- Titulé mi artículo del 8 de agosto de 2024 «Sánchez está Maduro», y sigue ese camino. Considerar democráticamente normal la situación de España es un espejismo en el que no se debe caer, y menos la oposición. Que el PP y Vox anden a la greña es un error egoísta y, al cabo, suicida
España hoy carece de un Gobierno que merezca ese nombre. La situación no tiene precedentes en una democracia que considerábamos consolidada. Caminamos a velocidad de crucero hacia una emulación de Venezuela. Los Consejos de Ministros son brevísimos porque deciden poco, el Gobierno está a las órdenes de un prófugo, gobierna por decreto-ley como nunca antes, elude el protagonismo del Congreso, para Moncloa el Senado no existe porque no lo maneja, avanza en la desmembración de la Nación, elude sus responsabilidades ante cualquier problema e incumple la Constitución al no presentar Presupuestos. La alegre Alegría declaró que presentarlos sin acuerdo «sería hacer perder el tiempo al Congreso», pero la Constitución señala esa obligación con acuerdo o sin él. En definitiva, Sánchez desgobierna y es desleal con el pueblo español y no digamos con las responsabilidades que debería afrontar.
El desgobierno que padecemos se apuntala en mentiras y en insultos a la oposición. Cuando se le piden cuentas en asuntos tan graves como el gran apagón del 28 de marzo, desentierran contra el PP casos de hace más de dos decenios, como el Prestige, el accidente del Yak 47 o, peor, los atentados terroristas de Atocha. ¡Como si el PP hubiese causado esas desgracias! El Gobierno de Aznar no aplazó las inmediatas elecciones tras los atentados, que hubiese sido legítimo, mientras dirigentes socialistas conocidos aquella noche brindaban con champán. La tónica gubernamental: ocultación y falsedad.
Tras el apagón, el escurridizo Sánchez, huyendo de su responsabilidad, sin explicaciones ni autocrítica, acusó a las operadoras privadas de causar el daño, mintió sobre Red Eléctrica Española y eludió contarnos que en los consejos de administración de Iberdrola, Endesa, Enagas y Naturgy… el Gobierno impuso a destacados socialistas. Se trataba de garantizarles un sueldo público. Esta estrategia de confusión y ocultismo define al desgobierno. No hay Gobierno y trata de que esa tremenda cuestión pase inadvertida. ¿Y cómo cree conseguirlo? Mintiendo y manipulando la realidad.
No llegaron las ayudas a La Palma ni a los lugares afectados por la dana porque Sánchez nunca cumple sus promesas. «Si necesitan algo que lo pidan», una frase para la pequeña historia. Sánchez nos considera idiotas y con alguna razón porque no reaccionamos haga lo que haga; mantiene una estrategia que le da resultado: alzar ese «que viene la derecha» en una Europa en la que el socialismo cada vez es más rechazado. Desde que la preside Sánchez, la Internacional Socialista ha ido a la baja. Aún gobierna en algunos países con coaliciones que desplazan a las opciones ganadoras, como, por primera vez, sucede en España.
Sánchez, además, cuando le conviene, da cancha al antiguo dirigente socialista Tezanos, que decidió su desprestigio cuando convirtió el CIS en una máquina de propaganda gubernamental. Sus encuestas carecen de credibilidad como señalan expertos independientes. Sánchez, en una encuesta infumable, concita ahora más apoyos que antes del gran apagón. Aspira a que el ciudadano crea lo que desmiente su vida diaria, con subida de precios, problemas para llegar a fin de mes y más de noventa nuevas cargas impositivas desde que desgobierna el sanchismo.
Ante un desgobierno desleal con la democracia y con los españoles, la oposición de la derecha anda a tientas. Abducida, engañada. Cree que se enfrenta a una situación democrática normal. No es así. Estamos en puertas de otra martingala: una ley para tratar de salvar a los familiares y amiguetes de Sánchez, con restricciones a las acusaciones particulares y a las denuncias en los medios. Conocimos muchos enjuagues políticos gracias a investigaciones periodísticas, pero el presidente de la nada las limitará o suprimirá. ¿La oposición no tiene nada que decir? ¿Espera al hecho consumado? Así vamos.
Los dos partidos de la derecha, condenados a entenderse, andan a guantazos. Dan carnaza a Sánchez y alejan la alternativa. Cuando llegue, si llega, el plan oculto de Sánchez seremos ya una autocracia en la que no servirá ganar elecciones. Titulé mi artículo del 8 de agosto de 2024 «Sánchez está Maduro», y sigue ese camino. Considerar democráticamente normal la situación de España es un espejismo en el que no se debe caer, y menos la oposición. Que el PP y Vox anden a la greña es un error egoísta y, al cabo, suicida.
Quienes escribimos y leemos este periódico sabemos que no hay comentarista de Vox que no proclame el disparate de que PP y PSOE son lo mismo, lo que supone una ceguera política con repercusiones a medio o largo plazo. No ocurre igual con los comentaristas del PP respecto a Vox, con lo fácil que sería recordar los favores que, por acción u omisión (a veces con extraños errores en votaciones), ha prestado Vox a Sánchez. Pero lo fundamental es que uno y otro partido admitan que un día se entenderán a no ser que deseen un Gobierno internamente enfrentado como parece, acaso sólo parece, el actual. Oposición leal pero no ciega.
Mientras, el ministro López, que no es precisamente una lumbrera, se duele de que se hagan públicos los mensajes entre Sánchez y Ábalos, pero no los condena ni los niega. Le preocupa que se conozcan. Y Puente, el faltón, insulta nuevamente al juez Peinado, como en su día hizo Bolaños, ministro de Justicia, etcétera. La UE advierte a España sobre los ataques a la Judicatura. Pero la UE atraviesa un mal momento. En Bruselas, Teresa Ribera, tan suya, destina miles de millones a ampliar la vida de las nucleares belgas, y aquí decidió cerrarlas. Y doña Úrsula todavía llora a Dolly, su poni, atacado por un lobo.