- Lo más grande es que estos diplomáticos a los que Napoleonchu quiere recordar en una placa sufrieron la represalia del Gobierno republicano, porque el 21 de agosto de 1936 el Gobierno del Frente Popular decretó la disolución de la Carrera Diplomática
No me da la vida para contar las picias sectarias del ministro Albares. La última es verdaderamente notable. Porque ni por sectarismo se puede llegar hasta donde va a plantarse mañana lunes a las 11:00 de la mañana nuestro ministro de Asuntos Exteriores.
A esa hora y en la sede del Ministerio que hay en la plaza del Marqués de Salamanca Napoleonchu va a desvelar una placa «en homenaje a todos los diplomáticos y personal del Servicio Exterior que permanecieron leales a la democracia frente a la dictadura franquista». Francamente, no tengo muy claro qué necesidad hay de hacer una reivindicación así, con un listado elaborado por uno de los historiadores más sectarios de nuestro panorama cultural —que ya es decir: Ángel Viñas.
La realidad es que la Carrera Diplomática, prácticamente en bloque, pese a las dificultades de comunicación e información de 1936, estuvo de parte del Alzamiento Nacional. Más incluso que la Judicatura, sólo superados por el gremio de los toreros, en el que no se conoce uno solo que se alineara con el Gobierno. Quizá los diplomáticos tomaron ese partido en similar número que los Notarios y desde luego mucho más que el Ejército, que se partió. Y ya comprendo que esto tiene que revolver las tripas a Napoleonchu. Hubo un ilustre y pequeño grupo, al que se llamó «Los Arcángeles», por su número y valor que se unió públicamente al Alzamiento los días 18, 19, 20 y 21 de julio de 1936.
Una de las bazas principales de Franco fue, precisamente, contar desde el principio con el apoyo de los diplomáticos de Carrera destinados fuera, que tuvieron la decisión y el valor de ponerse a las órdenes, abiertamente en la mayoría de los casos y solapadamente pero eficazmente en otros, de la España Nacional, instrumento que le faltó desde muy pronto al Frente Popular.
Es significativo que esos diplomáticos lo hicieran en buena parte autofinanciándose o con créditos personales conseguidos en sus países de destino, en la mayoría de los casos antes de que hubiera reconocimiento oficial de la España Nacional. Esto tiene que repatear el hígado de Napoleonchu porque demuestra que en 1936 el desprestigio internacional del Frente Popular era tal que ya casi nadie lo consideraba una «democracia».
Antes de dedicarse a hacer estos esperpénticos homenajes, yo recomendaría a Napoleonchu que leyese el libro Las depuraciones de la Carrera Diplomática española 1931-1980, del diplomático y juez de carrera José Luis Pérez Ruiz publicado en la editorial Dossoles, colección La Valija diplomática, en 2005. Y si eso se le hace demasiado largo, puede leer el artículo del embajador Alonso Álvarez de Toledo sobre ese libro publicado en Anales de Historia Contemporánea en marzo de 2007. En el primer capítulo del libro nos cuenta la depuración política del Gobierno Azaña que en el otoño de 1932 echó de la Carrera a 71 diplomáticos. Más de la cuarta parte de los efectivos de la Carrera entonces. Esos no tienen derecho a placa.
Pero lo más grande es que estos diplomáticos a los que Napoleonchu quiere recordar en una placa sufrieron la represalia del Gobierno republicano, porque el 21 de agosto de 1936 el Gobierno del Frente Popular decretó la disolución de la Carrera Diplomática. Así que supongo que a estos que homenajean mañana y que eran como el 12 por ciento de los que había en 1936 se les premia porque, a pesar de ser disuelto el cuerpo al que pertenecían, siguieron siendo leales a la República. Si eso no es ser sectario, que venga Dios y lo vea. Y al 88 por ciento de la carrera que mandaron a sus casas, a esos Napoleonchu opina que ya les pueden ir dando.
Yo sugeriría a PP y Vox que vayan haciendo un listado de placas que quitar cuando algún día lleguen al poder. Habrá quien diga que eso no debe ocurrir. Siempre me impresionó que los Habsburgo nunca retiraran en Schoenbrun las águilas napoleónicas que van desde la entrada y que recuerdan el paso del Emperador de los Franceses por Viena. Pero esto en el Ministerio de Exteriores es un sectarismo vomitivo que no puede perdurar. Y recordemos que al Gobierno Zapatero no le costó nada retirar de la Embajada de España en Washington la placa que recordaba que había sido inaugurada por José María Aznar. Un dato objetivo. ¿Verdad, embajador Jorge Dezcallar?