Chapu Apaolaza-ABC
- Me parecía bello que pudiera cantar en un festival de música una chica a la que los terroristas habían intentado matar en un festival de música
Podríamos preguntarnos qué sentido tiene Eurovisión y el ejercicio de comparar musicalmente a un italiano con uno de Estonia. El concurso siempre puso sobre la mesa la constatación de que Europa no tenía sentido en cuanto era imposible un mínimo consenso en el gusto de los países. Cuando iba en serio, Eurovisión significaba el fracaso de Europa; ahora muestra el fracaso de nuestra civilización entre frikis sin gracia, la barbarie del feísmo y una deformación de los estándares estéticos, artísticos y del mérito hasta una delirante fantasmagoría. Todo se convierte en no sé qué símbolo de excéntricas luchas políticas que nunca llego a comprender del todo: la exaltación de la zorra, el derecho a blandir las tetas como si fueran las porras de la UIP, y lo que le cuelga.
Quedar regular en Eurovisión como quedó la participante española que es de Dos Hermanas –Dos Hermanas de la Melody, Los del Río y aquel mitin de Pedro Sánchez–, es casi un orgullo en una ensalada de ‘nerdies’ de postal donde cantar más o menos bien en una actuación razonable no solo no asegura la victoria, sino que incluso la penaliza. Melody mató el toro de una faena aseada aunque me decepcionara cuando hizo el famoso helicóptero, que yo no sabía lo que era, pero me sonaba a algo como de Nacho Vidal. En todo caso, la derrota eurovisiva, además de ser una digna medalla, entronca con nuestro malditismo y reconforta al pulsar las fibras más profundas de nuestra vergüenza y el autoodio que explica buena parte de nuestra forma de ser autodestructiva. Es una suerte que no nos podamos votar por nosotros porque, si pudiéramos, los españoles votaríamos contra España.
El televoto español en Eurovisión no ha gustado porque le han dado los doce puntos a Israel y andan pidiendo las sales porque la gente apoya a Netanyahu. Igual es que al personal le gusta llevar la contraria y están hasta la coronilla de la turra que le dan, este año contra la participación de la representante de Tel Aviv, la causa palestina, el ‘Desde el río hasta el mar’ de Yolanda y el resto de la matraca española antiisraelí y antisemita por la que Hamás nos manda cestas de Navidad a La Moncloa y nos habría dado ‘twelve points’ sin pensarlo. Me hace gracia que cualquiera de estos frikis que salen a pedir libertad al pueblo palestino y a criticar la discutible actuación de Israel en Gaza duraría un cuarto de hora en manos de Hamás. El día que entraron a fuego en el Festival Nova de Reim, a la candidata israelí, Yuval Raphael, no le dieron doce balazos porque se quedó quieta, escondida bajo los cadáveres de sus amigos asesinados, empapada en sangre y espanto. A mí me parecía bello que pudiera cantar en un festival de música una chica a la que los terroristas habían intentado matar en un festival de música; no sé, llamadme nazi.