquel ministril castellano? «Señor -le dijo a su corregidor-, cuando un alguacil traslada una orden de Vuesa Merced, ¿no encarna vuestra misma persona y vuestra misma cara?». «Muy cierto es», le admitió. «Pues sabed -le explicó- que, en el rostro de vuestro alguacil Perico Sarmiento, que es el de Vuesa Merced, estamparon una bofetada». Calmo, como Sánchez con Marlaska, el corregidor contestó: «Pues ahí me las den todas». Así ha capeado Sánchez su tormenta en un vaso de agua con unos socios a los que mintió -vaya sorpresa siendo su lengua oficial- tras comprometerse a ello el 7 de octubre de 2023 a raíz del atentado de Hamas y la respuesta hebrea sobre Gaza.

Aunque ya no sume, a Sánchez le viene bien Yolanda Díaz como marioneta de función. Ésta no ignora que el tabernero Iglesias anhela desquitarse de la que hizo vicepresidenta para luego traicionarlo como antes con todo quisque al que usó de trampolín: el nacionalista Beiras, el comunista Guerreiro o la podemita Bescansa. Para Díaz, no hay mañana sin Sánchez. Por eso, sigue la estela del extinto Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI) de los comunistas Diego López Garrido y Cristina Almeida, tras fracturar Izquierda Unida y montarte un parteaguas a su fundador, Julio Anguita. En un año, el Gobierno ha transitado de la espantá de Sánchez a la tocata sin fuga de Díaz.

Entre cábalas sobre si se rompe o no el Gobierno socialcomunista, Sánchez avanza en su golpe blando y altera las reglas para resistir en La Moncloa como jefe tribal de un frente de izquierdas, pues «más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor», según Benavente En esta tesitura, pasma que el PP se quede mirando el cubilete hasta casi quedar bizco sin reaccionar con contundencia ante una riada de decisiones graves. Valgan tres botones.

De un lado, un rearme que busca cumplir con los compromisos con la OTAN de destinar un 2% del PIB a Defensa, pero también municionar a Sánchez al desviar un buen monto asignado a ciberseguridad y armamento a Telefónica o Indra que, en manos del PSOE, pueden sufragar TelePedro, así como otras antenas. Sacando este bolsón de la supervisión de las Cortes, como impone la Constitución y la Ley de Seguridad Nacional, las célebres cuentas del «Gran Capitán» Gonzalo Fernández de Córdoba a Fernando el Católico serán un juego de niños además de reemplazar heroicas conquistas por turbio amiguismo.

De otro, la Moncloa maniobra para que la corrupción que más le concierne pase de la Fiscalía Anticorrupción a la recién creada al Fiscal de Sala Coordinador de Delitos contra la Administración Pública con un responsable afín a García Ortiz. Además, éste fijará criterio sobre el delito de revelación de secretos que imputa a su jefe y benefactor por las filtraciones sobre el novio de la presidenta madrileña Ayuso. Justo cuando el magistrado del Tribunal Supremo, Ángel Hurtado, ha recibido de EEUU los WhatsApp borrados de los dispositivos del fiscal general.

Ítem más. La ley que prohíbe la fundación Franco franquea la puerta a disolver partidos por motivos ideológicos, según alertan los letrados del Senado en un informe que dictamina como inconstitucional la norma que aprobó el Congreso con la peregrina abstención del PP, pese al aviso del letrado Fernández-Fontecha, purgado por la presidenta Armengol. En función de la mayoría del momento, se podría eliminar al rival que inoportune. Podría darse la paradoja de que los etarras de EH-Bildu, herederos de la ilegalizada Batasuna con el refrendo del Tribunal Constitucional y de Estrasburgo, pudieran, como socios de un Sánchez en apuros, liquidar a Vox o PP. Como corolario, el PSOE planea dominar la Sala del 61 del Supremo, a la que opta José Ricardo de Prada, quien incluyó la morcilla que auspició la moción de censura de Rajoy y que luego anuló el Supremo, competente en las querellas contra los magistrados del Alto Tribunal y en la ilegalización de partidos.

En suma, con España atenta a los funerales del Sumo Pontífice, Sánchez clavetea el féretro de la democracia española. Todo ello por la vía de los hechos consumados y en favor de los delitos perpetrados por quien, con su familia encausada, se jacta que «hoy hay un Gobierno limpio que nació como respuesta a la corrupción», pero que le impide salir a la calle a cuerpo gentil.