Cristian Campos-El Español
  • Mientras en España se sigue debatiendo muy seriamente sobre las mentiras de Pedro Sánchez, los motivos del apagón están claros desde el lunes para todos los medios de comunicación internacionales.

Como en los tiempos del franquismo, uno debe abstenerse de consumir los medios de comunicación públicos españoles, o de darle la menor credibilidad a la verborrea de nuestros burócratas en nómina, si quiere saber por qué España se quedó a oscuras el lunes.

Mientras aquí se sigue debatiendo muy seriamente sobre las mentiras de Pedro Sánchez, fingiendo que el presidente añade de vez en cuando una verdad a su mix comunicativo de bulos, falsedades, demagogia, manipulaciones, falacias, patrañas, calumnias y camelos, los motivos del apagón están claros desde el mismo lunes para todos los medios de comunicación internacionales.

El periodista estadounidense Michael Shellenberger, especializado en energía y medioambiente, lo ha explicado en la revista Public de la forma más clara posible.

Dice Shellenberger:

«El Gobierno español miente sobre los apagones. ‘La energía renovable no tuvo nada que ver con los catastróficos apagones en España’, asegura Pedro Sánchez, que insiste en que el verdadero culpable fue un raro fallo técnico no relacionado con la transición energética verde.

El presidente del Gobierno fue más allá y reiteró la oposición de su gobierno a la energía nuclear, de la que dijo que está ‘lejos de ser una solución’.

Pero la causa subyacente del apagón fue la falta de inercia, ese colchón físico que proporcionan las plantas eléctricas tradicionales mediante maquinaria pesada en rotación para estabilizar la red durante fluctuaciones repentinas.

Nuestros sistemas eléctricos están basados en plantas que hacen girar enormes ejes metálicos a miles de revoluciones por minuto, generando electricidad y también proporcionando impulso. Esa masa rotatoria actúa como un amortiguador, resistiendo automáticamente oscilaciones bruscas en la oferta y la demanda.

Cuando una falla o una caída repentina afecta al sistema, esa inercia compra segundos valiosos para que los sistemas de control reaccionen y los operadores aíslen el problema.

En contraste, los paneles solares y la mayoría de los aerogeneradores modernos dependen de inversores, que carecen de masa física y no pueden amortiguar esos impactos.

Es cierto que los gestores de la red eléctrica no han identificado una causa específica que haya desencadenado el apagón, y tanto Red Eléctrica de España como REN (de Portugal) han advertido que un análisis completo de la causa raíz puede tardar semanas. Informes preliminares describen una ‘oscilación muy fuerte’ en la red y sugieren que el evento comenzó con una perturbación inesperada, posiblemente vinculada a una caída repentina en la generación o a un fallo de equipamiento.

Pero eso no cambia el hecho de que a la red española le falta inercia, y que si hubiese tenido más inercia en el sistema, el apagón podría haberse evitado o al menos contenido.

La inercia no es un concepto teórico. Es una propiedad física que proporcionan generadores pesados y rotatorios, como los de las plantas de gas, carbón o nucleares, que de forma natural resisten cambios bruscos en la frecuencia.

El día del apagón, cerca del 80% de la electricidad de España provenía de fuentes solares y eólicas basadas en inversores, que no aportan ninguna fuerza estabilizadora. Con tan pocas plantas convencionales en funcionamiento, la red no tenía prácticamente ningún colchón para absorber ni siquiera un impacto menor.

Cuando ocurrió la perturbación, la frecuencia se desplomó y el sistema se desestabilizó en cuestión de segundos. A diferencia de las redes más antiguas, construidas en torno a masas rotatorias, la red moderna y ultraligera de España simplemente no tenía forma de soportar el desequilibrio repentino.

El operador de la red eléctrica española admitió que fue una ‘pérdida masiva’ de generación de energía renovable lo que desencadenó el apagón, y afirmó que era ‘muy probable’ que la perturbación inicial viniera de la energía solar».

Pero lo que cualquier técnico o para cualquier periodista extranjero mínimamente informado sobre temas de energía sabía desde el lunes será ahora en España objeto de bizantinos debates cuyo resultado final será culpar a las eléctricas, al PP, a la ultraderecha, al capitalismo y al calentamiento global del apagón provocado por la inyección masiva en el mix energético de elevadas dosis de ideología socialista.

Sin embargo, a pesar del extremo cuidado con el que la izquierda española está intentando ocultar su responsabilidad en la catástrofe, Gabriel Rufián ha revelado, sin querer, los motivos del apagón del lunes.

Porque a Rufián le han sacado los colores con un vídeo del 10 de noviembre de 2021 en el que él mismo dice, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, que jamás habría un «gran apagón» en España.

Rufián calificó ese día las advertencias sobre un posible apagón como «bulos de la extrema derecha» y «fantasmas que aparecen en los grupos de WhatsApp».

En su intervención, Rufián aseguró también que era «literalmente mentira» que pudiera haber un apagón por falta de capacidad o de diversificación energética, y dijo que las centrales hidroeléctricas y el sistema eléctrico español, con diez fuentes de energía diferentes, garantizan el suministro.

Y claro, las redes no han tardado en reprocharle su oceánica ignorancia.

Ayer miércoles, para defenderse de los ataques, Rufián publicó en X esto:

El razonamiento, por llamarlo de alguna manera, es muy interesante.

Rufián insinúa que, en todo caso, el apagón no habría sido causado por la «falta de energía», sino por un exceso de energía renovable en el sistema, lo que por otro lado confirma lo explicado por Shellenberger en su artículo.

Luego le echa la culpa del apagón a la codicia de las eléctricas y de la derecha, la habitual chatarra ideológica guerracivilista de la izquierda española.

Pero lo interesante es lo primero.

Veámoslo de otra manera con un ejemplo de política ficción.

1. Rufián dice en el Congreso que a los españoles «nunca les faltará agua» porque la izquierda española está ahí para garantizar el suministro con sus políticas verdes.

2. Al poco tiempo, la incompetencia gestora habitual de la izquierda española provoca un reventón de todas las cañerías de España. Las casas de los españoles se inundan. Se inundan también las calles y los comercios. Los españoles sufren decenas de miles de millones de euros en pérdidas. Mueren ahogados seis españoles. Toda España se queda sin suministro de agua durante 24 horas.

3. Rufián responde entonces: «Como podéis ver, a los españoles no les ha faltado agua. El problema ha sido en todo caso un exceso de agua y la codicia de la derecha, que quiere privatizar un bien de primera necesidad».

La de Rufián es la misma mentalidad del estalinismo. Ese estalinismo que producía millones de coches con los que alardear frente a Occidente, y frente a sus propios ciudadanos, de la asombrosa capacidad productiva de la economía comunista.

Que los coches soviéticos no llegaran nunca a tiempo a los ciudadanos, que las listas de espera fueran astronómicas, que su precio fuera prohibitivo, que su calidad fuera lamentable o que dejaran tirados a los rusos tres veces por día eran problemas irrelevantes derivados de la sobreabundancia provocada por la eficacia de la planificación socialista. Y quien los denunciaba, un fascista.

Exactamente lo mismo que piensa un sanchismo al que el hecho de que la energía llegue o no a los españoles le importa un rábano. Lo único que le importa es poder alardear frente a Occidente (España ya no pertenece a Occidente, sino al Sur Global) de que producimos más energía renovable que nadie.

Que seamos incapaces de gestionar esa renovable, de hacer que esta llegue de forma segura y sin interrupciones al ciudadano, o de evitar apagones a la cubana, es secundario.

Lo que importa es mantener con vida el trampantojo de la presunta prosperidad verde de la ideología socialista.

Han pasado tres días desde el mayor apagón de la historia de España y todavía no ha dimitido ningún ciudadano español. ¡Lo que tiene que aguantar el Gobierno!