Carlos Souto-Vozpópuli
La oposición pelea con adjetivos, mientras el otro juega con dinamita institucional
Desde el humilde punto de vista de este columnista, España ha cruzado su Rubicón. Lo que empezó como una erosión lenta y progresiva de las instituciones hoy se presenta como una transformación descarada del sistema democrático hacia algo más oscuro. El punto de partida de esta debacle comienza con una anacrónica obsesión centrista que aún confunde al PP. Pero si preferimos decir la verdad y aguantar los tomates, el verdadero artífice de este momento se llama Pedro Sánchez.
Por si algún lector simpatizante del PSOE está por abandonar esta columna: que se quede tranquilo, Rajoy también tuvo su parte: fue pacato, timorato y lo siguiente. Gobernó como si la política no existiera; desde la tecnocracia, la abogacía del estado, el miedo a hacer olas. Renunció tácitamente a dar la batalla cultural, dejó crecer al monstruo y cuando llegó el momento de actuar, llegó tarde. Su legado es un vacío que otros supieron llenar con decisión, aunque rumbo al desastre. Y aclaro, me parece un muy buen hombre, como mi tío, que es mecánico dental; pero claro, nunca ha intentado presidir nada.
Pedro Sánchez es probablemente el político europeo con mayor número de contradicciones grabadas en alta definición. Mintió sobre lo que jamás haría, y luego lo hizo con una sonrisa
Sin embargo, hay una diferencia abismal: mientras uno no fue capaz de hacer frente al peligro inminente, el otro aún gestiona la debacle con entusiasmo. Sánchez no es un accidente: es un proyecto. Y no precisamente uno de innovación disruptiva, a menos que entendamos “disruptiva” como sinónimo de “sálvese quien pueda”.
Como todo proyecto autoritario, se sostiene entre dos límites. El primero, ya lo ha atravesado sin dificultad: su propia hemeroteca. Pedro Sánchez es probablemente el político europeo con mayor número de contradicciones grabadas en alta definición. Mintió sobre lo que jamás haría, y luego lo hizo con una sonrisa. Prometió lo que jamás cumpliría, y lo incumplió con entusiasmo.
En el otro extremo, está el límite que aún no ha logrado romper: la justicia. Las pruebas que afloran cada día lo castigan, lo rodean. A él, a su esposa, a su hermano, al suegro y siguen las firmas. Falta que aparezca el perro de la familia en alguna trama de comisiones. Ya no sabemos si tiene algún familiar inocente. Si lo hay, por favor, que dé señales: sería una joya genética.
Aun así, Sánchez resiste. Muchos lo explican por su audacia, por su cinismo, por su carencia total de escrúpulos. Por rodearse, no de expertos, sino de cómplices. Por haber hecho del PSOE una banda de sujetos impúdicos y en una maquinaria corrupta de poder clientelar más que un partido político. Pero la verdad es más simple. Sánchez resiste porque nadie se lo impide.
El Partido Popular, por ejemplo, ha devenido en “partenaire”: acompaña, marca los pasos, pero no incomoda al bailarín principal. Es la oposición de los buenos modales
Aquí entra en escena el verdadero responsable de esta deriva: la oposición. Una oposición tímida, protocolar, decorativa. Que se reúne en la plaza de Colón (sin reventarla tampoco) para sacarse fotos y luego vuelve a casa sin despeinarse. Y para más inri, adjudica la convocatoria a más de cien organizaciones. Vaya por dios, si dividimos a los asistentes por más de cien, cada organización aportó un Fiat 500 lleno de gente. Arman más un coro que un contrapeso. El Partido Popular, por ejemplo, ha devenido en “partenaire”: acompaña, marca los pasos, pero no incomoda al bailarín principal. Es la oposición de los buenos modales. Lo llaman “oposición responsable”, como si la irresponsable fuera a ser menos inofensiva.
Mientras eso no cambie, no hay salida posible. Y no hablamos sólo de partidos. También de ciudadanía, de medios, de jueces, de intelectuales. Todos parecen más preocupados por no romper la porcelana que por salvar a España. La oposición pelea con adjetivos, mientras el otro juega con dinamita institucional.
Lo advirtió George Orwell: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.” En España hemos creado una versión doméstica: la corrupción es empatía, la mentira es estrategia, y la oposición es decoración.
Tiene un conducto directo entre el oído izquierdo y el derecho que hace que cualquier palabra bonita que le lancen cruce su cerebro sin afectarlo. Y lo deja libre para concentrarse en lo único que le interesa
Mientras tanto gobierna un sátrapa pulcro, que se apropia del poder gota a gota, y podría llegar a controlar hasta el conteo de votos en el futuro. Uno que un día, tal vez, nos diga: “Voten a quien quieran, que igual los votos los cuento yo”. Y lo peor es que, si la oposición sigue recitando poesía, quizás lo consiga.
España habla el idioma más bello del mundo. Pero con eso no basta. Pedro Sánchez no se inmuta ante los discursos floridos y las palizas dialécticas. Tiene un conducto directo entre el oído izquierdo y el derecho que hace que cualquier palabra bonita que le lancen cruce su cerebro sin afectarlo. Y lo deja libre para concentrarse en lo único que le interesa: mantenerse en el poder y garantizarse la impunidad.
El PP no usasus armas
Si no se lo combate con armas pesadas, políticamente hablando, (el PP las tiene pero no las usa) cuando se despida, en 2031, dejará tras de sí un país más pobre, más dividido, más asustado y mucho menos libre. Igual que ahora mismo, pero peor.
“La libertad, al perderse, no siempre hace ruido; a veces se va con paso de seda”, escribió Cicerón antes de que Roma se hundiera en manos de los suyos. Que nadie diga que no lo vimos venir.