Bieito Rubido-El Debate
  • Hay muchos mundos en este mundo. La mayoría son insignificantes. Como los personajes que nos ocupan y preocupan de la vida política. Lo relevante es el protagonista de ese mundo que eres tú. Cada hombre es un mundo, una historia…

El 28 de abril de 2025 formará parte para siempre de nuestra historia emocional. Tal vez en el campo de la política, a la vuelta de un tiempo, se olvidará el efecto gafe que el actual ocupante de la Moncloa posee. Tal vez. Lo dramático con él es el presente. En el futuro será la anécdota de un mal sueño. Habitará en el olvido, si Dios quiere. Una pesadilla pasajera. Sin embargo, todos guardaremos algún momento concreto de ese lunes. Alguien escribió en uno de los muchos grupos de WhatsApp en los que te colocan sin pedirte permiso: «He logrado volver a escuchar el silencio». Quien esto escribía, lo hacía desde su casa de campo en la Galicia interior. Yo no tuve tanta suerte, pero en un momento de la tarde, mientras esperaba el retorno de la luz, también sentí algo nuevo, era más dueño de mi vida, apenas si había ruido alguno. La fugacidad del tiempo era más perceptible. No había nadie en mi casa. Nadie me iba a llamar. No funcionaba la televisión, el móvil no sonaría, el ordenador no ejercía ninguna atracción y la nevera no dejaba emitir su característico ronroneo. Entonces me puse a leer y logré hacerlo como hacía tiempo, desde mi juventud, que no lo hacía.

Fue una tarde de primavera, cuando la espera de la vuelta de la energía eléctrica hizo más largas las horas. Éramos pájaros volando en una enorme jaula de límites difusos. El atardecer en el soleado Madrid acogía la algarabía sana de miles de ciudadanos que hicieron suyas las calles y las plazas. No había que desentrañar ningún misterio de la naturaleza, o tal vez sí. El misterio procedía de la compleja tecnología de los cables que llevan la energía de un lugar a otro. Esos cables, esos caminos, que nos son tan ajenos durante todo el año, salvo el lunes pasado.

Hay muchos mundos en este mundo. La mayoría son insignificantes. Como los personajes que nos ocupan y preocupan de la vida política. Lo relevante es el protagonista de ese mundo que eres tú. Cada hombre es un mundo, una historia, escribió Pavese. Cada uno lo llena con las estupideces y mentiras que quiere. Es tremendo encontrarse solo en una tarde de primavera, sin que nadie te espere, sin que nadie te llame. Mantenerse quieto, sin hacer absolutamente nada. Menos mal que el libro nos rescata con frecuencia y nos permite sobrellevar ese momento de espera y fisgar en los mundos ajenos, cuando no imaginarlos. Porque la vida, no nos engañemos, es un largo tiempo de espera, casi siempre en soledad. También fue una lección más del apagón del lunes.