- Si en España apareciera una Meloni o un Milei con un partido propio, Vox desaparecería y el PP sufriría para mantenerse a flote. Incluso el PSOE notaría la onda expansiva del terremoto.
¿Por qué Vox, a diferencia de lo que ha ocurrido con la mayoría de sus partidos homólogos en el resto de Europa, ha sido incapaz hasta ahora, no ya de competir por el primer puesto en las elecciones generales, sino de amenazar la hegemonía del principal partido de la derecha?
Y, ligado con lo anterior, ¿por qué el PP es el único viejo gran partido democristiano europeo, junto con la CDU alemana y algún otro ejemplo menor (el Partido Nacionalista de Malta, la HDZ croata o la Nueva Democracia griega), que sigue obteniendo en las elecciones de su país unos porcentajes de voto superiores al de su rival más joven por la derecha?
¿Vivimos en España un crepúsculo de los dioses inverso en el que las nuevas estrellas de Hollywood son incapaces de desbancar a las viejas estrellas del cine mudo? ¿Un país en el que Norma Desmond sube las escaleras en vez de bajarlas?
Lo que necesitamos saber, en fin, es si el fracaso de Vox (en comparación con los buenos resultados de sus partidos homólogos) es mérito del PP o demérito de los de Santiago Abascal.
Porque en Italia gobiernan los Fratelli de Giorgia Meloni.
En Hungría, el Fidesz de Viktor Orbán.
Alternativa para Alemania es la segunda fuerza alemana por detrás de la CDU, pero con cuatro puntos y treinta escaños más que el Partido Socialdemócrata.
Ley y Justicia gobernó Polonia entre 2015 y 2023.
El Partido de la Libertad austriaco ganó las elecciones de 2024 con el 28,8% de los votos, aunque no llegó a gobernar por la alianza de varios partidos menores en su contra.
Marine Le Pen fue segunda en las presidenciales francesas de 2022 con el 41,5% de los votos y es cuestión de tiempo que su partido gobierne Francia algún día.
La Chega portuguesa quedó por detrás de la Alianza Democrática en las elecciones del pasado domingo, pero empatando a escaños (58) con el Partido Socialista.
Más allá de la UE, Donald Trump gobierna en Estados Unidos tras arrollar en las elecciones al Partido Demócrata de Kamala Harris.
Nayib Bukele fue reelegido en 2024 en El Salvador gracias a su política de mano dura contra la delincuencia.
Javier Milei gobierna Argentina con excelentes resultados económicos y su popularidad al alza.
El candidato de Milei, Manuel Adorni, ganó el pasado domingo las elecciones legislativas de la ciudad de Buenos Aires con el 30,13% de los votos.
El propio diario El País titulaba este martes Europa gira (todavía más) a la derecha.
«Las elecciones en Portugal, Rumanía y Polonia consolidan el avance de las fuerzas conservadoras y ultras en la UE» añadían.
Donde «conservadoras y ultras» quiere decir «no socialistas».
Y mientras tanto, en España apenas se oye el cri-cri de los grillos socialdemócratas.
Vox es el principal de los partidos de la nueva derecha internacional, en fin, que no ha conseguido un solo resultado electoral equivalente al de sus homólogos del resto del planeta.
Y eso a pesar de contar con el signo de los tiempos a su favor y la financiación necesaria para ello. Un detalle no precisamente menor.
¿Es España diferente o el que es diferente es Vox?
Intuyo que no ha ayudado a Vox la expulsión de sus mejores cabezas. Tampoco el ascenso a la cumbre del partido de algunos que viven más cómodos en la oposición de lo que lo harían en la Moncloa. Lo mismo le pasaba a Pablo Iglesias. La revolución de salón, eterna y siempre latente por definición, es la zona de confort del rentista.
Vox no ha sabido aprovechar el viento a favor y ha desaprovechado su oportunidad. Eso es todo. O da con la clave en las próximas elecciones generales (no tendrá más oportunidades), o es cuestión de tiempo que sus votantes pasen página, como ha ocurrido ya con Podemos, reducido hoy a herramienta de supervivencia de media docena de líderes irrelevantes.
Es cierto que España llega tarde a todas las grandes tendencias políticas internacionales. Pero han pasado ya los suficientes años como para empezar a sospechar que el techo de Vox podría ser tan sólido como su suelo.
Pero entonces, ¿qué ocurre con esa enorme energía antisocialista que está cambiando el escenario político en toda Europa? ¿Dónde está almacenada esa energía en España?
Está repartida de forma heterogénea. Una parte está en el voto útil del PP. Otra, en Vox. Otra, en Ayuso. Otra, en la abstención. Hay incluso una parte no despreciable de la izquierda, la rojiparda, que podría sumarse a un proyecto de esta índole si le garantizara unos mínimos estatistas.
¿Y si Vox tuviera una Meloni al frente?
El PP lo pasaría muy mal. Su suerte es que la Meloni española está hoy en el PP.
Y nadie de los que está hoy al frente de Vox permitirá que aparezca una Meloni que les desbanque.
Mi sospecha es que no será Vox el partido que canalice esa energía. Que será otra formación que todavía no ha nacido la que capitalice ese desencanto con la política tradicional.
Vox ha abierto el camino y ha sembrado el terreno, pero será otro el que recoja el fruto.
Quizá esa primera oleada de partidos de la nueva política, la de Podemos, Ciudadanos y Vox, haya fracasado, pero sentado las bases para el éxito de sus sucesores.
Es posible. Hay varias opciones para ese partido imaginario. De momento, todas en la derecha.
Iván Espinosa de los Monteros es la opción más evidente. Pero tiene más fácil integrarse en la periferia del PP que fundar un partido de nuevo cuño.
El PP, como dice el economista Jesús Fernández-Villaverde, son dos partidos. «El Partido Nacionalista de Madrid, dirigido por Ayuso, y el Partido de las Clases Medias de Provincias, dirigido por Feijóo. Pero cuando Madrid gire a la izquierda durante la década de los treinta, como han virado Londres y París, y el Partido Nacionalista de Madrid pierda poder, esta coalición, basada en el pragmatismo electoral, saltará por los aires, y los votantes del Partido de las Clases Medias de Provincias se mudarán a Vox o al partido sucesor».
En Cataluña, por cierto, Alianza Catalana lo tiene todo (el racismo, el supremacismo, el egoísmo y el provincianismo) para convertirse en una fuerza hegemónica similar a la CiU de los años ochenta. Me lo decía hace poco un alto cargo del PP. «Ojo con Orriols. Quizá Junts deje de existir en unos años».
Al PSOE, por su parte, le espera una refundación o su transformación, sanchismo mediante, en un Frente Popular «todo incluido»: confederalista, disgregador, insolidario, radical, revolucionario, autoritario y antimonárquico.
¿Seguirán existiendo el PP, Vox e incluso el PSOE en 2035?
No apostaría mi dinero en contra de esa posibilidad. Es lo que está ocurriendo en otros países europeos. ¿Por qué no va a ocurrir en España?