Editorial-El Español
Tras darse de baja del partido voluntariamente, la presunta fontanera del PSOE ha convocado para hoy una rueda de prensa a propósito del revuelo que han levantado las grabaciones que la sitúan intentando sonsacar trapos sucios sobre guardias civiles y fiscales incómodos para el Gobierno.
Hasta ahora, se había limitado a defender la fabulosa versión de que esas conversaciones con empresarios y abogados formaban parte de su trabajo de investigación como periodista, y que en ningún caso está al servicio de las cloacas del PSOE.
Leire Díez ha convocado a los medios después de la reunión que ha mantenido durante casi dos horas este martes en la sede de Ferraz, para intervenir en el proceso del expediente informativo que, hasta ahora, tenía abierto.
El hecho de que el PSOE reaccionara a las graves informaciones sobre los manejos de la fontanera con un tibio expediente informativo resultó cuanto menos sorprendente, tratándose de «una militante que no tiene nada que ver con Ferraz, ni con la organización», según alegó su aparente superior Santos Cerdán.
Como también el hecho de que, sin haber dado por el momento ninguna explicación verosímil al respecto, el PSOE haya recibido en audiencia en su cuartel general a alguien que hablaba en nombre del partido y el Gobierno y que ofrecía pactos con la Fiscalía a personas investigadas judicialmente.
Pero que exigiera comunicar su baja personalmente a Santos Cerdán delata inequívocamente que Leire Díez no es una «militante de base» más, como ha sostenido el PSOE.
¿A cuántos militantes de a pie se les concede el privilegio de tramitar su desafiliación directamente con el secretario de Organización de su partido? Un trato de favor nunca visto hasta ahora en la formación, que ni siquiera se le concedió a un peso pesado como José Luis Ábalos cuando se le expulsó del partido.
Este guante blanco del PSOE con un personaje tan oscuro adquiere sentido a la luz de la información que publica hoy EL ESPAÑOL.
Inquieto sobre el alcance de la información comprometedora sobre miembros del PSOE que Leire Díez pueda atesorar, Ferraz ha sellado un pacto de no agresión con la fontanera.
Al darse de baja como militante, «cualquier medida de carácter orgánico respecto a ella [Leire Díez] queda suspendida». Es decir, queda formalmente desvinculada del PSOE.
Y de esta forma Ferraz puede desentenderse de la gestión del caso fontanera. A cambio de evitar un mayor desgaste, el partido se ha comprometido a proteger a su insigne militante, poniendo a su disposición los recursos jurídicos del partido para su defensa.
Pero por mucho que el arreglo sirva como control de daños para Ferraz y Moncloa, no cabe cerrar en falso este caso, que apunta a una operación de guerra sucia para obstaculizar la labor de la UCO.
No basta con sentenciar que «esta mujer en ningún caso habla en nombre del Gobierno», como ha hecho este martes Pilar Alegría. Resulta incomprensible, después de dos semanas, el silencio del Gobierno. Y en particular de Fernando Grande-Marlaska (el máximo mando del cuerpo al que se habría intentado perjudicar) y de la directora general de la Guardia Civil.
Máxime cuando, de forma más que sospechosa, el Ejecutivo se ha sumado a la campaña de desprestigio contra la UCO, alimentando el bulo de la bomba lapa sobre el capitán Juan Vicente Bonilla, que todavía este martes Pilar Alegría se ha negado a rectificar. Una campaña promovida por la fontanera en coordinación con Ábalos y encaminada a obtener la nulidad de los casos que afectan al entorno del presidente del Gobierno.
Y no es sólo la obligación moral la que emplaza al PSOE a rendir cuentas. También lo aconseja su propio interés político.
Porque Podemos y ERC han registrado este martes una petición de comparecencia de Pedro Sánchez para que dé explicaciones sobre «la inacción del Gobierno ante las prácticas antidemocráticas y corruptas existentes en los cuerpos policiales», considerando que «todo el tiempo que permanece en silencio sobre los audios de esa militante del PSOE es un día perdido para nuestra democracia»,
No se antoja probable que esta escenificación de descontento vaya a mover a los socios de Sánchez a retirarle su apoyo. Pero, sumado a la posibilidad de que Compromís rompa con Sumar por su veto a la comparecencia del presidente en la comisión de la dana, sí añade un elemento de incertidumbre a la ya de por sí frágil mayoría de investidura.