Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • El mayor problema del PSOE no es Leire Díez, sino el tipo que en siete años no ha corregido las desigualdades y ha llevado al partido a su máximo descrédito

No, la fontanera, o más bien la pocera, podrá acelerar la caída de Pedro Sánchez, pero no será la culpable de la larga travesía del desierto que aguarda al PSOE cuando pierda el poder. La corrupción va a ser, como otras veces, el factor que despabile a una sociedad amodorrada, el accidente que, por inesperado, altere los plazos y los planes de este “engreído sin fundamento para ello” (acepción 2 del término del diccionario de la RAE que no voy a reproducir aquí).

No, no van a ser las Leires, los ÁbalosAldamaKoldo o Dolset los responsables del hundimiento, sino el fracaso de la que debiera ser la misión fundamental de un partido que se dice progresista: corregir las desigualdades que, tanto en el plano político-territorial como en el social, no solo perduran, sino que en algunos casos se han agravado de forma indecorosa.

Serán Leire Díez y otros los que acaben provocando una situación que convierta en insoportable el día a día de este gobierno. ¿Cuándo? Cuando conozcamos algunas de las inmundicias que todavía se ocultan bajo la tapa de la alcantarilla, que deben ser una cuantas, a la vista de la delicadeza con la que la dirección del partido ha tratado a su pocera.

Leire Díez, pobriña, ha hecho lo único que podía hacer: mantener el artificio. Ante Dios y ante la historia. Periodista de investigación por encima de su cadáver. Y sobre todo frente al juez ante el que se acabará sentando. Para García-Page y Eduardo Madina, entre otros, lo de esta mujer era de expulsión inmediata, pero Santos Cerdán le ha firmado la baja voluntaria. ¡Qué no habrá bajo la tapa!

Enmienda a la totalidad de Bruselas a la gestión ‘progresista’ de Sánchez: ‘A pesar de la recuperación económica los grupos más vulnerables apenas se han beneficiado, lo que pone de manifiesto las disparidades sociales y profundiza la desigualdad intergeneracional’

No debe ser poca cosa, cuando hasta Rodríguez Zapatero ha empezado a tomar distancia. Queda mucha mierda por salir a flote, y el ex presidente es un hombre bien informado. Ya no pone la mano en el fuego por Sánchez y, ¡oh sorpresa!, lo da por amortizado. No solo él. Ya hay quienes ponen nombres encima de la mesa: Óscar PuenteSalvador Illa… Una risa. No por ellos, faltaría más, sino por sus carcajadas, un decir, al verificar el estado de la herencia.

El cúmulo de porquería que aún veremos bajar por las torrenteras de la política anuncia el final de Sánchez y de los que se dejaron arrastrar por el sanchismo. Pero no será incruento. Vamos a ver cómo se intenta esparcir la basura. Para socializar la porquería, retrasar el óbito y, sobre todo, para postergar, o si fuera posible eludir, cualquier debate sobre la situación real del país.

En eso también estaban Leire Díez y sus compinches: en fabricar mierda para distraer. Para que se hablara poco o nada de ese Proyecto de Ley Orgánica para la Ampliación y Fortalecimiento de las Carreras Judicial y Fiscal (sic), sobre el que las principales asociaciones de jueces y fiscales han dejado dicho que “afecta gravemente a principios constitucionales, como la igualdad, el mérito y la capacidad en el acceso a las carreras judicial y fiscal, así como al propio Estado de Derecho, la separación de poderes y, especialmente, a la independencia judicial”. El que quiera entender que entienda.

En eso también estaban Leire Díez y sus compinches: en destruir reputaciones de gentes que, como Virgilio ZapateroManuel AragónEnrique Gimbernat o Agustín Ruiz Robledo, hablan de sentimiento de vergüenza constitucional al referirse al incumplimiento de la obligación legal de presentar los presupuestos o califican de arbitrariedad inconstitucional la ponencia sobre la Ley de Amnistía que ha cocinado Conde Pumpido.

Los datos que nos tira a la cara Bruselas son terribles: «La pobreza infantil sigue empeorando y la escasez de viviendas y su efecto en los precios repercute en la renta disponible de los hogares y supone un reto, especialmente para las familias con bajos ingresos y los jóvenes

Estaban en eso (y otros siguen estando), y en enmascarar el fracaso, la deshonra y la humillación que debiera sentir cualquier progresista tras conocerse el último informe semestral sobre España hecho público por la Comisión Europea: “La pobreza infantil es un importante reto estructural que socava la convergencia social ascendente y la competitividad futura. Más de uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza o exclusión social».

Los datos que nos tiran a la cara Bruselas y Eurostat son terribles: «La pobreza infantil sigue empeorando, con más de uno de cada tres niños afectados y ciertos grupos más perjudicados. Tras un aumento entre 2018 y 2021, la tasa AROPE de los niños disminuyó en 0,8 puntos porcentuales en 2022, antes de volver a aumentar hasta el 34,6 % en 2024». Ningún otro país de la Eurozona llega ni de lejos a este porcentaje de la vergüenza. El segundo es Grecia con un 28%.

La Comisión también insiste en otro de los problemas estructurales que, a su juicio, van a lastrar el crecimiento de nuestra economía: “La escasez de viviendas y su efecto en los precios inmobiliarios repercute en la renta disponible de los hogares y supone un reto, especialmente para las familias con bajos ingresos y los jóvenes”. El Banco de España ya nos recordó que cuatro de cada diez inquilinos destinan el 40% de sus ingresos al alquiler y los servicios públicos, cuando la media de la UE es del 27%.

‘El tiempo se acaba’

En “Por una nueva conciencia social” (Deusto), el ex secretario general de UGT, Cándido Méndez, señala que los universitarios que están en riesgo de pobreza son ya 1,4 millones, muchos de los cuales, cuando pretenden acceder a un puesto de trabajo, son rechazados por sobrecualificación. Este debe ser uno de los saludables efectos de la reforma laboral.

Los progresistas, además de dejarse acunar por ese adormecedor susurro galaico de Yolanda Díaz, debieran saber que el último informe del Gabinete de Estudios de la Unión Sindical Obrera (USO), citado aquí por José María Tripier, desmonta la gran mentira del empleo, cifrando en 3,8 millones las personas que no están ocupadas en España (1,3 millones más que el registro oficial del SEPE); que en 2023 se batió el récord de despidos (datos del Ministerio de Trabajo), y que estos afectaron especialmente a los jóvenes y a la pequeña y mediana empresa; y que según la  Encuesta de Estructura Salarialel sueldo anual medio de los trabajadores españoles fue de 26.467 euros anuales en 2023, por debajo de los 28.892 euros reales de 2008, ¡quince años atrás!

También debieran saber que el ingreso per cápita de España (renta disponible) fue de 16.800 euros anuales, lo que se sitúa en el 86,6% de la media de la Unión Europea de los 27 (en 2008 España estaba prácticamente en la media de la UE). Esto es, un 13% menos. Solo dos comunidades están por encima de esa media, País Vasco y Madrid. Por razones bien distintas que tienen que ver con lo antes mencionado: los privilegios, el trato desigual en el plano político-territorial.

Podríamos seguir, pero mejor dejarlo aquí. Llevan siete años en el gobierno, y no reconocen ningún error. Ni los efectos nocivos de una legislación que ha retirado del mercado millones de viviendas de alquiler y encarecido los precios, ni mucho menos el impacto de normas en exceso ideologizadas que lo que han ocasionado, como se está revelando, es el reparto del empleo existente en lugar de crear nuevos puestos de trabajo. Resultado: más pluriempleo (687.200 trabajadores pluriempleados) y salarios más bajos.

El final de Sánchez no será incruento. Se quiere esparcir la basura para socializar la porquería, retrasar el óbito y, sobre todo, para postergar, o si fuera posible eludir, cualquier debate sobre la situación real del país

En el informe semestral antes citado, la Comisión Europea subraya lo siguiente respecto a España: “A pesar de la recuperación económica y el buen desempeño del empleo, los grupos más vulnerables apenas se han beneficiado, lo que pone de manifiesto las disparidades sociales y profundiza la desigualdad intergeneracional”. También, al hilo de las noticias que apuntan a una ineficiente gestión de los fondos Next Generation EU y las 158 reformas comprometidas y aún pendientes, Bruselas avisa de que, “con poco más de un año disponible hasta la fecha límite de agosto de 2026, el tiempo se acaba”.

Pero no hay nada que temer. El gobierno más progresista de Europa, y probablemente de la historia, lo tiene todo bajo control. Ayer, antes de presidir con esa ridícula escenografía vaticanista la Conferencia de Presidentes, Pedro Sánchez (le falta llegar a los actos en papamóvil), con su habitual descaro, con esa osadía que le caracteriza, nos dijo que a nuestra economía no se le puede poner ni un pero, que en la OCDE nos miran con arrobo, que gracias a su gestión el turismo va como un tiro. En definitiva, que España es un ejemplo para el mundo.

No, el mayor problema de los progresistas no es Leire Díez. El problema son todos los que se llaman progresistas y siguen dando pábulo al tipo cuya gestión, cuando se audite a fondo, se comprobará hasta qué punto ha obstaculizado la batalla contra la desigualdad, al sujeto que va a llevar al PSOE a sus más bajos niveles de crédito, a este engreído sin fundamento.