Francisco Rosell-El Debate
  • De la misma forma que Carmen Calvo quedó afónica porque le iba la vida en celebrar aquel malhadado 8-M postergando el estado de alarma, Beatriz Corredor, arriesga la canonjía si no antepone los antojos de Sánchez a las leyes de la Física

En el esperpento español de Pedro Sánchez, en el que Valle-Inclán sería escritor realista, hay que tirar de humor, sin tomárselo a broma, claro, para aclarar el Gran Apagón. Sólo se entrevé a través del espejo cóncavo que antaño hubo en el madrileño Callejón del Gato y que da pie al célebre diálogo de Luces de bohemia. Si Max Estrella, con clarividencia de invidente, hace ver a Latino de Híspalis que sus coetáneos «son más ciegos que los que andamos a oscuras», qué opinar de esta lánguida España. Tras restablecerse la luz, continúa ciega y del brazo del lazarillo que se come a puñados las uvas del presupuesto refocilado en el regazo del pueblo español.

Así, tras usar el «momento COVID» para un estado de excepcionalidad perenne que amedrente a la ciudadanía, muchos ironizan con que cualquier día sobrevendrá una invasión alienígena que será oficial cuando «Noverdad» Sánchez la niegue. No obstante, como en el poema de Kavafis Esperando a los bárbaros, se avizoran indicios de que estos seres pueden haber aterrizado y se enseñorean de la España terrícola.

Sin duda, es lo que se colige al oír las manifestaciones alucinógenas de la aparecida presidenta de Red Eléctrica, Beatriz Corredor, a las 72 horas del Gran Apagón, a fin de no perder la soldada estratosférica –546.000 euros del ala– que ingresa por ser amiga de Sánchez y marioneta suya en este organismo paraestatal, luego de naufragar como ministra de Vivienda (propia) con Zapatero. Tras producirse la hipótesis que ya era previsible para sus técnicos y de la que se dio traslado como hecho relevante al ser una sociedad que cotiza en Bolsa, la extraterrestre Corredor, quien antes refutó esa eventualidad, acorde con su Sumo Hacedor, deja hogaño atónita a la opinión pública afirmando que «nuestro sistema es el mejor para volver a funcionar porque, si se va a cero, es el que más rápido se repone». Aten esa mosca por el rabo.

Siendo astilla de Sánchez, Corredor evoca a su jefe de filas en el COVID. Incapaz de contabilizar el número real de víctimas para ocultar su negligencia criminal tras retrasar deliberadamente la declaración de pandemia, facilitaba, por contra, minuciosas cifras (casi con decimales) de los supervivientes que se arrogaba haber salvado. Como diagnosticó Ortega, el ser humano es demasiado estúpido para agradecer que alguien le evite un mal y precisa retorcerse de dolor para luego darle las gracias al causante. Al no concebir más cordones sanitarios que los ideológicos, Sánchez franqueó las puertas a la peste del siglo XXI, mientras infligía sesiones de hipnopedia televisiva para persuadir de que la moribundia era cosa de otros. «¡Coronavirus, oe!», bronqueaba el teleñeco de oro en su revuelta bulera contra la verdad.

De la misma forma que Carmen Calvo quedó afónica porque le iba la vida en celebrar aquel malhadado 8-M postergando el estado de alarma, Beatriz Corredor, arriesga la canonjía si no antepone los antojos de Sánchez a las leyes de la Física. Haciendo caso omiso a sus técnicos de la Red Eléctrica, «corre, corre, que te pillo» Corredor llevó al límite el peso de las renovables hasta hacer saltar los fusibles del sistema evidenciando la perfidia de incrustar comisarios políticos en sitios claves. Por eso, tras paralizar al cuarto país de Europa, el Ejecutivo avala «su trabajo extraordinario» y atribuye este siniestro total a «causas exógenas».

Para poner las cosas del revés, el sanchismo acaricia cobrarse la cabeza –como con tantos servidores del Estado– del director de Red Eléctrica, Eduardo Prieto, quien descartó un ciberataque frente a la tesis de conveniencia que aviva Sánchez. En su terquedad por mostrar al mundo que España podía generar el 100 % de energía renovable, el Narciso de la Moncloa maniobró con la arrogancia imprudente del joven Ícaro que quiso volar tan alto que el sol fundió la cera que sujetaba sus alas. Cayó al mar al desdeñar la ruta segura de su padre Dédalo. Para que no se repita, no pueden mantenerse quienes han propiciado la pifia.

Pero, como el jefe siempre tiene razón –y, si no, se le da para preservar la prebenda–, hay que acudir a su rescate. Así, mientras se desguarnecen las fronteras al narco y avanza la corrupción policial como en el Gobierno, Sánchez impone a la Seguridad del Estado y al CNI vestir su desnudez como ordenó al generalato verde velar por su buen nombre y justa fama en el COVID. En su osadía, alardea estar pez sobre el quid de la catástrofe, pero se da el capricho de déspota de inculpar a «sospechosos habituales», esto es, las eléctricas (como antes, bancos, empresarios, jueces, periodistas… y siempre la oposición).

A este propósito, parafrasea al capitán Renault en la película Casablanca tras convertir La Moncloa en un remedo del «Café de Rick», donde se juega clandestinamente y las ganancias se las lleva de extranjis quien debe perseguir el delito. Es más, al demonizar a las eléctricas, intervenidas de hecho mediante regulaciones de hierro y de un BOE que es como jugar a la rueda de las navajas de las que éstas tratan de parapetarse empotrando expolíticos en sus Consejos, Sánchez dicta, como en Alicia en el país de las maravillas, primero la sentencia y luego el veredicto.

Aun así, muchos se obstinan en no discernir la real naturaleza de Sánchez. Al no gobernar, sino mandar, no resuelve problemas, sino que los multiplica para aferrarse al poder. No puede extrañar que el sátrapa Maduro se felicitara el Lunes Negro del buen momento de relación entrambos. No es que con Sánchez nunca se sepa lo que ocurrirá, es que la gente se resiste a creerlo al engañarse, bien por egoísmo, bien por comodidad.

Tras su redada de «sospechosos habituales», Sánchez echará tierra sobre el escándalo y, como en la reyerta lorquiana, «Señores guardias civiles:/ aquí pasó lo de siempre./ Han muerto cuatro romanos/ y cinco cartagineses»… Y vayan días y vengan ollas, mientras estos extraterrestres le echan la cara de Beatriz Corredor.