Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • La única que ha actuado con coherencia rebelándose contra una maniobra provocadora y absurda ha sido la presidenta madrileña

La utilización de las lenguas como arma de confrontación y movilización política ha estado presente en la reciente Conferencia de presidentes autonómicos que se ha celebrado en Barcelona con presencia del Rey y de Pedro Sánchez. Como si los problemas a tratar en esta reunión, financiación, vivienda, inmigración, energía, agua y otros de similar calado, no fueran suficientemente complejos y espinosos, no se les ocurre otra cosa a los nacionalistas y al Gobierno central que amenizar la sesión proporcionando pinganillos e interpretación simultánea para que los presentes se entiendan peor de lo que harían si cambiasen impresiones y argumentos en el idioma común que todos los participantes dominan a la perfección. Un argumento curioso que se ha utilizado para justificar este dislate es que así los hablantes de gallego, catalán y vascuence pueden matizar mejor sus palabras y afinar en la precisión de sus exposiciones. El resultado de esta operación es exactamente el contrario: los presidentes catalano, gallego y vascohablantes sin duda se expresan con mayor riqueza léxica y corrección sintáctica en español que en sus respectivas parlas regionales, una de las cuales, por cierto, no está demasiado adaptada al acerbo conceptual y semántico elaborado por los tres mil años de civilización escrita que arranca en el Creciente Fértil y en Egipto. En cuanto a los primeros mandatarios que no gozan del privilegio de una lengua “propia” -curiosamente se denomina “propia” a la que no es la habitual de la mayoría de la población en dichos territorios, que sigue siendo el español-, la suposición de que pueden captar mejor las sutilezas del discurso nacionalista a través de un intérprete resulta bastante peregrina.

Los particularistas vascos se han indignado por “la falta de respeto” de Isabel Díaz Ayuso al ausentarse de la sala durante las intervenciones en lenguas distintas a la de todos. También se podría afirmar, con similar énfasis, que la desconsideración es de los presidentes vasco y catalán que obligan a sus colegas de las restantes quince Comunidades a colocarse en la oreja un molesto chisme como si estuviesen en la ONU o en el Parlamento Europeo y no en un trozo de la ancestral piel de toro. De hecho, la única que ha actuado con coherencia rebelándose contra una maniobra provocadora y absurda ha sido la presidenta madrileña. El resto de los gerifaltes del PP, como es costumbre de la casa, aguantando mansamente las ofensas secesionistas.

No hay nada positivo ni constructivo en el recurso a los audífonos, únicamente el rechazo a lo que une y la exaltación de lo que separa, es decir, la búsqueda deliberada y maligna del conflicto y de la división, malgastando estúpidamente tiempo y dinero

No se le oculta a nadie que la intención de los separatistas, tanto la subespecie artera como la golpista, al forzar el uso de interpretación simultánea en una conversación entre españoles, no es promover la diversidad ni promocionar su cultura local, sino hacer patente su flagrante deslealtad al orden constitucional, su negativa a aceptar a España como matriz compartida de historia conjunta y afectos mutuos, espacio de iguales derechos y libertades para todos los ciudadanos y entidad económica, jurídica y política reconocible por la comunidad internacional. No hay nada positivo ni constructivo en el recurso a los audífonos, únicamente el rechazo a lo que une y la exaltación de lo que separa, es decir, la búsqueda deliberada y maligna del conflicto y de la división, malgastando estúpidamente tiempo y dinero en una gesticulación simbólica que empeora la convivencia y atiza las llamas de la confrontación. Lo más indignante de estos comportamientos insolidarios es que son protagonizados por los representantes de nacioncillas inventadas con el exclusivo propósito de disfrutar de ventajas y privilegios a costa de los que son, mal que les pese, sus compatriotas.

Cada paso en la dirección de la fragmentación de la Nación, selecciones deportivas, inmersiones lingüísticas, exigencias presupuestarias, acción diferenciada en el exterior, incumplimiento de la ley de banderas, adoctrinamiento en las aulas, homenajes a asesinos, transformación de las Cortes Generales en asamblea babélicas, desplantes a la Corona y tropelías varias de los separatistas, consentidas por el PP y aplaudidas por el PSOE, nos arrastran de manera continua e implacable hacia la descomposición final, con los consiguientes empobrecimiento material, disolución espiritual y condena a la irrelevancia en el plano global.

«Cuando digo que soy del PP»

Cuando uno lee que el director de Política Lingüística de la Xunta de Galicia, gobernada por el Partido Popular, ha declarado que “tenemos que esforzarnos en que en los colegios se hable más gallego, pero en el patio, cuando salen a jugar” a lo que ha añadido “tenemos que crear una sociedad que hable más gallego” y como remate, “yo entiendo a los nacionalistas porque el nacionalismo es una forma de conservar”, habría que recordarle: Y de saltarse la Constitución, de vulnerar derechos fundamentales y de buscar ventajismos mediante el chantaje, incluso de matar, más de ochocientas víctimas inocentes lo atestiguan en el macabro historial del nacionalismo etarra. Lo dejó claro en rotunda frase François Mitterrand en su mensaje final en Estrasburgo poco antes de fallecer: “Le nationalisme, c´est la guerre”. Valentín García se ha vanagloriado de que “mucha gente me pregunta si soy del BNG y cuando digo que soy del PP se quedan con los ojos como platos”. No es extraño que sus paisanos se asombren porque probablemente es allí, con sus verdaderos correligionarios, donde debería estar.