La ministra para la Transición Ecológica ha anunciado este miércoles en el Congreso de los Diputados que, «tras analizar el operador del sistema y todos los datos correspondientes, no se han hallado indicios de que el operador del sistema haya sido objeto de un ciberataque».
Así, casi tres semanas después del apagón general en España y Portugal, el Gobierno ha descartado por fin la tesis del ciberataque, aunque la propia Red Eléctrica ya lo había hecho sólo un día después del apagón. Sin embargo, Pedro Sánchez, mantuvo viva esa teoría. Le interesaba, fiel a su estrategia ensayada en anteriores crisis, apuntar hacia un enemigo externo en el que descargar la responsabilidad del incidente.
Ahora, los técnicos de la comisión de investigación constituida por el Gobierno investigan tres subestaciones privadas ajenas a Red Eléctrica. Y, como informa EL ESPAÑOL, han pedido el listado de los empleados de las eléctricas que estaban trabajando el día del apagón en busca de un «fallo humano» o un «sabotaje interno».
Una vez descartado el ciberataque (¿qué ha quedado igualmente de aquello de «los ultrarricos de las nucleares»?), el Gobierno continúa buscando culpables a tientas en la oscuridad. El foco se está poniendo en el esclarecimiento de las causas del apagón. Pero lo que interesa no es el origen de la incidencia como tal: lo que necesitamos saber es qué hizo caer al sistema.
Porque aunque se comprobase que el origen está en la pérdida de generación de las tres subestaciones de Granada, Badajoz y Sevilla que ha mentado este miércoles Sara Aagesen, lo relevante no sería tanto por qué fallaron, sino por qué se extendió el fallo por toda la red.
La avería de las subestaciones, por circunstancias diversas, forma parte de la normalidad. Cuando se da un exceso de producción con respecto a la demanda (como parece que sucedió con la fotovoltaica antes de la caída), la planta generadora causante de la anomalía se desconecta de la red, para evitar que la sobrecarga desestabilice todo el sistema. Y este reajuste se produce de forma automatizada a cargo de la operadora del sistema (Red Eléctrica), encargada de mantener el equilibrio sincronizando todos los nudos de generación.
La incógnita es, por tanto, por qué no se pudo aislar la caída brusca de frecuencia, desatándose así una desconexión en cascada de la generación que llevó al cero absoluto. Y por tanto lo que se trata de dilucidar es qué falló en ese proceso y por qué no se pudo amortiguar la caída brusca de frecuencia.
Muchos expertos sospechan que es la inadaptación de las infraestructuras de transporte de electricidad al creciente peso de las renovables en el mix energético lo que explica que no funcionasen los cortafuegos que habrían permitido volver a sincronizar las fuentes de generación y reequilibrar la red.
Nada invita a pensar, de momento, que el Gobierno esté por la labor de analizar la cuestión de fondo, que es si el sistema eléctrico está preparado para reajustarse ante contingencias excepcionales, tales como caídas abruptas de la frecuencia como las que se dieron el 28 de abril. Y ello porque ampliar el foco de la indagación supondría arriesgarse a que comparecieran las responsabilidades de Red Eléctrica, cuya presidenta fue elegida por Sánchez, y del propio modelo energético del Gobierno.