Olatz Barriuso-El Correo

  • PNV y Bildu evitan azuzar a Sánchez con el ‘caso Leire’ y descartan elecciones ya. Los jeltzales, no obstante, se preparan para un vuelco político en 2027 pese a su creciente distancia con el PP

Esto se lleva mal. Con inquietud total en todas partes». La confidencia de un alto cargo nacionalista se refiere al asunto que ha marcado a fuego esta semana la política nacional -hasta que el «numerito» de Ayuso con los pinganillos entró a competir por el pódium- y ha embarrado como nunca el patio madrileño. El asunto es, por supuesto, el conocido como ‘caso fontanera’, al menos hasta que la aludida, la exmilitante socialista Leire Díez, rechazara ese ‘título’ en su delirante comparecencia del miércoles. El escándalo, que ha devuelto a primera plana el debate sobre las cloacas y ha vuelto directamente irrespirable el ambiente político, como se pudo comprobar el viernes en la Conferencia de Presidentes, se sigue en Euskadi con aparente distancia. Sólo aparente. El radar detector de movimientos sísmicos está conectado, aunque el terremoto en Madrid sólo provoque por ahora un leve aleteo de mariposa. Pero los efectos a medio plazo de ese aleteo están por ver.

¿Adelanto electoral? ¿Cambio de agujas en los bloques que ahora operan en las Cortes Generales? ¿Pinchazo de las izquierdas? ¿Galope de Vox en las encuestas? Todas esas variables, directamente derivadas de los presuntos casos de corrupción que se agolpan en torno a Moncloa y Ferraz, preocupan sin duda a los socios vascos de Pedro Sánchez. PNV y EH Bildu mantienen, no obstante, una actitud no beligerante y evitan azuzar al Gobierno PSOE-Sumar por diferentes razones. La principal, común a ambos, que no ven «alternativa» al Ejecutivo sanchista y que están convencidos de la capacidad del presidente del Gobierno para «resistir» hasta 2027. «Él es el único que puede convocar elecciones y no lo va a hacer por ahora, por mucho que se desgañite el PP», repiten.

Lo que significa, además, dos años más para cerrar las carpetas que, con toda probabilidad, solo podrán culminar de manera satisfactoria con los socialistas en La Moncloa: el cierre del Estatuto y la transferencia del régimen económico de la Seguridad Social -prioritaria para los jeltzales-, la progresiva salida en tercer grado de todos los presos de ETA, en el caso de la izquierda abertzale, y un acuerdo sobre el nuevo estatus vasco, que ambos persiguen aunque a diferente ritmo y mirándose de reojo.

Todo ello explica por qué ni PNV ni Bildu se han sumado a ERC y Podemos, que han exigido la comparecencia de Sánchez en el Congreso para dar explicaciones sobre la relación de Ferraz con la trama de Leire Díez y el empresario Javier Pérez Dolset, un ‘asedio’ que ya emprendió el PP en solitario con el apoyo de Junts. Las fuerzas nacionalistas vascas no ocultan su hastío pero a la vez denuncian la estrategia de ‘cuanto peor, mejor’ del PP.

En Bildu lo tienen claro. Creen que, al tratarse de un caso «no judicializado», no hay razón para pedir cuentas a Sánchez en el Congreso, aunque creen que es necesario que el PSOE despeje dudas. La formación de Arnaldo Otegi ha dado muestras sobradas de ser el aliado más fiable de Sánchez, por interés propio: la imagen de partido institucional y colaborativo favorece sus aspiraciones electorales en Euskadi. De producirse un vuelco político en Cortes Generales no tendrá más remedio que jugar a la contra.

En el caso del PNV, hay más riqueza de matices porque en su ADN sí cabe la posibilidad de pactar a derecha e izquierda por mucho que su relación con el PP esté en horas bajas, más si cabe tras el desplante de Ayuso a Pradales en Barcelona al abandonar la Conferencia de Presidentes cuando el lehendakari intervenía en euskera. «No ayuda», admiten fuentes del EBB. Con todo, Sabin Etxea da muestras de querer apartarse del bloque sanchista y empezar a dar apariencia de electrón libre en Madrid. Para empezar, en Sabin Etxea avisan al PSOE de que tendrá que dar explicaciones sobre los famosos audios en que se ofrecían pactos con la Fiscalía a cambio de información para desprestigiar a la UCO «si no quiere llegar a sede parlamentaria». Es decir, si no quiere que el PNV se sume a las peticiones de comparecencia, una posibilidad que de momento no está sobre la mesa.

«Mala pinta»

Los jeltzales no ocultan, en privado, que el ‘caso Leire’ y sus derivadas tienen «mala pinta» pero aún lo ven «lejos» de la situación que les llevó a dejar caer a Mariano Rajoy en 2018 apenas una semana después de aprobarle los Presupuestos. Ni se les pasa por la cabeza hacer lo mismo con Sánchez, o incluso amagar, algo que aprovecha el PP vasco para confrontar y y descartar cualquier posibilidad de acuerdo con el PNV, ni ahora ni en el futuro. «Nunca van a hacer nada que incomode al PSOE, hay que tenerlo claro», claman.

Eso sí, Sabin Etxea mira ya a 2027 y al escenario que se puede abrir tras unas generales que tocan justo después de unas municipales y forales que las fuerzas vascas se toman como una prueba de fuego. En esa clave hay que leer la insistencia de los principales dirigentes jeltzales -presidente y portavoces parlamentarios- en advertir al PP de que si rompe todos los puentes con el PNV costará recomponerlos a tiempo si les necesitan dentro de dos años. Un cambio de caballo que, de producirse, podría precipitar el fin de la alianza con el PSE, que Esteban es partidario de reeditar.

Las iniciativas de los populares contra el euskera, particularmente sus manejos para evitar que Europa avalase su oficialidad, preocupan especialmente al PNV, consciente de que la beligerancia en un asunto tan sensible puede desarrollar en sus bases anticuerpos resistentes a cualquier tentativa de pacto. Aun así, el mismo viernes, tras el ‘ayusazo’, en Sabin Etxea insistían que los puentes no están rotos. Para enredar aún más la madeja, incluso en ese caso, tendría que desaparecer de la ecuación el elemento que la hace imposible, Vox. Solo un PP que sumase más que toda la izquierda y pudiese prescindir de Abascal podría entrar en negociaciones con el PNV. Política ficción, de momento. Pero el tablero ha empezado a moverse.