Iñaki Ezkerra-El Correo

  • La gente cabal considera compatibles las energías convencionales y las limpias

No. No hay ninguna batalla contra las renovables. No va a ser preciso convertir las placas solares ni los molinos eólicos en víctimas del delito de odio. La gente cabal, que aún queda en este país, las considera perfectamente compatibles con las energías convencionales que, por su naturaleza, aportan una estabilidad al suministro eléctrico que no pueden aportar los generadores que dependen de la luz y del viento. Es eso lo que ha quedado claro en medio de la confusión que rodea al misterio del apagón. El suministro eléctrico que quedó suspendido el fatídico 28 de abril se pudo restablecer gracias a las nucleares francesas y al gas marroquí. Las contradicciones en la política energética del sanchismo se ahondan aún más cuando Teresa Ribera, rimbombante vicepresidenta primera de la Comisión Europea para la Transición Limpia, Justa y Competitiva, apoyaba en febrero de este año un paquete de ayudas de 32.000 millones para prolongar la vida de dos centrales nucleares belgas, o sea, cuando le daba a otro país de la UE lo que le niega al nuestro, lo cual no es limpio ni justo ni competitivo. Contradicciones que llegan al paroxismo más rocambolesco cuando el personaje se convierte en ‘vicepresidenta a la fuga’ de la Eurocámara en el momento en que se inicia el debate sobre el apagón español.

Más allá de su innegable capacidad para poner pies en polvorosa en Valencia, en Bruselas y en cualquier escenario que pueda presentarse comprometido, Teresa Ribera es el rostro de esa utopía botánica y zoológica que ha sustituido en la izquierda al ideal social. Es la explícita abanderada que tiene el PSOE de ese ecologismo y ese animalismo deshumanizados para los que la persona ya no es el centro de atención ni el objetivo a salvar, como lo era en la izquierda clásica. Se trata de un movimiento ideológico que tiene sus siniestros antecedentes históricos y hasta filosóficos. Como ayer la historia para los hegelianos, hoy para ciertos ecologistas el planeta está por encima del individuo. El fenómeno excede, ciertamente, los límites del sanchismo, pero este lo ha abrazado con un entusiasmo que se traduce en las propias formas: como la colectividad humana no importa y está detrás del cambio climático o la Agenda 2030, no hay que darle explicaciones ni en el Congreso ni en el Parlamento Europeo. A todo ello se suma la tradición autóctona de trasladar al debate energético la dialéctica de derecha e izquierda: la energía hidroeléctrica es tan renovable como la eólica o la fotovoltaica, pero (Teresa Ribera ataca de nuevo) «los embalses son franquistas.

No. No hay ningún bando ideológico contra las energías renovables. Más aún, algunos creemos que también deben ser renovables los políticos.