Tonia Etxarri-El Correo
La que has liado, pollita. Tú sola o en compañía de algún superior. Con esos ofrecimientos de beneficios fiscales a imputados, hablando en nombre de «los de arriba del Gobierno» y de algún fiscal que podría viajar hasta Dubái, si hiciera falta. Leire Díez, la socialista/periodista que, cada vez que habla, lía un poco más a sus interlocutores, ayer se presentó ante focos y micrófonos para exculpar al PSOE de sus maniobras. En realidad, fueron «faroles», dijo, que se permitió en su exceso de celo por desacreditar a la UCO que investiga presuntos casos de corrupción en el entorno de Pedro Sánchez.
El Gobierno desvía el tiro hacia el PP, que es donde mejor se encuentra el ministro Óscar López, obsesionado con Isabel Díaz Ayuso, que sigue viendo operaciones Kitchen por todas partes. Pero no cuadra el relato. Salvo que Leire se haya vuelto de derechas, la única responsable de los movimientos de espionaje para intimidar a los investigadores judiciales es ella y quien le haya permitido, u ordenado, asumir este papel tan lamentable.
Cada vez que se reivindica como periodista, por cierto, crujen los cimientos del edificio de nuestro denostado oficio porque, con sus prácticas, va mancillando el nombre de la profesión. ¿Desde cuándo una periodista utiliza la figura de los fiscales como pieza de recambio en una negociación con un imputado? Sorprende que las asociaciones y colegios de periodistas estén tan acomodados en su silencio y no se desmarquen de una ‘colega’ que buscaba acabar con la UCO, entre otras cosas. Además de la acreditación del PSOE, debería entregar el carné de periodista en vez de utilizar su título para prácticas tan deshonestas.
El esperpento que se vivió ayer en su comparecencia interrumpida por el comisionista Víctor de Aldama, que tiene información suficiente y se siente amenazado, la llamó mentirosa y acabó en forcejeos, añade otra capa de la cutrez que denuncia García Page.
Pero así está la legislatura. En franca decadencia. Con el bulo de una bomba lapa cuya propagación no se debería acotar a un intercambio de mandobles entre adversarios políticos. Es mucho más grave que eso. En primer lugar porque un Gobierno democrático no puede dedicarse a propagar mentiras, a ver si consigue desactivar los contrapesos. Y, sobre todo, porque la trola del sueño de cometer un magnicidio contra el presidente del Gobierno no puede equipararse a ningún otro dardo. Si La Moncloa necesita presentar a Pedro Sánchez como la víctima de un acoso generalizado, debería hilar más fino. Jugar con la idea manipulada de un atentado denota una frivolidad y una falta de sensibilidad con quienes fueron perseguidos por el terrorismo. Por ejemplo.
Fuera de nuestras fronteras, ni el ‘Times’ se cree las versiones oficiales. Por eso tituló su información diciendo que el Gobierno «acusa falsamente a la Policía de un complot para bombardear el coche del primer ministro». Esto es lo que hay. Podríamos bromear diciendo que vamos a darnos de baja de las plataformas digitales de televisión porque el espectáculo del serial policiaco nos lo sirven en bandeja desde La Moncloa y el PSOE. Pero no hace gracia, la verdad.