Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • El auténtico meollo de este cónclave será la ponencia política

A principios del próximo mes de julio, el Partido Popular celebrará un Congreso Extraordinario en el que reorganizará su Comité de Dirección, sus Grupos Parlamentarios y su estructura orgánica. Estos cambios, que afectan sobre todo a personas, tendrán un significado porque la asignación de determinadas responsabilidades a un miembro de la organización o a otro, permite traslucir cuál va a ser la orientación estratégica y también la base ideológica que se quiere dar a la primera fuerza del país. Aquí se puede especular sobre los posibles movimientos de fichas que haga Feijóo, pero tratar de nombres y apellidos siempre es espinoso y, por tanto, poco recomendable. Únicamente remarcar que determinados nombramientos y ceses suelen tener un significado que trasciende a los propios afectados y que indican el camino que el presidente considera conveniente seguir a partir del momento de estas decisiones.

Sin embargo, sin minusvalorar la importancia de la distribución de cargos, el auténtico meollo de este cónclave será la ponencia política. Por supuesto, la de estatutos define qué modelo de funcionamiento interno se adoptará y sería recomendable al respecto que las modificaciones que se introduzcan incrementen la participación de las organizaciones locales y de los afiliados en general en la marcha del partido y que a la hora de tomar grandes decisiones se pulse la opinión del conjunto de los militantes, aunque sea sin carácter vinculante, pero que por lo menos sea preceptivo. La digitalización hace que este tipo de consultas se pueda llevar a cabo de manera fácil y rápida.

Cayetana Álvarez de Toledo ha condensado en una sola frase esta argucia. “Uno pregunta qué hora es y la respuesta es: ultra, facha, ultra”

En cuanto a la ponencia política, al igual que en los discursos de apertura y cierre del candidato al liderazgo -utilizo el singular porque parece claro que habrá un único aspirante- es donde, dependiendo de su contenido, enfoque y sustancia, el PP se juega el salir disparado hacia La Moncloa o arriesgarse a una decepción similar a la de las elecciones del año 2023. Uno de los métodos utilizados en las modernas técnicas de comunicación es la fabricación de etiquetas negativas o incluso infamantes que se colocan al adversario sin que éste, por más esfuerzos que haga, se pueda desprender de ellas. Cayetana Álvarez de Toledo ha condensado en una sola frase esta argucia. “Uno pregunta qué hora es y la respuesta es: ultra, facha, ultra”. La asociación permanente y sistemática de las palabras “derecha” y “ultraderecha” en cualquier intervención pública de los dirigentes de izquierda es como un martillo pilón que golpea una y otra vez con ritmo hipnótico hasta quedar grabado en el cerebro de millones de votantes que después depositan en las urnas papeletas de las formaciones “progresistas”.

El Congreso ha de conseguir desmontar este reproche que puede conducir a bastantes electores al fatalismo, a la resignación y a la indiferencia, estados de ánimo que se materializan en abstención o en optar por otras siglas

Desde esta perspectiva, existe un cliché manejado hábilmente por los medios sanchistas y asimismo propagado por muchos potenciales votantes del PP y no digamos por los simpatizantes de su vecino a la diestra, que consiste en afirmar que “Feijóo será un segundo Rajoy”, “Si el PP si gana, no va a cambiar nada”, “El PP es una máquina burocrática sin alma”, “Si el PP necesita a Junts y al PNV para gobernar hará lo mismo que Sánchez” y así sucesivamente. Este estigma existe y opera con eficacia y en la planta séptima de Génova 13 harían mal en ignorarlo o minimizar su alcance. Por consiguiente, el Congreso ha de conseguir desmontar este reproche que puede conducir a bastantes electores al fatalismo, a la resignación y a la indiferencia, estados de ánimo que se materializan en abstención o en optar por otras siglas. Esa no será tarea sencilla porque el período de aplastante mayoría absoluta 2011-2015 en los planos nacional, autonómico y municipal no sólo no se tradujo en el acometimiento de una ambiciosa agenda de transformación y de enderezamiento de los fustes torcidos por Zapatero -obsérvese el homenaje a Isaíah Berlin-, sino que se desperdició en un plácido discurrir de pasividad, indolencia e inanidad que desembocó en el golpe secesionista de octubre de 2017 y abrió paso a continuación a la pesadilla que los españoles sufren desde la torticera moción de censura de 2018.

   Capacidad de arrastre

En este contexto, el PP debe aprovechar la magnífica oportunidad que le ofrece su Congreso para hacer un ejercicio de autocrítica, no en el sentido estalinista, obviamente, sino como expresión inequívoca de que ha reflexionado sobre su pasado y sobre lo sucedido en España a lo largo de los últimos cuarenta y siete años para demostrar que ha aprendido las lecciones de la experiencia y que sus errores de otros tiempos no se repetirán. Lejos de refugiarse en las probadamente fallidas recetas que recomiendan no molestar a nadie y mantener un perfil plano para no despertar rechazo dejando que el poder caiga en nuestro jardín como fruta madura más por el derrumbe del oponente que por nuestros aciertos o por el atractivo de nuestros planteamientos, el PP ha de presentar un proyecto de tal capacidad de arrastre, de tal voluntad de verdadera rectificación, de tal altura moral y de tal compromiso con la puesta en marcha de las reformas estructurales que España necesita en los campos de la educación, la vivienda, la fiscalidad, la separación de poderes, las relaciones internacionales, la energía, la innovación, la osadía y la impunidad de los centrifugadores, la competitividad y el freno a la plaga woke, y la lista no es exhaustiva, que anime a las amplias capas aún saludables de nuestra sociedad a la movilización y les proporcione esperanza y que despierte de su letargo relativista y tiktoquiano a millones de nuestros conciudadanos atrapados en lo políticamente correcto, en los favores gubernamentales alimentados con endeudamiento y en las tóxicas falsedades de la banda más mentirosa que se ha contemplado desde la prehistoria.

Alguno pensará que es más factible instruir a los demás sobre lo que deben hacer que llevarlo a cabo cuando las dificultades arrecian y los obstáculos se agigantan y probablemente tendrá razón. Es por ello por lo que hemos de ser un enorme número de españoles los que hemos de activarnos, salir a la esfera pública y reclamar a los dos componentes de la alternativa posible e imprescindible al actual panorama de degradación que conduce al fracaso a nuestra Nación, que cumplan con su deber, eleven su mirada sobre las miserias presentes y ofrezcan un futuro brillante, posible y convincente en el que los españoles podamos creer y por el que merezca la pena luchar.