Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli
- Es evidente que la normalidad sólo existe en periodos breves y en áreas geográficas exclusivas, donde están asentadas las que llamamos democracias
El periodismo tiene como causa y efecto de su trabajo la condición esencial de las democracias: la libertad. Así lo escribe con toda autoridad Furio Colombo en su libro Ultimas noticias sobre el periodismo que en su día editó Anagrama. Porque sucede que mientras se expande la información, el gran periodismo escrito parece encaminado a una crisis letal, por pérdida de autoridad y de confianza del público. Afirma nuestro autor que lo que observamos no es un camino sin salida, pero que no todas las salidas son buenas, porque los aliados pueden derivar en cómplices y porque en las inmediaciones del periodismo íntegro acampan fuerzas mercenarias. Resume, después, que desde sus orígenes el periodismo se ha visto amenazado y asediado por cuatro adversarios: la escasez de las fuentes, la fuerza del poder, el riesgo de la censura y el estado de ánimo de la opinión pública.
Pero, si por normalidad se entiende la libre disponibilidad de las fuentes, la abstención de cualquier interferencia de los poderes, la ausencia de cualquier forma de censura y el apoyo de un público que no obstaculiza la difusión de noticias poco gratas o desagradables, es evidente que la normalidad sólo existe en periodos breves y en áreas geográficas exclusivas, donde están asentadas las que llamamos democracias, en las que la noticia está considerada como instrumento de trabajo y bien de consumo.
De modo que un observador atento no puede dejar de considerar que el periodismo es un oficio caracterizado por una fuerte inestabilidad, sometido a turbulencias, presiones y censuras, incluso en los territorios idóneos donde las condiciones históricas y ambientales son más favorables para su cultivo. Tengamos en cuenta que, como subraya Colombo, el periodismo de investigación, única forma de producción original de una noticia que libera al reportero del azar o del seguimiento de la noticia averiguada por otros, ha sido frenado por grandes procesos con exigencia de indemnizaciones enormes a las que los editores consideraron que no podían exponerse.
El gran periodismo escrito parece encaminado a una crisis letal, por pérdida de autoridad y de confianza del público
A todo lo anterior añádase el riesgo de que prevalezcan “campañas” en lugar de crónicas y gritos por encima de los análisis. Doblegarse a las exigencias inmediatas de la opinión y a sus ventoleras furiosas no compensa, pero muchos editores han optado por convertirse en empresarios del espectáculo y han preferido recurrir al sensacionalismo, la extravagancia, la comicidad y el juego como instrumentos para conquistar y mantener la atención del público y ganarse su favor.
Colombo propone volver a pensar algunos aspectos fundamentales del oficio: la identidad social, profesional y cultural del periodista; la definición de las cualidades básicas requeridas para ejercer ese oficio; la definición de interés profesional y de interés nacional y también la de noticia, de manera más precisa, sobrepasando su mera identificación con que “es aquello que alguien está intentando que no se publique”. La cual, a la inversa, garantiza que en términos generales se pueda asegurar que carece de valor noticioso alguno aquello que todos unánimes desean que sea difundido.
Así las cosas, es cada vez más urgente atender la recomendación de Noam Chomsky y “decidirse a educar a los lectores, radioyentes y espectadores en el uso de este ingrediente de la vida, las informaciones, como se hace con los materiales peligrosos e insalubres”. Y los ministros que han seguido embarrando el campo de juego insistiendo a sabiendas de su falsedad en atribuir a la UCO el propósito de atentar contra el presidente Sánchez, cuando La Sexta ya lo había desmentido, deberían ser puestos cara a la pared durante toda la semana en el salón de Plenos del Congreso de los Diputados. Veremos.