Gorka Maneiro-Vozpópuli

Quizás lo que llegue a saberse en un futuro próximo tenga relevancia penal

A Óscar López le parece «muy grave» que se hayan difundido «comunicaciones privadas» de Sánchez que el ministro y hombre fuerte del PSOE en Madrid (¿cómo será el débil?) enmarca en «la campaña de bulos y de fango de la derecha y de la ultraderecha». No aclara cuáles son los bulos ni de qué fango habla. Supongo que tendrán el mismo origen que los papeles de Bárcenas pero a la inversa, aquellos papeles filtrados que el PSOE empleó para llegar después a la Moncloa. Y ahora igual se repite la historia pero en sentido contrario.

Meritocracia inversa

Para esto han quedado los ministros en España y especialmente este: para, en lugar de encargarse de aquello para lo que les pagamos, repetir eslóganes y defender el argumentario de Moncloa con poco talento y menos gracia. A Óscar López, otro ejemplo de meritocracia inversa que lo ha llevado a formar parte del gobierno de los peores que nos desgobierna, le gustaría «saber si alguien va a investigar esta filtración como se han investigado otras». Podría denunciarla si quisiera, pero carece de imaginación y no se le ha ocurrido. Es lo que tiene ceñirse a repetir lo que el jefe quiere que se diga con el objetivo de seguir medrando o, al menos, conservar el cargo que obtuvo por su obediencia: que, con el tiempo, cuando uno quiere pensar por sí mismo, en el caso de que quisiera, ya no puede; y se le funden los plomos que un día supuestamente tuvo. Y es que esta gente solo tiene imaginación para seguir en el Gobierno y que Sánchez siga en Moncloa. Y a la plebe nos toca sufrirlos.

Óscar López, apoteosis de la vieja política en el fondo y en la forma, comparaba las filtraciones conocidas este fin de semana con las filtraciones que han llevado al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a declarar como investigado en el Tribunal Supremo por la filtración del correo electrónico que el abogado del novio de Díaz Ayuso envió al fiscal de delitos económicos que lo investigaba, o sea, por la filtración de datos personales de un ciudadano particular por parte de quien tiene entre sus funciones principales proteger los derechos de los ciudadanos. Pero Óscar López no aclara si lo que lo incomodan son todas las filtraciones o sólo algunas; o qué le parece más grave: que el autor sea un ciudadano particular o que lo sea nada menos que el fiscal general del Estado. No hace falta que responda, señoría.

Al parecer, según Sánchez, a un buen socialista le deben gustar los pactos con Bildu, esa organización que se niega a condenar los asesinatos de ETA, incluidos los de algunos socialistas; y que criticar semejantes pactos, como hizo Page, es «tocar los cojones»

Óscar López no dice nada del contenido de los mensajes intercambiados entre el presidente del Gobierno y el que fuera su mano derecha como ministro de Transportes y número dos del PSOE, José Luis Ábalos. Al parecer, no tiene vela en ese entierro, nunca mejor dicho. Pero los ciudadanos agradecemos constatar por escrito lo que ya sabíamos: por un lado, que a Sánchez no le gusta la discrepancia ni la crítica interna; por otro lado, que Sánchez y Ábalos fueron uña y carne, tal como ayer mismo nos recordó García-Page. Y esto sólo de momento, porque los mensajes que se han publicado tienen relevancia únicamente política, y ya es bastante; pero quizás lo que llegue a saberse en un futuro próximo tenga relevancia penal, de esa que facilita que los delincuentes acaben con sus huesos en la cárcel. Quizás dependa de José Luis Ábalos que todo finalmente se sepa.

Emiliano García-Page es uno de los aludidos en las conversaciones de WhatsApp mantenidas entre Sánchez y Ábalos. Porque a García-Page no le gustaron la gestión de la pandemia ni los acuerdos del PSOE con Bildu, y a Sánchez  no le gusta que osen criticarlo en lugar de aplaudirlo con las orejas. Al parecer, según Sánchez, a un buen socialista le deben gustar los pactos con Bildu, esa organización que se niega a condenar los asesinatos de ETA, incluidos los de algunos socialistas; y que criticar semejantes pactos, como hizo Page, es «tocar los cojones». Por eso Sánchez encargó a Ábalos la tarea de silenciarlo. Y a Óscar López no le gusta que semejantes cosas se sepan, como si no se supieran desde hace años. Y añade, amenazante, que no van a consentirlo. Aunque no concreta cómo ni cuándo.

Si hoy es inconstitucional amnistiar a golpistas, mañana puede ser perfectamente legal y necesario para garantizar la convivencia, o sea, para que Sánchez siga en la Moncloa

Otro de los díscolos socialistas al que Sánchez pretendió acallar es Javier Lamban, expresidente de Aragón para los ciudadanos y «ese petardo» para el presidente del Gobierno. Lo pretendió acallar con resultado relativo, ya que este mismo lunes acusó a Sánchez de instaurar en el PSOE «la censura, la presión y la descalificación de la disidencia» en un partido convertido en «un páramo absoluto». García-Page y él son, según Sánchez, «unos hipócritas», quizás por no callarse como se callan otros, modelo de cargo socialista al que aspira convertir en obligatorio. Al fin y al cabo, en el PSOE no se está para pensar sino para repetir el argumentario mañanero, aunque sea contradictorio con el de la semana pasada. Porque si hoy indultar a corruptos es abominable, mañana puede ser una exigencia democrática; y si hoy es inconstitucional amnistiar a golpistas, mañana puede ser perfectamente legal y necesario para garantizar la convivencia, o sea, para que Sánchez siga en la Moncloa. Esto no es ser un hipócrita sino un buen socialista; o, al menos, un buen miembro del PSOE fagocitado por Sánchez.

Así que son todos unos «hipócritas», Lambán es un «petardo», Fernández Vara es «lamentable», Page no hace más que «tocar los cojones» y Susana Díaz «está acabada». Y lo dice aquel al que no le dejan de crecer los procesos judiciales en su entorno, cuyo hombre de confianza está con pie y medio en la cárcel, carece de mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados, es incapaz de aprobar unos presupuestos y depende de Puigdemont para cualquier cosa que haga. Qué manera más triste de estar políticamente vivo: gobernar a cualquier precio.

«Hay que seguir marcándoles», es lo que Sánchez pidió a Ábalos. «Deben ser conscientes de que son una minoría y de que son unos hipócritas: hacen lo que quieren y exigen lo que les viene en gana, aunque sea una enmienda a la totalidad de su día a día político», añade. Su máxima prioridad es controlar lo que se dice en el PSOE, para que todos digan lo mismo, o sea, lo que él decida decir en cada momento.

«He echado de menos muchas veces trabajar contigo, también tu amistad». Todo eran infundios salvo alguna cosa. Sé fuerte, José Luis. «Esa no fue la causa por la que te defenestré», vino a decirle

Tiempo después, tras quitárselo de en medio por razones que todavía desconocemos, Sánchez le escribe a Ábalos mensajes de solidaridad ante los infundios que se estaban publicando: se referían entonces a su vida disoluta y a las compañías alegres que frecuentaba, porque Koldo García todavía no había sido detenido y no se sabía de la trama corrupta de la que hoy tenemos conocimiento. «He echado de menos muchas veces trabajar contigo, también tu amistad». Todo eran infundios salvo alguna cosa. Sé fuerte, José Luis. «Esa no fue la causa por la que te defenestré», vino a decirle.

Todos estos mensajes fueron hallados en un disco duro de Koldo García, incautado en el marco de su investigación; disco duro que a alguien se le olvidó por allí para que nadie lo encontrara ni se filtrara. Será que quien decidió dejarlo allí es copartícipe de una «campaña infame» que Óscar López denuncia para que se sepa lo que ya sabíamos, y, quizás, para que más adelante todos sepamos lo que algunos imaginamos y ellos temen que se sepa.

Por un lado, porque la mayoría ya están «anulados»; por otro, porque ahora son los propios militantes socialistas los encargados de censurar a todo aquel que ose pensar y expresar opiniones distintas a las oficiales

Los mensajes filtrados, que no son para tanto, no descubren nada que no supiéramos. Sánchez demuestra en ellos su amor por la diversidad de opiniones y su alergia a la crítica interna. Y su despiadada forma de comportarse, siempre dispuesto a lograr sus objetivos políticos por las buenas o por las malas. Ahora, según nos dijo Lambán ayer mismo, ya no llama nadie para callar a los críticos: por un lado, porque la mayoría ya están «anulados»; por otro, porque ahora son los propios militantes socialistas los encargados de censurar a todo aquel que ose pensar y expresar opiniones distintas a las oficiales; bendita progresía barata que obedece a pies juntillas a su jefe Pedro Sánchez. Para esto ha quedado el PSOE.