- El Real Madrid ha celebrado siete títulos de Champions en este siglo sin ningún incidente, en Francia el PSG gana su primera copa y arde París, algo va muy mal
El Real Madrid es el mejor club de fútbol de mundo (no es una opinión, pues uno además es del Dépor, es un hecho). En este siglo ha ganado siete Champions, a las que se puede añadir la del 2000. Todas las celebraciones se saldaron sin incidentes reseñables. El PSG ha ganado su primera Champions y ha ardido París, amén de graves incidentes en otras ciudades francesas.
El balance de la noche del sábado francesa es tremendo. Al calor de la euforia por la goleada al Inter, jóvenes vándalos ser enfrentaron a la Policía con antorchas y fuegos de artificio, destrozaron un par de tiendas en los Campos Elíseos –que no fueron más porque otras estaban blindadas como para una guerra– y murieron varios jóvenes. Uno fue arrollado por un coche cuando iba en su moto y a un chico de 17 años lo apuñalaron en el pecho en la ciudad de Dax, en Las Landas. Los altercados dejan 559 detenidos, 192 heridos, entre ellos 22 policías y 7 bomberos, y 264 coches quemados.
El ministro del Interior, que sabe de lo que habla, señaló a grupos de «bárbaros», «matones salvajes que salieron a la calle para cometer crímenes y provocar a la policía». Pero Francia se ha vuelto un país tan tontolaba que la izquierda ha puesto a parir de inmediato al ministro por su poco tacto y por señalar a los extranjeros. Por su parte, el petulante figurín que preside la República festejaba en las redes «la gloria del PSG», y mientras las calles ardían ensalzaba que «París es hoy la capital de Europa». Tal vez lo adecuado sería decir que este sábado París fue la perfecta metáfora de los males de Europa.
Francia está enferma desde hace tiempo. Arrastra la mayor deuda pública del continente, que combina con el hecho de que es el país más holgazán, el que menos trabaja. El estatismo y la burocracia lastran la economía y la caja pública. Los presidentes pasan sin acabar de acometer las urgentes reformas que se necesitan. Las clases medias han perdido mucho poder adquisitivo desde la crisis de 2007-2008. La antaño excelente educación de la escuela republicana se ha degradado.
La digestión de la inmigración ha sido un sonado fracaso. No es solo que Francia sea el país europeo con mayor porcentaje de población musulmana (9 millones, el 13% de la población), sino que además no la ha sabido integrar. Hay guetos dominados por imanes radicales, o por señores de la droga, o por ambos. La Policía ni siquiera pisa muchos de los banlieues, los peligrosos suburbios, por los que campa un paro juvenil de más del 50% y una absoluta desesperanza, teñida de resentimiento y odio al propio país. Se calcula que en Francia hay 751 barrios donde directamente no se puede entrar. Zonas sin ley (o algunas con la ley de la sharía islámica integrista). La faz de Francia está cambiando. Cada dos semanas cierra una iglesia y abre una mezquita y las musulmanas tienen más hijos (2,9 por mujer) que el resto de las francesas (1,8).
Francia es un país oxidado, que vive de rentas. Con una política también rota, que no acaba de dar soluciones, pues hay que elegir entre el tecnócrata narcisista que gobierna, que siempre promete más de lo que da; o una izquierda comunistoide antediluviana; o una Le Pen ya gastada y que tampoco está dispuesta a acometer reformas para poner el reloj de Francia en hora y sacudirse la mentalidad funcionarial y el estatismo. De propina, Macron se está cargando el sector más importante del país, la automoción, al espolear, mano a mano con Bruselas, la aplicación miope de un ecologismo que destroza los bolsillos. Por último, y no menos importante, existe una evidente crisis espiritual, cuya punta del iceberg son, como siempre, las políticas contrarias al derecho a la vida.
El PSG ha ganado la Champions con un 60 % de jugadores extranjeros. Su dueño es un multimillonario musulmán catarí. París ha ardido en los festejos, a pesar de un blindaje con 5.400 policías. No hay mejor metáfora de cómo está Francia, la tierra de Montaigne, Descartes, Pascal, Curie, Monet, Proust, Montesquieu, los Lumière, Debussy… Una nación pionera en la aviación, el cine y la automoción, y que hoy ya no inventa ni una receta de crepes.
Pobre Europa. Imposible progresar sin unos principios firmes, una educación de excelencia, ganas de trabajar y una fiscalidad que no sea confiscatoria.